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Clara ajustó la correa de su bolso por quinta vez mientras miraba la dirección en su celular. "Edificio Del Valle Corporativo, piso 32", leyó en voz baja. Tragó saliva. El rascacielos frente a ella parecía sacado de una película de ciencia ficción: vidrios oscuros, puertas giratorias impecables y recepcionistas que vestían mejor que cualquier invitada de boda.
-Tranquila -se dijo-. Es solo una entrevista para auxiliar administrativa. Archivo, café, algunas llamadas, nada más.
Respiró hondo y entró.
-Buenos días. Tengo una entrevista a las diez -le dijo a la recepcionista, una mujer rubia de labios perfectamente delineados que apenas la miró.
-Nombre.
-Clara Morales.
La recepcionista tecleó rápido, asintió con la cabeza y le indicó con una mano que pasara por los elevadores privados al fondo.
-¿Piso treinta y dos?
-Sí. Sala de espera ejecutiva.
Clara frunció el ceño. ¿Ejecutiva? Bueno, tal vez la entrevista era compartida con varios departamentos. Intentó no pensar demasiado y caminó con paso firme, aunque sus tacones temblaban ligeramente con cada paso. Había comprado esos zapatos la noche anterior en oferta, sin pensar en cuánto dolerían.
El elevador se abrió con un susurro elegante. Piso treinta y dos. Un asistente le sonrió con amabilidad robótica y le ofreció café. Clara lo rechazó. No quería correr el riesgo de manchar su blusa blanca. Se sentó en un sofá de cuero frente a una gran pared de cristal que daba vista a la ciudad.
"Dios mío... ¿será normal que te entrevisten en un lugar tan lujoso para un puesto tan simple?"
Revisó su currículum impreso por cuarta vez. Clara Morales. 27 años. Estudios incompletos en administración. Experiencia en atención al cliente, ventas de mostrador, y una breve pasantía en recepción hace dos años. Nada fuera de lo común. Perfecto para un empleo básico. Lo envió la semana pasada a través de un portal web. El anuncio decía claramente: "Asistente de oficina – sin experiencia necesaria."
-Señorita Morales.
Clara se levantó de golpe al escuchar su nombre. Frente a ella, un hombre de traje impecable y expresión neutra la miraba con una tablet en la mano.
-El señor Del Valle la verá ahora.
-¿Perdón?
-Su entrevista. Pase por aquí.
-¿El... Del Valle? ¿Alexander Del Valle?
-Sí. ¿Hay algún problema?
Clara se quedó paralizada unos segundos, luego negó con la cabeza y lo siguió. El corazón le latía con fuerza. No entendía qué hacía camino a la oficina del CEO de una de las corporaciones más importantes del país.
El pasillo era largo y silencioso. El asistente abrió la puerta doble de madera oscura y le hizo una seña para entrar.
El despacho era tan elegante como intimidante. Una enorme ventana ocupaba toda la pared del fondo. Escritorio de roble, sillas de cuero negro, libros perfectamente alineados en estanterías de cristal, y detrás del escritorio... él.
Alexander Del Valle.
Clara lo reconoció de inmediato. Había visto su rostro en noticias financieras, entrevistas de negocios y hasta en una portada de revista. Alto, con cabello oscuro peinado hacia atrás, mandíbula marcada y una presencia que parecía congelar el aire a su alrededor. Usaba un traje gris a medida que no tenía ni una sola arruga.
Él alzó la vista del documento que tenía en las manos y la observó con atención. Clara sintió que su blusa le quedaba dos tallas más chica de golpe.
-¿Clara Morales? -preguntó con voz profunda, sin saludar.
-S-sí. Buen día, señor Del Valle.
Él no respondió. Solo hizo un gesto con los dedos indicándole que tomara asiento frente a él. Clara obedeció, aunque sentía que se hundía más en el sillón de lo que quería.
Alexander hojeó una carpeta frente a él. Su ceño se fruncía ligeramente.
-Formación incompleta, experiencia limitada, y sin referencias corporativas... -murmuró-. ¿Puede explicarme por qué aplicó al puesto?
-Bueno... porque el anuncio decía que no se necesitaba experiencia, y que buscaban una persona organizada y con iniciativa. Y... yo lo soy.
Alexander la miró con una ceja arqueada. Clara tragó saliva. Sintió que acababa de insultar a toda la cúpula empresarial sin querer.
-¿Sabe en qué consiste el puesto para el que la estoy entrevistando?
-Claro. Asistente de oficina. Ayuda general, organizar papeles, responder teléfonos...
-Asistente personal -la interrumpió.
-¿Perdón?
-Usted está siendo evaluada para el cargo de asistente personal del CEO. Es decir, mío. El puesto implica disponibilidad absoluta, confidencialidad, proactividad, manejo de agenda compleja, toma de decisiones urgentes, y la capacidad de soportar presión sin desmoronarse.
Clara sintió que el mundo se detenía por un segundo.
-Debe haber algún error... yo no apliqué a ese cargo. Estoy segura de que mi solicitud era para un puesto básico en administración.
Alexander frunció más el ceño. Tomó su tablet, tecleó unas veces y luego miró con frialdad la pantalla.
-Interesante... Aquí aparece como postulante única a este cargo. Con recomendación directa del sistema interno. Y con prioridad.
-¿Del sistema?
-Parece que hubo una combinación entre su currículum y otro que fue descartado. Un fallo en la plataforma nueva.
Clara abrió los ojos como platos.
-Entonces... ¿me llamaron por error?
Alexander la miró durante varios segundos. Luego cerró la carpeta con calma.
-En esta empresa no hay tiempo para errores. Si usted está sentada aquí, es por algo.
-Pero... no estoy calificada para este puesto. No tengo experiencia, y...
-La incompetencia no se mide por experiencia, sino por resultados. -Se inclinó hacia adelante-. Dígame, señorita Morales, ¿qué tan rápido puede aprender?
Clara dudó. Luego alzó la barbilla.
-Muy rápido. Y si no, finjo bien.
Alexander ladeó ligeramente la cabeza. ¿Era eso... una sonrisa? Apenas perceptible, pero ahí estaba.
-Bien. Hoy es lunes. Tiene hasta el viernes para convencerme de no despedirla.
Clara parpadeó.
-¿Cómo dice?
-Contrato firmado. El sistema lo procesó esta mañana. Legalmente, ya trabaja aquí. Puede elegir irse ahora y dejar una mala impresión... o quedarse y probarme que no ha sido un completo error.
Ella lo miró como si le hablara en otro idioma. ¿Estaba soñando? ¿Era esto una cámara oculta?
Alexander se levantó, se acercó y le extendió la mano.
-Bienvenida a Del Valle Corporativo, señorita Morales.
Clara la estrechó sin pensar. Estaba tan aturdida que apenas sintió la textura fría de sus dedos.
Cuando salió de la oficina, su primer pensamiento fue: ¿Qué demonios acabo de hacer?