Cambia El Novio En Su Boda
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Capítulo 4

Con Isabella a salvo en sus brazos, Alejandro la guio dentro de la habitación, lejos del balcón. Luego, bajó las escaleras para enfrentarse a las dos familias, con una expresión de determinación equivocada en su rostro. Se paró frente al padre de Sofía.

"Señor", dijo, su voz ahora firme, "lo siento, pero esto no puede continuar. Isabella está muy frágil. No puedo causarle este dolor. Pido formalmente que se anule el compromiso."

El padre de Sofía lo miró con un desprecio gélido.

"¿Anular el compromiso? ¿Crees que esto es un juego que puedes empezar y terminar a tu antojo? Has traído la desgracia a mi casa, has humillado a mi hija públicamente y ahora, ¿simplemente te retiras?"

La señora Torres, madre de Alejandro, intervino, tratando de suavizar la situación.

"Fernando, por favor, entiende. Isabella no está bien. Siempre ha sido muy... apegada a Alejandro. Es solo una crisis."

"Una crisis que tu hijo ha alimentado", respondió la madre de Sofía, su voz temblando de furia contenida. "Esto no es fragilidad, es malicia. Y tu hijo es su cómplice."

En ese momento, el patriarca, el señor Arturo Torres, dio un paso al frente. Su rostro era una máscara de furia controlada. Miró a su hijo como si fuera un completo idiota.

"Cierra la boca, Alejandro", ordenó con una voz baja y peligrosa. "El compromiso no se anula. Un acuerdo es un acuerdo. La reputación de la familia Torres no será manchada por un capricho adolescente."

"¡Pero papá, yo amo a Isabella!", exclamó Alejandro, finalmente diciendo la verdad en voz alta, una verdad que envenenaba el aire.

Fue en medio de ese caos, de esa tensión insoportable, que Sofía notó a una figura que había permanecido en silencio en un segundo plano. Era uno de los chefs del catering que habían contratado, un hombre joven que había estado supervisando el servicio en la mansión Torres. Se había quedado atrapado en el éxodo hacia la casa de Sofía y ahora observaba la escena con una calma profesional que contrastaba brutalmente con el melodrama que se desarrollaba. Era alto, de complexión fuerte, con una mirada seria y unos ojos oscuros que parecían verlo todo sin juzgar. Había una integridad silenciosa en su postura.

Alejandro, sin embargo, no se dio por vencido.

"¡No me casaré con Sofía! ¡No me importa el acuerdo ni la reputación! ¡Elijo a Isabella!"

Isabella, que había bajado las escaleras envuelta en una manta, escuchó esto y comenzó a sollozar de nuevo, esta vez lágrimas de aparente felicidad, aferrándose al brazo de Alejandro como un trofeo. Miró a Sofía con desafío.

El señor Torres miró a su hijo con una decepción tan profunda que era casi palpable.

"Has demostrado que no tienes el carácter ni el juicio para liderar esta familia o esta empresa. Eres una vergüenza." Su voz era final, una sentencia. Se volvió hacia el padre de Sofía. "Fernando, mi amigo. Te ofrezco mis más sinceras disculpas. Mi hijo es un tonto. Pero un Torres siempre cumple su palabra."

                         

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