Maldición de un Amor Traicionado
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Capítulo 3

El aire se volvió espeso, difícil de respirar. Cada palabra que Ricardo había escuchado de la boca de Sofía se repetía en su mente, una tortura sin fin. No era solo la muerte de Miguel, era el porqué. Su hijo no había muerto en un simple accidente, había muerto por una mentira, por una traición que había envenenado sus vidas sin que él se diera cuenta.

Miró sus manos, callosas y agrietadas por el trabajo. Manos que habían construido una vida para su familia, una vida que Sofía había estado desmantelando en secreto, pieza por pieza. Sintió una oleada de náuseas. El dolor de su pérdida se mezclaba ahora con un odio frío y profundo.

Sofía terminó su llamada y se acercó a él, su rostro compuesto en una máscara de dolor compartido. Era una actriz brillante, tenía que admitirlo. Las lágrimas que ahora corrían por sus mejillas parecían reales, su voz temblorosa sonaba convincente.

"Ricardo, mi amor... no puedo creerlo. Nuestro niño... nuestro Miguelito..."

Intentó abrazarlo, buscar consuelo en él, como si fueran dos almas unidas por la misma tragedia. Pero para Ricardo, su cercanía era repulsiva.

Podía olerlo todo. El vino caro en su aliento, el perfume de lujo en su piel, el olor a mentiras que parecía emanar de ella. No era el olor de una madre en duelo, era el olor de la fiesta de la que acababa de venir.

Pudo ver los detalles con una claridad dolorosa: el rímel corrido de forma casi artística, como si lo hubiera hecho a propósito para parecer más vulnerable, el brillo de sus aretes de diamantes, un regalo que él nunca podría haberle comprado. Todo en ella era una farsa.

"Tenemos que ser fuertes, Ricardo. El uno por el other" , susurró ella, su mano buscando la suya.

Su toque se sintió como un carbón ardiente.

Cuando sus dedos rozaron su brazo, Ricardo reaccionó instintivamente, como si hubiera tocado una serpiente. Se apartó bruscamente, con una fuerza que sorprendió a ambos.

"No" , dijo, su voz baja y cargada de una repulsión que no pudo ocultar.

Sofía lo miró, confundida y un poco ofendida.

"Ricardo, ¿qué te pasa? Necesitamos apoyarnos."

"No me toques" , repitió él, y esta vez sus ojos se clavaron en los de ella, fríos y vacíos. "No vuelvas a tocarme."

Ella retrocedió un paso, la máscara de dolor titubeando por un segundo, revelando la irritación que había debajo. No entendía. Para ella, él solo estaba reaccionando mal por el dolor. No tenía idea de que él lo sabía todo.

Pero Ricardo sí. Y en ese momento, en el pasillo estéril de un hospital que olía a muerte y desinfectante, su matrimonio también murió. Lo único que quedaba era la cáscara vacía de una vida compartida y el fantasma de un hijo sacrificado en el altar de la traición.

            
            

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