Antes que el tiempo nos separe
img img Antes que el tiempo nos separe img Capítulo 3 Lo que Elías nunca dijo
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Capítulo 6 El precio de callar img
Capítulo 7 La cuenta regresiva img
Capítulo 8 La arquitectura del silencio img
Capítulo 9 La verdad entre planos y vino img
Capítulo 10 El silencio antes de la palabra img
Capítulo 11 Cartas que el tiempo no podrá borrar img
Capítulo 12 Seis meses para vivir img
Capítulo 13 El viaje que sanó img
Capítulo 14 Una invitación para despejar el alma img
Capítulo 15 El viaje que cambió todo img
Capítulo 16 Cuando la amistad se viste de amor img
Capítulo 17 Secretos revelados bajo el cielo abierto img
Capítulo 18 Entre recuerdos, risas y sueños img
Capítulo 19 El rostro de la vulnerabilidad img
Capítulo 20 Pinceladas del alma img
Capítulo 21 El deseo de las locuras img
Capítulo 22 Un refugio desconocido img
Capítulo 23 Bailando bajo la lluvia img
Capítulo 24 La noche que compartimos el silencio img
Capítulo 25 La grieta bajo la piel img
Capítulo 26 Las palabras que no debía leer img
Capítulo 27 El peso del silencio img
Capítulo 28 Lo que escondía el silencio img
Capítulo 29 Las verdades que arden img
Capítulo 30 Lo que el cuerpo no puede callar img
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Capítulo 3 Lo que Elías nunca dijo

Elías tenía una rutina discreta. Café a las siete, noticias a las siete y quince, una caminata corta por la terraza a las ocho. No necesitaba mucho para sentirse en control. Pero había un momento del día que no se marcaba en ningún reloj: ese instante, casi sagrado, en el que Luna abría su ventana.

A veces salía con el cabello aún mojado, envuelta en una bata que tenía restos de pintura en las mangas. Otras, con una coleta mal hecha y una taza de té con canela entre las manos. Siempre parecía vivir al margen de todo lo establecido. Incluso del tiempo.

Elías la observaba sin que ella lo supiera. No de forma invasiva, sino como quien contempla un cuadro favorito cada día y, aun así, descubre un matiz nuevo.

Luna tenía una costumbre: canturrear mientras regaba sus plantas. Canciones sin letra, melodías improvisadas. Era como si su alma hablara sin filtro, sin miedo. A veces Elías se preguntaba si ella sabía lo que provocaba. Si se daba cuenta de que su risa podía romper el silencio más firme. O que su presencia, tan luminosa, era capaz de llenar cualquier espacio.

Esa mañana, mientras fingía leer un plano en la mesa del comedor, la vio desde el reflejo de la ventana. Luna bailaba sola. Auriculares puestos, ojos cerrados, pies descalzos. Giraba lentamente como si flotara, ajena al mundo, ajena a él.

Elías no pudo evitar sonreír.

No entendía cómo algo tan simple podía hacerle doler el pecho. Era una felicidad quieta, sin nombre. El amor que él sentía por Luna no era dramático ni escandaloso. No era fuego. Era algo más profundo, más constante. Como una raíz que había crecido con los años sin que nadie lo notara.

Recordó la primera vez que la vio. Ella acababa de mudarse. Cargaba una caja enorme y tenía pintura en la nariz. Él le ofreció ayuda, pero ella lo miró con una sonrisa enorme y le dijo: "Estoy bien, pero gracias, vecino guapo".

A partir de ahí, todo cambió. Lentamente, sin prisa, sin promesas.

Luna entró en su vida como entra la primavera en una ciudad gris: sin pedir permiso.

Desde entonces, Elías había construido su mundo alrededor de su presencia. No de forma evidente. No con palabras. Sino con gestos mínimos: aprendiendo a tomar té, aceptando visitas improvisadas, dejando una silla libre en su estudio... por si ella decidía entrar.

Sabía que no podía decirle lo que sentía. Tenía miedo de que cualquier confesión destruyera lo único que tenía: su cercanía. Su amistad.

-Buenos días, arquitecto silencioso -dijo Luna de pronto, abriendo la puerta de su balcón.

Elías se sobresaltó, dejando caer su lápiz.

-Buenos días -respondió, recuperando la compostura-. ¿Ensayando un musical?

-¿Qué puedo decir? Hoy el cuerpo me pidió bailar.

-Y la ciudad te lo agradece -dijo él, en tono neutro, pero con el corazón latiendo de más.

Luna se rió. Y él se quedó ahí, observándola, como todos los días. Amándola en silencio, como todos los días.

            
            

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