El cartero entregó el sobre oficial de la Academia Nacional de Artes. Mis manos no temblaron al abrirlo. Ya sabía lo que decía.
"Felicitaciones, Señorita Luciana Ramirez. Ha sido galardonada con la única beca completa..."
Dejé el papel sobre la mesa de la cocina. No sentí la euforia de mi vida pasada. Solo una fría calma.
Sasha entró en la cocina, bostezando. Vio el sobre, sus ojos se iluminaron con codicia. Lo arrebató y lo leyó.
"¡Lo logramos, mamá!" , gritó.
Mi madre entró corriendo desde la sala, una enorme sonrisa en su rostro. Abrazó a Sasha con fuerza.
"¡Sabía que lo harías, mi niña! ¡Mi talentosa estrella!"
Me miraron a mí, esperando una reacción. Esperaban lágrimas, protestas, desesperación. Les di una mirada vacía.
"Esa beca es mía" , dije con voz monótona.
Mi madre se rió, un sonido feo y cortante. "No seas ridícula, Luciana. Tú no irás a ninguna parte. Sasha irá a Bogotá. Usará tus documentos. Nadie notará la diferencia. ¿Quién te va a creer a ti?"
Sasha sonrió, sosteniendo el papel como un trofeo. "Exacto. Siempre has sido solo mi sombra. Ahora, tu sombra me será útil" .
Este era el momento. El guion era el mismo, pero la actriz principal había cambiado.
Fingí un pánico que no sentía. Mis ojos se abrieron de par en par, mi boca se abrió en un grito ahogado.
"¡No! ¡No pueden hacerme esto!"
Me di la vuelta y salí corriendo de la casa. No sin rumbo, no hacia el viaducto.
Corrí directamente hacia la plaza central del barrio.
Era mediodía. El mercado estaba en pleno apogeo, lleno de gente, de vecinos, de testigos.
Sabía que me seguirían. Mi madre no podía resistir la oportunidad de una humillación pública. Era su escenario favorito.
"¡Vuelve aquí, ladrona!" , escuché su grito detrás de mí.
Corrí hasta el centro de la plaza y me detuve, jadeando, asegurándome de que todos los ojos estuvieran sobre mí.
El escenario estaba listo. Las cortinas estaban a punto de abrirse para el acto final. Y esta vez, yo era la directora.