Chapter 3
Camila se quedó a dormir.
Sofía yacía en su cama, las delgadas paredes no podían bloquear los sonidos ambiguos que provenían de la habitación de al lado.
Dormir era imposible.
Se levantó y fue al balcón, encendiendo un cigarrillo. Había aprendido a fumar en secreto hacía mucho tiempo.
El sabor amargo llenó su boca, igual que la amargura en su corazón.
A la mañana siguiente, bajó con ojeras oscuras bajo los ojos.
Camila, con un aspecto fresco y radiante, la llevó al sofá.
-Sofi, el cumpleaños de Alejandro se acerca. ¿Qué tipo de fiesta crees que le gustaría? ¿Una temática de playa?
Las tenues marcas rojas en el cuello de Camila apenas se veían por encima de su cuello. Eran como agujas que le picaban los ojos a Sofía.
Recordó haber caminado con Alejandro por una playa una tarde. Le había dicho que amaba el mar.
Él le había prometido que a partir de entonces, cada uno de sus cumpleaños se celebraría junto al mar.
En aquel entonces, sus ojos estaban llenos de ella.
Ahora, la evitaba como a la peste. Había olvidado todo lo que a ella le gustaba y le disgustaba.
Justo cuando Sofía estaba a punto de hablar, Alejandro interrumpió desde la cocina.
-Si quieres saber sobre mis asuntos, deberías preguntarme directamente.
Camila hizo un puchero juguetón.
-Solo pensé que Sofi te conocería mejor.
Sofía forzó una sonrisa, con el corazón dolorido.
-No lo conozco tan bien.
Se levantó para irse, la amargura en su corazón amenazaba con abrumarla.
-¿A dónde vas tan temprano? -la voz de Alejandro, de repente fría, la detuvo.
El corazón de Sofía tembló.
-Tengo una cita para tramitar mi visa.
Camila pareció sorprendida.
-¿Una visa? ¿Te vas de viaje? ¿Con tu novio?
Alejandro frunció el ceño, su tono agudo con desaprobación.
-Sofi, no quiero que te involucres con nadie hasta que te establezcas en la universidad.
Su fría condena golpeó su corazón. Ni siquiera tuvo fuerzas para explicar.
Camila suavizó las cosas con una sonrisa.
-Ay, Alejandro, no seas tan estricto. Sofi es una chica grande. Es normal enamorarse.
Alejandro y Camila se fueron juntos, de la mano.
Sofía se quedó en la sala, sus manos se cerraron lentamente en puños.
Solo tuvo dieciocho años una vez, y se los había entregado todos a él.
No dejaría que su juventud fuera enterrada en un pantano de amor no correspondido.
Salió de la casa. Caía una ligera llovizna y el aire estaba frío.
Recordó cómo Alejandro solía recogerla y dejarla personalmente en los días de lluvia, sosteniendo un paraguas sobre ella. Solía decir que ella era su puerto seguro en una tormenta.
Se dijo a sí misma que se acostumbrara a caminar sola.
Abrió su paraguas y caminó bajo la lluvia.
Después de obtener su visa, estaba a punto de pedir un Uber cuando instintivamente hizo clic en el perfil de Alejandro, que había configurado como notificación especial.
Acababa de publicar una nueva actualización.
"Un día lluvioso es perfecto para un anuncio oficial".
La foto que lo acompañaba era una foto de boda de él y Camila. Él sonreía, con los ojos llenos de ternura.
La sección de comentarios estaba inundada de felicitaciones.
El lado izquierdo de su pecho ya no dolía con esa punzada familiar. Estaba entumecido.
Con calma, escribió un comentario.
"La pareja perfecta".