El aire frío del viaducto de Medellín me golpeaba la cara, llevándose las lágrimas antes de que pudieran caer. Abajo, las luces de la ciudad parecían estrellas lejanas, indiferentes.
Mi madre, arrodillada en la plaza, me había acusado de robarle el futuro a mi hermana gemela, Sasha.
"¡Mírenla!" , gritaba, "¡Esta es la verdadera Luciana! ¡Una cualquiera que se acuesta con cualquiera! ¡Quiere robarle la beca a su pobre hermana, la talentosa Sasha!"
Mostraba fotos. Fotos de Sasha, en realidad, en clubes de salsa, con hombres de mala reputación. Pero éramos idénticas. Nadie podía notar la diferencia.
Mi "mejor amiga" , Camila, se paró a su lado.
"Es cierto" , dijo con una voz que temblaba de falsa pena, "Luciana siempre tuvo envidia de Sasha, siempre dijo que haría cualquier cosa por ir a Bogotá" .
La gente del barrio, la misma gente que me vio crecer, me creyó una villana. Sus miradas se convirtieron en insultos, luego en empujones.
El sobre con la aceptación de la beca para la Academia Nacional de Artes de Bogotá, mi único sueño, se sentía como ceniza en mi bolsillo. Lo había ganado yo, con mi sudor, con mi alma. Pero ahora, no valía nada.
Máximo Castillo, el único que siempre supo distinguirme de Sasha, no estaba allí. Estaba en un viaje de negocios con su padre. No había nadie para defenderme.
Mi padre, el único que me habría creído, estaba muerto. Un "accidente" en la finca de café, decían. Yo sabía que no fue un accidente. Yo lo vi.
Con el corazón hecho pedazos y sin nada por lo que vivir, salté.
El viento silbó en mis oídos. Luego, nada.
Hasta que abrí los ojos.
La luz del sol entraba por la ventana de mi pequeña habitación. El olor a café recién hecho flotaba en el aire. Era el olor de cada mañana.
Me senté de golpe en la cama. Mi cuerpo no tenía heridas. Estaba viva.
Miré el calendario en la pared. La fecha estaba marcada con un círculo rojo.
Hoy era el día de la competencia regional de salsa.
El día en que todo comenzó y todo terminó.
He vuelto.
Una sonrisa fría se dibujó en mis labios. Esta vez, las cosas serían diferentes. Esta vez, no habría lágrimas.
Solo venganza.