No Quedo Odios Tras noche
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Capítulo 2

El "juego" de Mateo se llevó a cabo al día siguiente, no en un salón de fiestas, sino en un exclusivo club privado, un lugar al que Sofía solo había ido con él.

La atmósfera era densa, cargada de una expectación cruel. Casi todo el círculo social de Mateo estaba allí, sentados en sofás de cuero, con copas de champán en la mano, listos para el espectáculo.

Sus caras eran máscaras de curiosidad morbosa. Eran los mismos que la habían felicitado por el compromiso, los mismos que habían elogiado su inteligencia. Ahora, la miraban como a un animal en una jaula.

Sofía estaba sentada en una silla solitaria en el centro de la sala, bajo un foco de luz que la hacía sentirse completamente expuesta.

"¿Viste su cara anoche? Pobre diabla, creyó que tenía el mundo a sus pies."

"Siempre supe que no era de nuestro tipo. Demasiado... seria."

"Mateo le va a dar una lección que no olvidará. Bien merecido se lo tiene por meterse con Camila."

Las palabras flotaban en el aire, pequeños dardos envenenados que se clavaban en su piel. Se sentía increíblemente sola, una isla de desesperación en un mar de indiferencia y malicia.

¿Dónde estaban sus padres, sus hermanos? Mateo se había asegurado de que no pudieran contactarla, confiscando su teléfono. Estaba atrapada.

Un nudo de angustia se formó en su garganta. El dolor era tan intenso que apenas podía respirar. Era una pesadilla, una de la que no podía despertar. El hombre que amaba, por el que había sacrificado su carrera, la estaba desnudando emocionalmente frente a un público hostil.

La puerta se abrió y entraron Mateo y Camila, caminando juntos, como una pareja de reyes presidiendo una ejecución.

Camila sonreía, una sonrisa de triunfo absoluto. Se sentó en un lugar de honor, justo frente a Sofía.

Mateo se paró junto a ella, con un micrófono en la mano, como un macabro maestro de ceremonias.

"Bienvenidos," dijo a la multitud, su voz resonando en el silencio. "Gracias por venir a este... evento educativo."

Hubo algunas risas ahogadas.

"Las reglas son simples. Haré una serie de preguntas. Si Sofía responde correctamente, gana un punto. Si falla, Camila gana el punto. Y con cada punto, hay una apuesta en juego."

Su mirada se posó en Sofía, fría y despiadada.

"Y para la primera ronda, la apuesta es algo muy querido para Sofía."

Un asistente se acercó y colocó una pequeña caja de terciopelo sobre una mesa junto a Mateo. Él la abrió, revelando su contenido.

El corazón de Sofía se detuvo.

Era el relicario de su abuela. Una pequeña pieza de plata, desgastada por el tiempo, que contenía una diminuta foto de sus abuelos el día de su boda. Era lo más sagrado que poseía, el único vínculo tangible que le quedaba con la mujer que la había criado.

"Este... objeto," dijo Mateo, sosteniendo el relicario con desdén, "será el premio de la primera pregunta."

Sofía se puso de pie de un salto.

"¡No, Mateo, por favor! ¡Todo menos eso! ¡Te lo suplico!"

Su voz se quebró en un sollozo.

"Siéntate, Sofía. El juego ya ha comenzado," respondió él sin mirarla, su atención fija en la multitud.

Luego se volvió hacia Camila.

"La pregunta, por supuesto, será sobre nuestra querida Camila, para ver qué tan bien la 'conoce' mi prometida."

La injusticia de la situación era sofocante. Las preguntas eran sobre Camila. Estaba diseñado para que ella perdiera. Era una trampa, una farsa cruel.

"Mateo, mírame," rogó Sofía, su voz apenas un susurro. "¿Por qué? ¿Por qué me haces esto? Yo te amo."

Él no se giró. No respondió. Su silencio fue más doloroso que cualquier insulto. Fue la confirmación final de que el Mateo del que se había enamorado ya no existía, o quizás nunca había existido en primer lugar.

            
            

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