La condujo a través de la multitud hasta una pareja de ancianos de aspecto imponente. El hombre la miró de arriba abajo, su labio se curvó con un desprecio apenas disimulado. La mujer, envuelta en perlas, ni siquiera la miró.
"Padre, madre, ella es Sofía" , anunció Diego. "Mi esposa" .
El hombre soltó una risa seca y fría.
"¿Esposa? Diego, este juego tuyo ha durado demasiado. Ya es hora de que recuerdes quién eres. Eres un Alcázar" .
El apellido resonó en la sala. Alcázar. La dinastía del tequila. Sofía sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. Miró a Diego, buscando al hombre que amaba, pero solo encontró a un extraño de ojos fríos.
"¿Qué está pasando, Diego?" , susurró ella, el corazón latiéndole con fuerza en la garganta.
"Se acabó, Sofía" , dijo él, sin una pizca de emoción. "Tuve un accidente hace cinco años. Perdí la memoria. Vivir como un pobre carpintero fue... una experiencia. Pero ya he recordado todo. Mi lugar no es contigo" .
La mentira era tan descarada, tan cruel, que Sofía se quedó sin aliento. No hubo ningún accidente. Ella lo había cuidado después de una simple caída en el taller, nada que le hiciera perder la memoria. Todo había sido un engaño.
En ese momento, un recuerdo vívido y doloroso la golpeó, no de esta vida, sino de una anterior. Una vida en la que ella había creído esa mentira. Una vida en la que le rogó, lloró y se humilló, solo para ser desechada como basura. Recordó haber sido abandonada, con su pequeño hijo Mateo en brazos, sin un centavo, viendo cómo él se casaba con una mujer de su clase. Recordó la desesperación, el hambre y la lenta destrucción de su espíritu hasta que la muerte fue un alivio.
Pero esto no era esa vida. Era una segunda oportunidad.
El dolor seguía ahí, un eco fantasma, pero esta vez estaba cubierto por una capa de hielo. La humillación ya no la paralizaba, la despertaba. Miró a Diego, al hombre que la había destruido una vez, y tomó una decisión.
"Entiendo" , dijo Sofía, su voz sorprendentemente firme.
Su calma descolocó a Diego. Él esperaba lágrimas, súplicas.
"Ya no te necesito. Pero por los años que pasé contigo, la familia Alcázar te dará una compensación generosa. Diez millones de pesos. Firma los papeles del divorcio y desaparece de mi vida" .
La madre de Diego, Doña Elena Alcázar, finalmente habló, su voz goteando veneno.
"Consideralo el pago por tus servicios, mujercita. Es más dinero del que tu familia ha visto en generaciones. Tómalo y lárgate. Y no te atrevas a decir que llevas a un hijo de Diego en tu vientre. Nos aseguraremos de que eso no suceda" .
La crueldad era tan casual, tan natural para ellos. En su vida pasada, esas palabras la habían destrozado. Ahora, solo alimentaban su resolución.
Esta vez no habría lágrimas. No habría súplicas. Esta vez, ella no sería la víctima.
"Acepto" , dijo Sofía, mirando directamente a los ojos de Diego. Vio un destello de sorpresa, quizás de decepción. Él quería verla sufrir.
Ella no le daría esa satisfacción.
Se dio la vuelta, sintiendo todas las miradas sobre ella. Caminó con la cabeza en alto, saliendo de esa fiesta y de esa vida falsa. El aire fresco de la noche llenó sus pulmones. Era el primer aliento de su nueva vida. Una vida que construiría con el dinero de ellos, lejos de su veneno. Se iría a España. Estudiaría diseño de moda, su sueño olvidado. Se convertiría en alguien que ellos nunca podrían volver a despreciar. Y un día, si el destino los volvía a cruzar, sería ella quien los miraría desde arriba. La mentira de Diego no sería su fin, sería su principio.