Al tercer día, le dieron el alta. Antonio, alegando que necesitaba aire fresco, insistió en llevarla a un centro comercial de lujo.
Y allí, en el brillante atrio del centro comercial, se encontraron con ellos.
Damián y Sofía.
El rostro de Damián se heló en el momento en que la vio con Antonio. Un músculo se contrajo en su mandíbula.
-Valeria -dijo, su voz tensa-. ¿Olvidaste lo que me prometiste?
Sofía estaba a su lado, luciendo incómoda, sus ojos moviéndose entre los tres.
Antonio, siempre el actor, pasó un brazo casual por los hombros de Valeria. -Relájate, hermano -dijo, con un tono juguetón en su voz que no llegaba a sus ojos-. Solo estamos tomando un poco de aire. No querrás molestar a tu hermosa prometida, ¿verdad? -Le guiñó un ojo a Sofía.
Valeria solo bajó la mirada. -Solo estábamos... eligiendo un regalo de bodas para ustedes -murmuró, la mentira sabiendo a ceniza en su boca.
Era una excusa plausible, una forma perfecta de explicar que estuvieran juntos.
La expresión de Damián no se suavizó. -Bien -dijo, su voz cortante-. Entonces pueden comprar con nosotros.
No era una sugerencia. Era una orden. Quería vigilarlos, controlar la situación.
Valeria captó el destello de una sonrisa triunfante en el rostro de Antonio. Había conseguido lo que quería: más tiempo en presencia de Sofía, bajo el disfraz de un feliz cuarteto. Y Valeria era su boleto de entrada.
Los siguió aturdida, una silenciosa cuarta rueda en su retorcida dinámica. Fueron a una joyería, donde Sofía se probó collares de diamantes. Luego, fueron a una boutique de novias.
Sofía salió del probador en una nube de seda blanca y encaje. Se veía impresionante.
-¿Qué piensas, Dami? -preguntó, girando felizmente.
-Está bien -respondió Damián, sus ojos mirando distraídamente hacia Valeria.
Pero Antonio estaba cautivado. Miraba a Sofía, su máscara resbalando por un momento, sus ojos llenos de una adoración cruda y sin disimulo. Era la mirada de un adorador ante una diosa.
-Antonio, ¿puedes tomarme una foto? -preguntó Sofía, entregándole su teléfono.
Él lo tomó, sus dedos rozando los de ella. Anguló el teléfono, tomando foto tras foto, pero solo fotografió a Sofía. Damián, de pie a su lado, fue completamente recortado del encuadre. Valeria lo vio transferir discretamente las fotos a su propio teléfono por AirDrop antes de devolverle el de Sofía. Estaba coleccionando reliquias de ella.
Valeria se sentó en un sofá de terciopelo, observando la escena. Una presión sorda y pesada se instaló en su pecho. Era una extraña en todo aquello. El pasado con Damián era una mentira. El presente con Antonio era una mentira más grande. Y el futuro... el futuro era un extraño discapacitado en Seattle. No tenía nada.
Con un profundo suspiro, se levantó y caminó hacia el baño, necesitando un momento de silencio.
Cuando regresó, Damián se había ido, llamado por una emergencia de negocios. Sofía ahora se estaba probando trajes con Antonio.
-Esto es para ti -dijo Sofía, sosteniendo un apuesto traje gris-. Un agradecimiento por toda tu ayuda y por ser tan buen amigo.
El rostro de Antonio se iluminó con un deleite genuino y no forzado. Tomó el traje e inmediatamente fue a probárselo.
Se veía impresionante. Sofía sonrió radiante. -¡Ahora solo necesitamos que Valeria se pruebe un vestido para que podamos ver cómo se ven juntos! -dijo, su voz llena de un entusiasmo inocente y casamentero.