Mi reacción los deja perplejos. Patrick frunce el ceño, su sonrisa arrogante se desvanece un poco. No esperaba esta calma. Esperaba un drama, lágrimas, una escena que lo reafirmara como el premio que yo había perdido.
"No, gracias", responde secamente. "Tenemos cosas más importantes que hacer. Preparar una boda de verdad".
Se da la vuelta con Sasha, que me lanza una última mirada de falsa compasión. "Cuídate mucho, hermanita".
Se van, dejando un rastro de perfume caro y humillación en el aire.
Mis padres no me dirigen la palabra en todo el día. Trabajan a mi lado en silencio, pero su resentimiento es tan denso que casi se puede tocar. Por la noche, durante la cena, mi padre finalmente explota.
"¿Estás satisfecha?", me grita, golpeando la mesa con el puño. "¡Has avergonzado a esta familia! ¡Nos has condenado a ser el hazmerreír del pueblo!".
"Tu hermana se va a casar con el futuro alcalde, va a tener una vida de lujos", añade mi madre, con la voz llena de veneno. "¿Y tú? Te vas a ir a una choza en las montañas con un loco. ¿Ese es el futuro que quieres?".
"Es el futuro que he elegido", respondo, sin levantar la vista de mi plato.
"¡No has elegido nada!", ruge mi padre. "¡Has sido una inútil! ¡Una vaga que ni siquiera fue capaz de presentarse al examen más importante de su vida!".
En mi vida anterior, me habría defendido. Habría gritado que yo era más inteligente, que merecía más. Ahora, sé que las palabras son inútiles con ellos. Su favoritismo por Sasha es una enfermedad incurable.
Me levanto de la mesa. "He terminado. Buenas noches".
Subo a mi habitación, ignorando sus gritos. Me tumbo en la cama y cierro los ojos. Recuerdo el plan de Patrick en mi vida anterior. La mentira que le contó a todo el mundo: que yo había manipulado los resultados del examen para robarle el puesto a Sasha.
Recuerdo cómo, después de la muerte de Sasha, él usó esa mentira para justificar su crueldad. Cómo me aisló de todos, convenciéndolos de que yo era un monstruo.
"Te amo, Lina", me susurraba por las noches, después de haberme humillado durante el día. "Solo quiero que entiendas el dolor que me causaste".
Era un maestro de la manipulación. Un sádico disfrazado de príncipe azul.
Un golpe en la puerta me saca de mis pensamientos. Es mi abuela.
Entra y se sienta en el borde de mi cama. No dice nada, solo me tiende un pequeño paquete envuelto en papel de periódico.
"Esto era de tu abuelo", dice en voz baja. "Es un café especial. Guárdalo. Para cuando empieces tu nueva vida".
Abro el paquete. Dentro hay una bolsa de tela con granos de café de un color y un aroma que nunca he visto. Son únicos.
"Gracias, abuela", susurro.
Ella me aprieta la mano. "Eres más fuerte de lo que creen, niña. No dejes que te rompan".
Sus palabras son el único bálsamo en esta casa llena de veneno. Me aferro a esa pequeña bolsa de café como si fuera un tesoro. Es un recordatorio de que, incluso en la oscuridad, puede haber una promesa de algo mejor.