Estaba terminando de empacar su única maleta cuando sonó el timbre. Al abrir, se encontró con la imagen que atormentaría sus pesadillas en su vida anterior: Diego, impecablemente vestido con un traje de diseñador, y a su lado, una mujer alta y delgada con una sonrisa de superioridad. Camila del Valle.
"Sofía, querida" , dijo Camila, su voz melosa era un insulto. "Vinimos a asegurarnos de que entiendes los términos. Sin escándalos, sin reclamos futuros" .
Diego permanecía en silencio, mirándola como si fuera una extraña, un obstáculo molesto que debía ser removido.
"No te preocupes" , respondió Sofía, su tono era glacial. "No tengo ningún interés en su sucio mundo" .
Un recuerdo doloroso la atravesó. Recordó la vez anterior, cuando se arrodilló en este mismo lugar, aferrándose a la pierna de Diego, suplicándole que no la dejara, que pensara en su hijo. Recordó la risa de Camila y el pie de Diego empujándola sin piedad. La memoria la hizo apretar los puños.
"Veo que al menos tienes algo de sentido común" , se burló Camila, paseando la mirada por el humilde interior de la casa. "Aunque no puedo imaginar qué vio Diego en... esto" .
"Camila, basta" , dijo Diego, no por defender a Sofía, sino por impaciencia. Quería terminar con esto.
"Solo digo la verdad, mi amor" , ronroneó Camila, aferrándose a su brazo. Se volvió hacia Sofía. "Diego y yo nos vamos a casar el próximo mes. Será el evento del año. Por supuesto, no estás invitada" .
Cada palabra era una aguja, diseñada para herir. En su vida pasada, la habrían desangrado. Ahora, Sofía se sentía extrañamente inmune. Era como ver una mala película que ya conocía.
"Te deseo toda la felicidad que te mereces" , dijo Sofía, y la sinceridad de su desprecio fue tan profunda que Camila frunció el ceño, confundida.
La calma de Sofía enfureció a Diego. Él esperaba un drama, una confirmación de su poder sobre ella. Su indiferencia era un desafío.
"¿Creíste que realmente te amaba?" , espetó él, dando un paso adelante. "¿Tú? ¿Una simple carpintera? Fuiste un pasatiempo, una distracción. Nada más" .
Agarró su brazo con fuerza, la misma fuerza que una vez ella había admirado. Ahora solo sentía dolor y asco.
"Suéltame" , dijo ella, su voz baja y peligrosa.
"No me das órdenes" , siseó él. "Deberías estar agradecida. Te estoy dando una vida que nunca podrías haber soñado" .
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió. Mateo, su hijo de cuatro años, se asomó, frotándose los ojos. Vio a Camila al lado de su padre y su carita se iluminó, una sonrisa que solía estar reservada para Sofía.
"¡Cami!" , gritó, corriendo hacia ella y abrazando sus piernas.
Camila le revolvió el pelo, una actriz consumada. "Hola, mi pequeño príncipe" .
Mateo entonces miró a Sofía, su expresión cambió. En sus ojos pequeños y confusos, Sofía vio el reflejo del veneno que ya le habían inyectado.
"¡Tú eres mala!" , le gritó a Sofía. "¡Cami dice que por tu culpa papá estuvo perdido! ¡No te quiero!" .
Agarró un pequeño coche de madera del suelo, uno que Diego le había tallado, y se lo arrojó a Sofía. El borde afilado del juguete le golpeó la frente, justo encima de la ceja. Un dolor agudo y punzante, seguido por el calor de la sangre que comenzaba a gotear por su rostro.
Sofía se quedó inmóvil, no por el dolor físico, sino por el golpe en su alma. Vio a Diego, que no hizo nada para reprender al niño. Simplemente observaba, con una expresión de fría satisfacción. Camila sonrió abiertamente.
Ese fue el momento.
La última brasa de amor, la última pizca de afecto por el hombre que fue su esposo y por el niño que había salido de su vientre, se extinguió. Se convirtió en ceniza fría. El dolor se transformó en una calma absoluta, una claridad aterradora.
Se tocó la frente, miró la sangre en sus dedos y luego los miró a ellos. A su familia perfecta.
"Lárguense de mi casa" , dijo, y su voz no tembló. Era el sonido del acero. "Ahora" .
Por primera vez, Diego pareció sentir un escalofrío. Vio algo en sus ojos que no reconoció, algo que no podía controlar. La soltó, dio un paso atrás, tomó la mano de Mateo y, junto a Camila, se fueron sin decir una palabra más.
Sofía cerró la puerta. Se apoyó en ella, y el silencio de la casa la envolvió. No lloró. Simplemente se quedó allí, mientras la sangre se secaba en su piel, sintiendo cómo el pasado se rompía por completo, dejándola libre.