El Precio de Su Ciego
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Capítulo 4

Ricardo intentó acercarse, defender a su hija, pero Camila se interpuso en su camino, bloqueándole el paso con su cuerpo.

"Ricardo, no te metas, Isabella sabe lo que hace, Sofía necesita aprender a respetar", dijo Camila con una sonrisa maliciosa.

"Quítate de mi camino, Camila", gruñó Ricardo, su paciencia agotada.

Pero Isabella ya estaba arrastrando a una llorosa Sofía hacia la salida, lanzándole a Ricardo una mirada de advertencia, se sintió completamente impotente, atrapado y furioso, observando desde lejos cómo su hija era humillada por un crimen que no cometió.

De vuelta en casa, la situación empeoró, Isabella cumplió su amenaza y encerró a Sofía en su habitación, la niña, afectada por el estrés y el llanto, comenzó a toser de nuevo y su fiebre regresó.

Ricardo fue a la cocina a prepararle un té caliente y a buscar el termómetro, pero Camila estaba allí, bloqueando la entrada.

"¿A dónde crees que vas?", preguntó ella, con los brazos cruzados.

"Mi hija está enferma, necesita medicina y algo caliente", respondió Ricardo, tratando de mantener la calma.

Camila soltó una risita cruel, "No te preocupes, yo le llevaré algo, pero primero, Mateo quiere un licuado de plátano", dijo, y deliberadamente tiró la caja de té al bote de basura y guardó el termómetro en un cajón alto, fuera del alcance de Ricardo.

La malicia en su acto era tan descarada que Ricardo se quedó helado, era una crueldad por el simple placer de ser cruel.

Justo en ese momento, Isabella llegó, vio a Ricardo parado frente a Camila con una expresión de furia y asumió lo peor.

"¿Qué le estás haciendo a mi hermana?", gritó Isabella, sin preguntar.

"¡Tu hermana está loca! ¡Tiró el té y escondió el termómetro, Sofía tiene fiebre!", exclamó Ricardo.

"¡Mentira!", chilló Camila, "¡Él me estaba gritando, quería pegarme porque defendí a Mateíto!".

Isabella no lo dudó ni un segundo, se abalanzó sobre Ricardo y le dio una bofetada con todas sus fuerzas, el sonido resonó en la cocina, y el dolor de la mejilla de Ricardo no fue nada comparado con el dolor de la traición final.

"¡Largo de mi casa!", le gritó Isabella, con el rostro descompuesto por la ira.

Mientras Ricardo se tambaleaba, asimilando el golpe, el teléfono de Camila sonó, ella contestó, puso el altavoz y la voz de un supuesto médico llenó la habitación.

"Señora García, lamento informarle que los resultados de Mateo son preocupantes, sospechamos que tiene una forma agresiva de leucemia", dijo la voz grave.

Camila soltó un grito ahogado y se derrumbó en el suelo, llorando histéricamente.

"¿Hay alguna esperanza, doctor?", preguntó Isabella, con la voz temblorosa.

"La única opción es un trasplante de médula ósea inmediato, hemos revisado la base de datos y, por un milagro, encontramos un donante compatible", continuó el médico, "la donante es su sobrina, Sofía Vargas".

El mundo de Ricardo se detuvo, el shock y la incredulidad lo golpearon como una ola helada, leucemia, trasplante, Sofía como única donante, todo era demasiado conveniente, demasiado perfecto en su crueldad, era una trampa, una mentira monstruosa diseñada para un propósito que aún no podía comprender del todo, pero que olía a la manipulación podrida de Camila.

                         

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