Se dio cuenta del movimiento. Entrecerró los ojos.
-¿Qué escondes? -preguntó, con un matiz de sospecha en su tono-. ¿Más fan art?
Pensaba que seguía siendo esa cría obsesionada. Quizá siempre lo haría.
-No es nada -dije.
-Chloe me pidió que viniera a ver cómo estabas -dijo, como si eso explicara su presencia-. Está preocupada por, ya sabes, las demandas. El dueño del loft es amigo de su padre.
Así que esto no era por mí. Era control de daños.
Mi corazón, ya magullado, sintió otra punzada sorda.
-Dile a Chloe que no se preocupe. No voy a demandar a nadie.
Mantuve mi voz fría, distante. Quería que se fuera.
Se movió incómodo.
-Mira, Savvy, sobre la fiesta...
-Está olvidado -le corté.
Pareció sorprendido por mi frialdad.
Luego, un destello de algo más.
-¿Necesitas algo? ¿Agua? ¿Ayuda con las... almohadas?
Era una oferta reacia, casi forzada.
-Estoy bien -repetí.
Pero el movimiento envió una nueva ola de dolor a través de mi pierna. Hice una mueca.
Dio un paso adelante.
-Toma, déjame.
-No necesito tu ayuda, Jax.
Me ignoró, alcanzando las almohadas detrás de mi cabeza. Sus dedos rozaron mi pelo.
Por un segundo, fue como en los viejos tiempos, un eco fantasma del chico que me había dado una púa de guitarra.
Entonces Chloe entró.
-¿Jax, cariño? Oh, Savvy, estás despierta.
Se deslizó a su lado, pasando posesivamente su brazo por el de él.
Jax se enderezó de inmediato, apartándose de mí como si fuera contagiosa.
-Chloe solo estaba preocupada -dijo, su voz instantáneamente más cálida, más suave, para ella.
El cambio repentino en su atención, su completo abandono de mí a mitad de gesto, me hizo perder el equilibrio mientras intentaba reacomodarme.
Mi pierna herida se torció.
Un grito agudo se escapó de mis labios. El dolor, al rojo vivo, me subió por el muslo.
Chloe chasqueó la lengua.
-Oh, vaya. Qué torpe. Jax, quizá deberías ayudarla como es debido.
Su preocupación era finísima.
Jax pareció dividido por una fracción de segundo, sus ojos saltando entre Chloe y yo.
Luego sacudió la cabeza.
-No, no puedo. Estamos, ya sabes, prometidos. No se vería bien que yo anduviera cuidando de otra chica. Especialmente con la boda tan cerca.
Realmente dijo eso. Públicamente.
Apreté la mandíbula. La humillación fue una nueva oleada.
Chloe me sonrió dulcemente.
-Solo está siendo correcto, cielo. A la antigua. No querría dar una idea equivocada a nadie, especialmente después de tu... bueno, tu pequeño enamoramiento.
Sus ojos brillaban con un triunfo que me revolvió el estómago.
La miré directamente a ella, luego a Jax.
-No te preocupes por las ideas equivocadas, Chloe. Soy perfectamente consciente de vuestra... relación. Y, francamente, ya no me importa.
La sonrisa de Chloe vaciló. Abrió la boca, quizá para soltar otra frase condescendiente, quizá incluso para dejar escapar más de su «plan».
Dio un paso atrás, gesticulando animadamente, y su tacón se enganchó en el borde irregular de una baldosa cerca de una gran maceta que goteaba agua.
Gritó, agitando los brazos, y luego estaba cayendo.
Directamente a la fuente decorativa del vestíbulo del hospital, por la que acabábamos de pasar mientras me llevaban en silla de ruedas a un pequeño solárium para cambiar de aires.
Splash.
Jax se giró bruscamente.
-¡Chloe!
La sacó, goteando y farfullando.
Luego se volvió hacia mí, con el rostro convertido en una máscara de furia.
-¿Qué has hecho? -gruñó, avanzando.
-¿Yo? ¡Yo no he hecho nada!
-¡La has zancadilleado! ¡Estás celosa, psicópata!
Realmente me estaba acusando. Después de todo.
Y entonces, hizo algo que nunca pensé que Jax, mi Jax, el chico que me salvó de un equipo que caía, haría jamás.
Me empujó. Fuerte.
Yo ya estaba inestable, mi pierna rota me hacía torpe.
Tropecé hacia atrás, mi pierna buena resbalando en las baldosas mojadas cerca de la fuente por el salpicón de Chloe.
Y entonces yo también caí, en el agua fría y poco profunda de la fuente.
El shock me robó el aliento. Mi pierna enyesada golpeó el fondo con un golpe discordante.
Dolor, otra vez. Abrumador.
Jax se paró sobre mí, fulminándome con la mirada, su pecho agitado. Chloe se aferraba a él, pareciendo sorprendida pero también extrañamente satisfecha.
-Como vuelvas a tocarla o a intentar algo con ella -gruñó Jax, su voz peligrosamente baja-, haré que te arrepientas del día en que naciste, Savvy Miller. Aléjate de nosotros.
No podía nadar con el pesado yeso.
Me estaba debatiendo, el agua llenaba mi boca, mi herida cerca de la clavícula escocía ferozmente.
Vi un color rojo florecer en el agua alrededor de mi yeso blanco.
Mi sangre.
Iba a dejar que me ahogara.