Esposa Egoísta No Someterá
img img Esposa Egoísta No Someterá img Capítulo 3
4
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 3

Apenas puse un pie en el taxi, mi teléfono empezó a sonar de nuevo. Era Mateo. Lo ignoré. Sonó una, dos, diez veces. Luego empezaron a llegar los mensajes.

"¿Dónde diablos estás? ¡Mi mamá ya está aquí!"

"¡Sofía, contesta el teléfono ahora mismo! ¡No me hagas esto!"

"¡Te juro que si me estás haciendo una escena te vas a arrepentir!"

Apagué el teléfono. No quería escucharlo más. Le di al taxista la dirección del hotel más cercano. Necesitaba un lugar neutral para pasar la noche y planear mi siguiente movimiento.

La habitación del hotel era impersonal y fría, pero se sentía como un santuario. Por primera vez en 24 horas, pude respirar. Me di una ducha larga, tratando de lavar no solo el cansancio, sino también la suciedad de los últimos cinco años.

Cuando salí del baño, encendí el teléfono. Tenía 27 llamadas perdidas de Mateo y una docena de mensajes de su madre, a quien nunca le había dado mi número, pero que claramente él se lo proporcionó.

"Sofía, soy tu suegra. Mateo me dice que te estás portando como una niña malcriada. Más te vale regresar a casa en este instante. Hay que respetar a la familia."

Borré los mensajes sin contestar.

Pasé la noche en vela, preparando mi solicitud para la beca y organizando mis documentos. Al amanecer, ya tenía todo listo. Lo envié. Un peso se quitó de mis hombros.

Sabía que no podía evitar a Mateo para siempre. Teníamos que hablar. Pero sería bajo mis términos.

Lo cité en una cafetería pública a mediodía. Un lugar concurrido, donde no se atrevería a hacer un escándalo. O eso esperaba.

Llegó puntual. Su rostro era una máscara de furia contenida. Se sentó frente a mí sin saludar.

"¿Se puede saber qué demonios te pasa?" siseó, con la voz baja para que los demás no lo escucharan.

"Te lo dije anoche, Mateo. Quiero el divorcio."

Puse sobre la mesa una nueva copia del convenio que había impreso en el hotel. Y junto a él, una copia del registro de la propiedad de nuestra casa.

Su mirada se posó en el segundo documento. Su rostro palideció.

"¿De dónde sacaste esto?"

"Eso no importa. Lo que importa es que le regalaste nuestra casa a tu amante. La casa que pagamos con mi dinero también. Eso se llama fraude, Mateo."

Miró a su alrededor, nervioso.

"Baja la voz. La gente está mirando."

"A mí no me importa la gente. Me despojaste de todo lo que tenía. ¿Y esperas que me quede callada?"

Se inclinó sobre la mesa, su rostro a centímetros del mío.

"No sabes con quién te estás metiendo, Sofía. Eva no es cualquier mujer. Su familia es muy poderosa. Más te vale que no intentes nada contra ella."

"¿Ah, sí? ¿Y tú sabes con quién te estás metiendo tú? Con una mujer que ya no tiene nada que perder. Quiero que me devuelvas mi parte de la casa, o te demandaré a ti y a Eva por fraude. Y créeme, un escándalo así no le va a gustar a su 'poderosa' familia."

Se quedó callado, calculando. Por primera vez, vi un destello de miedo en sus ojos. No por mí, sino por las consecuencias que sus actos podrían tener en su nueva vida perfecta.

"¿Cuánto quieres?" preguntó finalmente.

"Quiero la mitad de su valor de mercado actual. Y quiero que firmes el divorcio hoy mismo. Sin condiciones."

Se recargó en su silla, derrotado. Sabía que lo tenía acorralado.

"Está bien. Pero esto no se va a quedar así."

Sacó una pluma de su saco y firmó el convenio con un trazo violento, casi rompiendo el papel. Luego se levantó y se fue sin decir una palabra más.

Me quedé sentada, mirando su firma. No sentí alegría ni triunfo. Solo un vacío inmenso. Había ganado, sí, pero a un costo terrible.

Regresé al hotel, pero sabía que no podía quedarme ahí para siempre. Tenía que volver a la casa a recoger el resto de mis cosas importantes, mis planos originales, mi título, cosas que no estaban en mi maleta. Decidí ir por la noche, cuando sabía que él estaría con Eva.

Entré con mi propia llave. La casa estaba en silencio, pero el aire estaba impregnado de un perfume dulce y empalagoso. El de ella.

Fui directo a mi estudio. Estaba intacto, tal como lo dejé. Empecé a guardar mis planos en un portafolio.

Mientras lo hacía, escuché un ruido en la recámara principal. Me quedé helada. Pensé que era Mateo.

Me asomé con cuidado. La puerta estaba entreabierta. Y entonces la vi.

Era Eva. Estaba parada frente al espejo, probándose uno de mis vestidos. Un vestido que me había puesto en nuestro primer aniversario.

Se movía con una familiaridad insultante, como si esa fuera su casa, su clóset, su vida.

Detrás de ella, en la cama deshecha, había ropa interior de mujer tirada. No era mía.

Sentí una oleada de asco tan fuerte que tuve que apoyarme en la pared para no caerme. Verla ahí, en mi espacio más íntimo, profanando mis recuerdos, fue peor que cualquier otra cosa. Fue la prueba definitiva, la más cruda y dolorosa.

En ese momento, ella se dio la vuelta y me vio. No pareció sorprendida. Más bien, me sonrió. Una sonrisa de suficiencia, de victoria.

"Ah, eres tú," dijo, con una voz melosa. "Mateo me dijo que vendrías a recoger tus chácharas. No te preocupes, no tocaré nada de tu ropa vieja. No es mi estilo."

Salió de la habitación y pasó a mi lado, rozándome el hombro a propósito. Se detuvo en la sala y tomó una manzana del frutero.

"¿Sabes? Esta casa es bonita, pero le falta un toque moderno. Creo que tiraré esa pared de ahí y pondré una cocina abierta. A Mateo le encanta la idea."

Estaba rediseñando mi casa, mi vida, frente a mí. Y lo disfrutaba.

No pude más. Salí corriendo de ahí, con mi portafolio bajo el brazo. Escuché su risa a mis espaldas mientras cerraba la puerta.

Ya en la calle, me di cuenta de que Mateo estaba parado junto a su coche, esperándome. Su expresión era sombría.

"¿Contenta?" me dijo. "¿Ya viste lo que provocaste?"

"¿Yo provoqué? ¡Tú la metiste a mi casa! ¡A mi cama!"

"Te di la oportunidad de ser razonable, Sofía. Pero preferiste el drama. Ahora, atente a las consecuencias."

Intentó quitarme el portafolio. Forcejeamos por un momento.

"¡Suéltame, Mateo!"

"¡No te irás a ninguna parte hasta que me escuches!"

Con un tirón violento, me arrebató el portafolio. Lo abrió y sacó mis planos. Mis años de trabajo, mis sueños.

Y frente a mis ojos, los rompió en dos. Y luego en cuatro. Y los tiró al suelo como si fueran basura.

"Esto es para que aprendas a no desafiarme," dijo, con la voz llena de veneno.

Lo miré, o más bien, miré a través de él. Los pedazos de mis planos en el suelo, el olor a su perfume mezclado con el de ella, su rostro desfigurado por el odio.

Ya no sentía nada. Ni dolor, ni rabia, ni tristeza. Solo un vacío absoluto. Un punto final.

"Estás muerto para mí," le dije, con una calma que lo sorprendió.

Me di la vuelta y empecé a caminar, sin mirar los pedazos de mi vida que había dejado en la acera.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022