La Heredera Traicionada Regresa Triunfante
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Capítulo 4

Salí de la mansión Solís y el aire frío de la noche me pareció refrescante. La adrenalina todavía corría por mis venas, pero por primera vez en dos años, no me sentía frágil. Me sentía poderosa.

Caminé sin rumbo por las calles silenciosas de Lomas de Chapultepec. No quería volver a casa todavía, no quería enfrentarme a las preguntas de mi padre, a quien seguramente ya le habrían llamado con una versión distorsionada de los hechos.

Doblé una esquina y, distraída, choqué con alguien. El impacto me hizo tambalear.

"Cuidado" , dijo una voz masculina, profunda y tranquila. Unas manos firmes sujetaron mis brazos para evitar que cayera.

Levanté la vista. Era un hombre alto, vestido con un traje oscuro que no era tan ostentoso como los de la fiesta. Tenía el pelo negro, los ojos oscuros e intensos, y una expresión de calma que contrastaba fuertemente con el torbellino de emociones que yo sentía.

"Lo siento" , murmuré, apartándome.

Él no me soltó de inmediato. Me miró fijamente por un segundo, y su expresión no era de lástima ni de curiosidad, sino de algo que no pude descifrar. ¿Reconocimiento?

"No parece usted una mujer que pida disculpas a menudo" , dijo, finalmente soltándome. Su voz tenía un matiz divertido.

Me sorprendió su comentario. "Y usted no parece un hombre que se encuentre en las calles a estas horas" .

Él sonrió levemente. Fue una sonrisa genuina, no como las sonrisas falsas que había visto toda la noche.

"A veces es necesario escapar del ruido" , respondió. Luego, señaló mi vestido. "Ese es un diseño de Ximena Rojas, ¿no es así? Inconfundible" .

Me quedé helada.

"¿Cómo sabe...?" .

"Soy un admirador de su trabajo" , dijo simplemente. "Una lástima que haya dejado de diseñar" .

Antes de que pudiera responder, mi teléfono sonó. Era Camila.

"¿Dónde estás? ¡Fue increíble! ¡Tienes que ver la cara de todos! ¡Alejandro parece un fantasma!" .

"Estoy caminando, Camila. Necesito un momento" .

"Ok, pero ten cuidado. Oye, ¿viste al hombre misterioso en la fiesta? Mateo Vargas. El empresario de bienes raíces. Estuvo en un rincón toda la noche, observando. Dicen que es dueño de medio país, pero nadie lo conoce bien" .

Miré al hombre que tenía delante. Él arqueó una ceja, como si hubiera escuchado a Camila a través del teléfono.

"¿Mateo Vargas?" , pregunté en voz baja.

Él asintió lentamente. "Un placer" .

Corté la llamada. Estaba demasiado sorprendida para hablar. ¿Por qué el hombre más enigmático y poderoso de México estaba aquí, en esta calle, hablando conmigo?

"No se preocupe, señorita Rojas" , dijo, como si leyera mis pensamientos. "No muerdo. Solo estaba tomando un poco de aire. Las fiestas de compromiso pueden ser... sofocantes" .

Me di cuenta de que él también había estado allí. Había presenciado todo el espectáculo. Pero en su rostro no había juicio, solo una serena observación.

"Bueno, yo ya me voy" , dije, sintiéndome repentinamente expuesta.

"Permítame" . Hizo un gesto y un coche negro y sin distintivos apareció de la nada, deteniéndose junto a nosotros. El chófer bajó y abrió la puerta. "La llevaré a casa. Es tarde" .

Dudé por un momento, pero había algo en su calma que me inspiraba confianza. Asentí y subí al coche.

El viaje fue en silencio. Cuando llegamos a la puerta de mi casa, me volví para darle las gracias.

"Espere un momento" , dijo. Se inclinó y sacó un paquete plano envuelto en papel de estraza del asiento a su lado. Me lo entregó. "Para usted" .

Lo tomé, confundida. "¿Qué es?" .

"Algo para que no deje de hacer lo que hace mejor. El mundo necesita más de su talento, no menos" .

Y con eso, cerró la puerta. Vi cómo el coche se alejaba en la oscuridad.

Entré en casa y abrí el paquete. Dentro había un cuaderno de bocetos de cuero antiguo, de una calidad que no había visto en años. Las páginas estaban en blanco, gruesas y esperando. En la primera página, había una sola nota escrita a mano con una caligrafía elegante:

"Para un nuevo comienzo" .

Sostuve el cuaderno contra mi pecho. En medio del caos y la venganza, un extraño me había ofrecido un gesto de pura fe. Y por alguna razón, eso me dio más fuerza que cualquier otra cosa. La guerra apenas comenzaba, pero ahora sabía que no estaba completamente sola.

            
            

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