Trabajó setenta y dos horas seguidas, sin dormir, alimentándose de café y ansiedad. Rechazó una oferta de trabajo en el extranjero. Lo sacrificó todo por él.
Y su recompensa fue una fiesta fastuosa, donde Mateo podía presumir su éxito y a su prometida trofeo.
Fue entonces cuando la vio. Camila Soto, la ex de Mateo, se abría paso entre la gente con la seguridad de una depredadora.
"Sofía, querida," dijo Camila, su voz goteando un veneno dulce. Su mirada se clavó en el anillo. "Qué joya tan... grande. Mateo siempre ha tenido un gusto exquisito para las cosas llamativas, aunque no siempre duraderas."
Sofía sintió la sangre helársele. Sabía que esto era una provocación.
"Gracias, Camila. Es un símbolo de un compromiso real, no de una conveniencia pasajera," respondió Sofía, su voz firme, aunque por dentro temblaba.
La sonrisa de Camila se tensó.
"¿Compromiso? Qué palabra tan seria para alguien que solo está aquí por el dinero. Todos sabemos que sin la fortuna de Mateo, no estarías aquí."
La multitud a su alrededor guardó silencio, convirtiéndose en un círculo de espectadores ansiosos por el drama.
"Te equivocas," dijo Sofía, levantando la barbilla. "Estoy aquí porque amo a Mateo. Y a diferencia de otras, mi lealtad no depende de su saldo bancario. De hecho, acabo de salvarlo de la ruina, algo que tú nunca habrías podido hacer."
Fue un golpe directo. La cara de Camila se descompuso en una mueca de furia. La humillación fue pública, innegable.
Camila, incapaz de responder, simplemente se dio la vuelta y huyó, pero no sin antes lanzar una mirada de odio puro.
Momentos después, sintió un tirón en el brazo. Era Mateo. Su rostro no mostraba gratitud, sino una furia fría y controlada.
"¿Qué demonios crees que hiciste, Sofía?" siseó, arrastrándola a un rincón apartado.
"Ella me provocó, Mateo. Dijo que solo estaba contigo por..."
"¡No me importa lo que dijo!" la interrumpió. "La humillaste. A ella. Delante de todos. ¿Sabes cómo me hace ver eso a mí? Me haces ver débil, incapaz de controlar a mi propia mujer."
Sofía lo miró, incrédula. "¿Tu mujer? ¡Salvé tu empresa! ¡Tu futuro! ¿Y te preocupa cómo te ves?"
Mateo se rio, una risa sin alegría que le heló los huesos.
"El negocio es el negocio. Esto es personal. Camila puede ser mi ex, pero sigue siendo parte de mi círculo. Y tú la atacaste."
Su amor, se dio cuenta Sofía en ese instante, era superficial. Estaba condicionado a su imagen, a su estatus.
"Has cometido un grave error, Sofía," dijo Mateo, su voz bajando a un susurro peligroso. "Y los errores se pagan."
"¿De qué hablas?"
"Vamos a jugar un juego," anunció él, su expresión torcida en una sonrisa cruel. "Un juego para enseñarte una lección sobre la humildad. Sobre tu lugar."
Antes de que Sofía pudiera procesar sus palabras, Mateo levantó la voz, llamando la atención de todos en el salón.
"¡Atención todos!" exclamó. El silencio fue inmediato.
Caminó hacia el centro del salón, arrastrando a Sofía con él.
"Mi prometida, Sofía, parece haber olvidado algunas reglas básicas de etiqueta. Ha ofendido a una invitada y me ha avergonzado a mí."
Los murmullos se extendieron como un incendio.
"Así que, para que aprenda, vamos a tener un pequeño entretenimiento. Un juego de penitencia."
Los ojos de Sofía se llenaron de lágrimas de humillación. Esto no podía estar pasando.
Mateo la miró fijamente, sus ojos fríos como el hielo.
"Y para empezar," dijo, tomando la mano de Sofía, "esto no te pertenece más."
Con un movimiento brusco, le arrancó el anillo de compromiso del dedo. El diamante, que momentos antes simbolizaba un futuro, ahora era solo un pedazo de carbón brillante en su palma.
"El juego comienza ahora, Sofía. Y la primera apuesta... es tu dignidad."