Capítulo 5 La mentira en la que descanso

Capítulo 4

Cuando el padre de mi mejor amigo me llamó para hablar sobre el testamento que dejó mi padre antes de morir. Lo último que esperaba era que todo fuese una maldita trampa.

- Tendrás la herencia completa, Thiago... si te casas con mi hija.

Sofía. Ella era la hermana menor de mi mejor amigo. La chica que creció siguiéndome a todas partes con los ojos, como si yo fuera un héroe en lugar del desastre que realmente soy. Siempre pensó que no me daba cuenta de como me veía, pero en realidad era todo lo contrario.

Salí de esa falsa cena con la sangre ardiendo. No recuerdo a quién insulté primero esa vez: si a los presentes, a mi padre muerto o al destino de mierda que se burlaba de mí con esa noticia.

Al salir de ahí, fui directo al único lugar que me hacía sentir que todavía tenía control de mi vida. Fui a parar directamente a los brazos de Isabela, ya que ella me recibió con su piel caliente y su perfume demasiado fuerte, ese que siempre me hacía sentir sucia el alma, pero me aferré a ella igual. Era como si fuese un náufrago, aferrado a una tabla podrida.

Después del sexo satisfactorio entre ambos, mientras fumaba un cigarro en su cama, le conté todo lo que había pasado hasta la dichosa propuesta de matrimonio para poder heredar lo que me pertenece.

- ¿Estás jodiendo conmigo? - soltó, riendo entre dientes- ¿Te están obligando a casarte con esa niñata virgen solamente para que puedas heredar lo que es tuyo?

- Exactamente y si no lo hago puedo perder todo lo que es mío.

- Entonces hazlo - dijo Isabela mientras se estiraba en la cama como una gata satisfecha.

-¿Qué acabas de decir? - preguntó él como si ella se hubiese vuelto loca.

- He dicho que te cases con ella. Es la única forma que tienes para obtener tu herencia y mientras eso pasa - dijo y se acercó más a mí, apoyando sus labios en mi cuello - Si te casa con ella nosotros podemos seguir viéndonos y nadie tiene que saberlo. Es un ganar, ganar y todos felices y contentos.

- ¿Entonces quieres que seamos amantes?

- Lo que quiero es que la hagas sufrir - susurró con veneno - Por culpa de esa niñita no te quieren dar lo que es tuyo y encima nos quieren separar.

Me quedé en silencio procesando lo que acabo de decir por qué en el fondo; quise creer que ella tenía razón. Me convencí de que Sofía tenía la culpa de que yo e Isabela no pudiéramos estar juntos y me aferré a esa excusa para hacerle la vida imposible porque era más fácil hacer eso, que admitir que yo mismo ni siquiera sabía qué decisiones tomar con mi vida.

- Haz que se arrepienta de haber nacido, mi vida - dijo ella, sonriendo como una bruja - Así en cuanto todo esto acabe, solo seremos tú y yo para siempre.

Fue así que con un maldito cigarro entre mis dedos y una idea envenenada, decidí que me casaría con Sofía solo para vengarme. Para obtener lo que por derecho era mío y con el fin de no sentirme derrotado ante nadie.

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La primera vez que Sofía me miró después de la boda, supe que me había metido en un infierno porque no era odio lo que vi en sus ojos, sino amor. Un amor genuino, inmenso, estúpido y puro. Amor del que no se puede comprar ni fingir y eso me hizo odiarla aún más.

Siempre que podía la ignoraba a toda costa o la provocaba para que supiera que nunca podría tenerme. A veces también la humillaba en silencio, pero mi cuerpo...

mi cuerpo en ocasiones me traicionaba.

Cada vez que ella pasaba cerca de mí con esa bata de dormir blanca que apenas le cubría los muslos, algo en mi interior crujía. Esa voz suave que usaba para hablarme me inquietaba, ya que de nada servía lo que yo estaba haciendo porque ella siempre quería tratar de entenderme. Era como si nada más le importara y eso me sacaba de quicio

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-¿Acaso estás pensando en la niñata esa? - me preguntó Isabela una tarde, mientras me desnudaba en su departamento y yo simplemente no le hacía caso.

- No empieces con lo mismo una vez más - murmuré, quitándome la camisa.

- Solo te pregunto por qué quiero saber si ya te la tiraste - insistió con esa voz molesta que a veces no soportaba - Te recuerdo que tú eres mío y no voy a dejar que esa estúpida ponga sus manos sobre ti. Si quiere estar con otro que lo haga, a ver si así deja de ser tan estúpida.

- Eso no va a pasar. Sofía no va a acostarse con nadie y ya deja de decir estupideces -solté de inmediato, casi sin pensarlo.

-Qué posesivo te pusiste, querido esposo ¿No será que te estás enamorando de ella? - pregunto furiosa mientras comenzaba a empujar mi pecho.

La manera de resolver las cosas para Isabela siempre era a los gritos o con amenazas. Sin embargo, como no tenía paciencia para eso, solo la besé con fuerza y con rabia, evitando que pudiera seguir diciendo más estupideces. Sin embargo, durante el sexo con ella, no pude dejar de pensar en Sofía y en el hecho de que alguien más pueda tocar su piel.

Recuerdo como se estremeció entre mis brazos cuando la besé en la cocina aquella noche y lo peor de todo es que me molesta enormemente el simple hecho de que ella pueda estar con alguien más.

Después del sexo que acababa de tener, mientras Isabela dormía, me quedé sentado en el borde de la cama. El cigarro se consumía en mis dedos sin que lo probara, ya que la culpa me devoraba el alma. No podía seguir así por mucho más tiempo y lo ideal sería conseguir una solución rápida a sus problemas.

...

Por otro lado, aun en el departamento; Sofía comenzó a cambiar drásticamente. Ella ya no era la niña que miraba a todo con ternura. Thiago se daba cuenta de que cada vez más su alma pura se contaminaba de dolor y todo por su culpa.

Cuando la mañana llegó. Él se encontraba terminando de arreglarse para ir a la empresa. Isabela, quien lo veía desde la cama, no iba a perder la oportunidad de decirle algo y él lo sabía.

- Esa estúpida te está dominando - dijo Isabela viéndome a través del espejo frente a mí - La mocosa te está ganando y ni siquiera te has dado cuenta ¿Qué esperas para ponerla en su sitio y dejarle claro que ella no es nadie?

Y ahí estaba, una vez más, con el mismo tema y ya no sabía de qué maneras le iba a explicar qué a mí Sofía no me interesaba. Así que salí de su departamento sin decir adiós y decidí no contestar para evitar seguir con la misma discusión.

Luego de conducir hasta llegar a la empresa, mi secretaria me avisó que en mi oficina me esperaba Santiago. Seguramente viene a hablar de su hermana y no esperaba para menos viviendo de alguien como él.

- ¿Qué haces aquí tan temprano Santiago? - le pregunté pasando por su lado directamente hacia mi asiento

-¿Vine a preguntarte por qué no le dices la verdad a mi hermana? - preguntó Santiago en un tono bastante serio.

- ¿De qué verdad estás hablando?

- Que vas a dejarla una vez obtengas tu herencia por completo porque te sigues acostando con Isabela.

- Eso no es asunto tuyo y no deberías de meterte en mis asuntos - conteste a la defensiva de inmediato.

- Ella es mi hermana, lo que significa que también es mi problema. Todo lo que le hagas me lo haces a mí y yo no te aconsejo seguir por ese camino.

- ¿Y tú qué vas a hacer? ¿Golpearme? ¿Acaso crees que eso va a detenerme? - dije desafiante y Santiago sonrió, pero no había humor en su cara.

- No solo voy a golpearte, Thiago, será mucho peor que eso. Solo quería recordarte que si Sofía vuelve a llorar por tu culpa te las verás conmigo, ya que yo voy a ser el primero en ayudar para que pierdas tu herencia. Sería muy triste que lo que más quieres se te vaya de las manos en un abrir y cerrar de ojos.

                         

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