Antes que el tiempo nos separe
img img Antes que el tiempo nos separe img Capítulo 5 Lo que se rompe en silencio
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Capítulo 6 El precio de callar img
Capítulo 7 La cuenta regresiva img
Capítulo 8 La arquitectura del silencio img
Capítulo 9 La verdad entre planos y vino img
Capítulo 10 El silencio antes de la palabra img
Capítulo 11 Cartas que el tiempo no podrá borrar img
Capítulo 12 Seis meses para vivir img
Capítulo 13 El viaje que sanó img
Capítulo 14 Una invitación para despejar el alma img
Capítulo 15 El viaje que cambió todo img
Capítulo 16 Cuando la amistad se viste de amor img
Capítulo 17 Secretos revelados bajo el cielo abierto img
Capítulo 18 Entre recuerdos, risas y sueños img
Capítulo 19 El rostro de la vulnerabilidad img
Capítulo 20 Pinceladas del alma img
Capítulo 21 El deseo de las locuras img
Capítulo 22 Un refugio desconocido img
Capítulo 23 Bailando bajo la lluvia img
Capítulo 24 La noche que compartimos el silencio img
Capítulo 25 La grieta bajo la piel img
Capítulo 26 Las palabras que no debía leer img
Capítulo 27 El peso del silencio img
Capítulo 28 Lo que escondía el silencio img
Capítulo 29 Las verdades que arden img
Capítulo 30 Lo que el cuerpo no puede callar img
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Capítulo 5 Lo que se rompe en silencio

La lluvia caía con fuerza esa noche. Golpeaba las ventanas como si quisiera entrar, y la ciudad parecía envuelta en un velo gris que apagaba los colores. Elías estaba en su estudio, revisando un diseño en la pantalla cuando escuchó los golpes en la puerta.

No eran insistentes ni rítmicos. Eran inseguros, como si quien los diera no estuviera del todo seguro de querer ser escuchado.

Abrió. Luna estaba allí, empapada, con el maquillaje corrido y los ojos rojos. Llevaba un suéter enorme -probablemente no era suyo- y los brazos cruzados como si se abrazara a sí misma.

-¿Puedo pasar? -preguntó en voz baja.

Él solo asintió y se hizo a un lado. Luna entró, sin decir palabra, y se sentó en el sofá como si ya conociera el camino. Elías fue por una toalla y se la tendió sin decir nada.

Durante un rato, el único sonido fue el de la lluvia y el crujido de sus ropas mojadas. Finalmente, ella habló:

-¿Alguna vez pensaste que conocías a alguien... y resultó ser un extraño? ¿Así, de golpe?

Elías se sentó frente a ella, con las manos entrelazadas. No respondió. Solo esperó.

-Me engañó -dijo finalmente-. Durante meses. Y lo peor no es eso... lo peor es que yo lo presentí. Pero me aferré a la idea de que era amor. ¿Qué tan estúpida puede ser una?

-No es estúpido confiar -dijo él suavemente-. Es valiente.

Luna soltó una risa amarga.

-Valiente sería no volver a caer. Pero ya me conozco. Voy a enamorarme de nuevo, de alguien igual o peor. Porque así soy. Una tonta romántica con talento para elegir hombres rotos.

Elías la miró en silencio. Quiso decirle que no estaba rota. Que era brillante, fuerte, generosa. Que merecía a alguien que la mirara como él la miraba desde hacía años. Pero no dijo nada. Porque ella no necesitaba verdades nuevas, sino compañía en la herida.

-¿Quieres quedarte esta noche? -preguntó, como quien extiende una cuerda entre dos abismos.

Luna lo miró. Sus ojos seguían húmedos, pero su voz ya no temblaba.

-¿Molesto?

-Jamás.

Ella se recostó en el sofá, abrazando una de las almohadas. Elías le alcanzó una manta y luego se sentó a su lado, en silencio. Luna cerró los ojos, y él la observó unos minutos, como si pudiera protegerla solo con la mirada.

Esa noche, Elías durmió en una silla, con el corazón lleno de amor y el alma hecha pedazos. Porque estar cerca de ella era lo mejor... y lo más doloroso que le había tocado vivir.

                         

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