Hice una pausa, reuniendo todo mi coraje. "Mi familia tiene principios. No nos interponemos en el camino de la verdadera felicidad de nadie, ni siquiera cuando se construye sobre nuestra desgracia. Si su hijo ama a esa mujer, que se case con ella. No seré yo quien lo impida."
Le di un momento para que asimilara mis palabras antes de continuar.
"Por lo tanto, le pido formalmente que anuncie la anulación de nuestro compromiso. Y que se haga de inmediato."
La Primera Dama me miró con una mezcla de sorpresa y preocupación. "Sofía, piensa en lo que estás diciendo. Si anulas el compromiso ahora, en estas circunstancias, serás vista como la mujer abandonada. Tu reputación sufrirá. ¿Qué hombre de buena familia querrá casarse contigo después de un escándalo así? Ricardo es el gobernador electo, su poder es inmenso. Te cerrará muchas puertas."
Sus palabras eran una advertencia, una descripción cruda de la realidad a la que me enfrentaba. En nuestra sociedad, una mujer en mi posición tenía pocas opciones. Podría casarme con un hombre mayor, un viudo, o alguien de menor estatus. O peor aún, quedarme soltera, una figura de lástima. La injusticia de la situación era abrumadora. Él cometía la falta, pero yo pagaría el precio social.
"Lo sé," respondí con calma. "Sé cuáles son mis opciones. Y ninguna de ellas es aceptable."
La Primera Dama frunció el ceño. "¿Entonces qué piensas hacer? ¿Pasar el resto de tu vida tejiendo rebozos en casa de tus padres?"
Su pregunta no era maliciosa, sino práctica. Y fue esa pregunta la que me empujó a dar el salto al abismo. Levanté la barbilla, mi decisión ya tomada en las horas de insomnio de la noche anterior.
"No, señora," dije, mi voz resonando con una fuerza que no sabía que poseía. "Ya que el honor de mi familia exige que yo también me case, y que lo haga con alguien de un estatus igual o superior al de su hijo, y ya que mis opciones son tan limitadas como usted dice, solo me queda una."
La miré directamente a los ojos, sin parpadear.
"Le pido que use su influencia para concertar mi matrimonio con otro hombre. Pido la mano de Miguel. El señor del tequila."
El silencio que siguió fue absoluto. La Primera Dama se quedó sin aliento, su rostro pálido por la conmoción. Mis padres, que habían entrado discretamente en la habitación, se detuvieron en seco. Mi madre ahogó un grito.
Miguel. El nombre mismo era una leyenda en Oaxaca. Un hombre inmensamente rico y poderoso, dueño de los campos de agave más extensos y de la destilería de tequila más prestigiosa del país. Era respetado y temido a partes iguales. Un hombre enigmático, de pocas palabras, con un pasado turbulento lleno de rumores de violencia y negocios oscuros. Nadie se atrevía a cruzarse en su camino. Era mayor que yo, viudo, y vivía recluido en su vasta hacienda.
"¡Sofía, no sabes lo que dices!", exclamó mi madre, corriendo a mi lado. "Ese hombre... la gente dice que es peligroso, que tiene las manos manchadas..."
"Madre, por favor," la interrumpí suavemente.
La Primera Dama se recuperó de su asombro, su mirada ahora afilada y seria.
"Sofía, esta no es una decisión que puedas tomar a la ligera. Una vez que se haga la petición, no hay vuelta atrás. ¿Entiendes las implicaciones? Estás cambiando un compromiso con un gobernador ambicioso por un matrimonio con un hombre que podría ser un monstruo."
"Lo entiendo perfectamente," respondí, mi voz firme.
Ella insistió, probando mi resolución. "¿Y estás dispuesta a casarte con él? ¿A vivir con él, a compartir su cama, a llevar su nombre?"
No dudé.
"Sí."
Mi respuesta, tan simple y tan definitiva, selló mi destino.
La Primera Dama me observó durante un largo momento, como si intentara ver en lo más profundo de mi alma. Luego, una extraña sonrisa se dibujó en sus labios, una mezcla de admiración y tristeza.
"Eres una joven extraordinaria, Sofía. Fuerte, valiente y con un sentido del honor que ya no se encuentra. Ricardo no te merecía. Es un tonto, un completo tonto por dejarte ir por esa... bailarina."
Se levantó, su postura de nuevo erguida y decidida.
"Muy bien. Se hará como pides. Haré los arreglos. El honor de tu familia será restaurado. Y Ricardo aprenderá una lección que no olvidará jamás."