La Furia de una Mujer Engañada
img img La Furia de una Mujer Engañada img Capítulo 3
4
Capítulo 4 img
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 3

Desperté en mi propia cama, pero me sentía como si estuviera en un lugar extraño y aterrador.

La luz del sol se filtraba por la ventana, pero para mí, todo era oscuridad.

Un dolor sordo palpitaba en mi abdomen bajo. Un dolor que confirmaba que la cirugía había ocurrido. Me habían arrancado mi feminidad, mi futuro.

Pero había algo más.

Algo peor.

Intenté mover las piernas.

Nada.

Intenté de nuevo, con todas mis fuerzas, concentrando cada gramo de mi voluntad en mis extremidades.

No sentía nada. Estaban ahí, bajo las sábanas, pero eran como dos trozos de carne ajenos a mi cuerpo.

El pánico me ahogó. Un grito mudo se atoró en mi garganta.

¡No! ¡No! ¡No!

Ricardo entró en la habitación, su rostro descompuesto por una actuación de dolor digna de un Oscar.

"¡Sofía, despertaste! ¡Oh, mi amor, lo siento tanto!" .

Se arrodilló y comenzó a llorar a gritos, ocultando su rostro en las sábanas. Era un espectáculo grotesco y repulsivo.

"¿Qué... qué pasó?" , logré articular, mi voz un hilo tembloroso.

Él levantó la vista, sus ojos llenos de lágrimas falsas.

"Hubo complicaciones durante la noche. Tuviste una hemorragia severa. El doctor Ramírez tuvo que hacer una histerectomía de emergencia para salvarte la vida" .

Hizo una pausa dramática, como si luchara por encontrar las palabras.

"Y... y durante la cirugía... parece que hubo un daño nervioso. Los doctores dicen... dicen que tal vez no vuelvas a caminar" .

Cada palabra era un martillazo en mi alma ya destrozada.

Lo había logrado.

Había conseguido todo lo que quería.

Me había convertido en una mujer estéril y paralítica.

Ricardo tomó mi mano, su tacto me producía arcadas.

"Pero no te preocupes, mi amor. Yo te cuidaré. Seré tus piernas, seré tu todo. Nunca te abandonaré. Lo juro" .

Su promesa era mi sentencia de muerte.

Me quedé en silencio, mirándolo fijamente. Mi rostro estaba en blanco, sin expresión alguna. Si esperaba ver desesperación, se equivocaba.

Todo el dolor, toda la rabia, se habían congelado en mi interior, convirtiéndose en un bloque de hielo.

Los días siguientes fueron un infierno.

Ricardo se convirtió en mi carcelero y mi verdugo, disfrazado de enfermero abnegado.

Me daba de comer en la boca, con una cuchara, como si fuera un bebé.

"Abre la boquita, mi amor. Tienes que comer para estar fuerte" .

Me bañaba, pasando la esponja por mi cuerpo inmóvil, sus manos tocando la piel que ahora odiaba.

Me cambiaba, me movía, me sentaba en una silla de ruedas que había comprado especialmente para mí.

Todo lo hacía con una sonrisa paciente y amorosa en su rostro. Para cualquier otra persona, sería el esposo del año.

Para mí, era el diablo en persona, disfrutando de su obra maestra.

Yo aceptaba todo en silencio.

Comía la sopa que me daba, dejaba que me limpiara, que me moviera.

Pero mis ojos nunca dejaban de observarlo.

Lo estudiaba. Memorizaba cada gesto, cada palabra, cada mentira.

Mi cuerpo estaba roto, pero mi mente, mi mente de arquitecta acostumbrada a planificar y construir, estaba trabajando a toda velocidad.

Estaba diseñando su destrucción.

Ladrillo por ladrillo.

Una noche, mientras me arropaba, me susurró al oído.

"No importa lo que pase, Sofía. Siempre estaremos juntos. Construiremos una nueva vida, solo tú y yo" .

Yo cerré los ojos, fingiendo dormir.

Y en la oscuridad de mi mente, le respondí.

No, Ricardo. Tú construirás tu propia celda. Y yo me aseguraré de que te pudras en ella por el resto de tu vida.

                         

COPYRIGHT(©) 2022