Renacida En Mi Matrimonio Segundo
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Capítulo 3

A la mañana siguiente, Sofía se despertó con una claridad mental que no había sentido en años. El dolor en su cabeza era un recordatorio constante, un ancla a su nueva realidad. Lo primero que hizo fue ir al dormitorio principal. Abrió el armario y sacó el vestido de novia que colgaba allí, una nube de seda y encaje que alguna vez representó todos sus sueños. Sin una pizca de duda, lo rasgó por la mitad. Luego, fue al joyero y tomó el anillo de compromiso de diamantes. Caminó hasta el baño y lo arrojó al inodoro, tirando de la cadena sin mirar atrás.

Estaba metiendo sus pocas pertenencias en una maleta cuando oyó a Mateo entrar en la casa. Subió las escaleras corriendo, su voz resonando con pánico.

"¿Sofía? ¿Qué estás haciendo?"

La encontró en el vestidor, doblando un suéter. Se detuvo en la puerta, mirando el armario medio vacío, la maleta abierta en la cama.

"¿A dónde vas?", preguntó, su tono era una mezcla de confusión e ira.

Sofía no lo miró. Continuó doblando su ropa con una precisión metódica.

"Me voy," dijo simplemente.

"¿Irte? ¿A dónde? No puedes irte. Eres mi esposa."

"No soy tu esposa," respondió ella, finalmente levantando la vista. Sus ojos estaban fríos y distantes. "Nunca lo fui realmente."

"Sofía, por favor," dijo él, acercándose. Su arrogancia se había desvanecido, reemplazada por una desesperación que no le sentaba bien. "Lo de anoche... Isabella me provocó. Y tú... tú me asustaste. No quise lastimarte."

"No importa," dijo ella, cerrando la maleta. "Ya no."

"¡Claro que importa!", insistió él, bloqueándole el paso. "Mira, sé que he sido un idiota. Un completo imbécil. Pero te amo, Sofía. No puedo vivir sin ti."

"Qué pena," dijo ella, tratando de rodearlo. "Porque tendrás que aprender."

Él la agarró del brazo.

"No te vayas. Quédate. Lo arreglaremos. Empezaremos de nuevo. Solo tú y yo."

Sofía soltó una carcajada.

"¿Empezar de nuevo? ¿Aquí? ¿En esta casa donde trajiste a tu amante, donde me humillaste, donde me golpeaste?"

"¡No te golpeé!"

"Me empujaste contra una mesa, Mateo. Tengo un corte en la cabeza. ¿Eso no cuenta?"

Él pareció encogerse.

"Fue un accidente. Estaba furioso."

"Siempre estás furioso," dijo ella, su voz cortante. "Y yo ya me cansé de ser tu saco de boxeo emocional. Y ahora, físico."

Vio la maleta y una idea pareció ocurrírsele.

"Está bien, está bien. Tienes razón. Necesitas un descanso. Vete unos días. Ve a visitar a tu abuela. Despeja tu mente. Cuando regreses, Isabella se habrá ido, lo juro. Y todo será diferente."

Sofía lo miró, fingiendo considerar la oferta. Era su oportunidad.

"Quizás tengas razón," dijo, su tono suavizándose ligeramente. "Necesito alejarme de aquí."

El alivio inundó el rostro de Mateo. Sonrió, su encanto habitual regresando.

"Esa es mi chica," dijo, intentando abrazarla.

Sofía retrocedió como si la hubieran quemado.

"No me toques," siseó, su aversión era palpable. "Nunca más vuelvas a ponerme una mano encima."

La sonrisa de él se desvaneció.

"Sofía..."

"Solo... déjame ir. Necesito espacio."

Él la observó por un momento, luego asintió lentamente.

"Está bien. Tómate tu tiempo. Pero volverás. Siempre lo haces."

Esa noche, mientras Sofía intentaba dormir en la habitación de invitados, oyó la puerta principal abrirse y cerrarse. Y luego, las risas. La voz de Mateo y la de Isabella. Subieron las escaleras y entraron en el dormitorio principal, la habitación que había sido de Sofía. No se molestaron en ser silenciosos. Los sonidos de su pasión, amplificados por las paredes delgadas, eran una tortura deliberada, un último acto de humillación.

Sofía se tapó los oídos con la almohada, pero no podía bloquearlos. Las lágrimas que pensó que se habían secado para siempre comenzaron a correr por sus mejillas. No eran lágrimas de tristeza, sino de una rabia pura y helada. Cada risa, cada gemido, era un clavo más en el ataúd de su antigua vida.

Se levantó de la cama y caminó hasta la ventana. Miró la luna, una astilla de plata en el cielo oscuro. Y supo, con una certeza absoluta, que Mateo se equivocaba.

Esta vez, no volvería.

            
            

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