Diez años como pupila
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Capítulo 6 6

Chapter 6

Después de empaparse bajo la lluvia, Sofía se sintió mareada cuando llegó a casa. Se dio una ducha rápida y cayó en un sueño profundo.

Durante los siguientes días, ella fue la única en la mansión. Se había acostumbrado y ya no le importaba el paradero de Alejandro.

Recibió un mensaje de su padre con la información de su vuelo y los arreglos para que él la recogiera.

Revisó el calendario. Solo quedaban siete días.

La fecha de su partida era el cumpleaños de Alejandro.

Irse era su regalo final para él.

Unos días después, empacó sus pertenencias restantes y contactó a un servicio de donación para que recogiera las cosas que no podía llevarse.

Justo cuando el repartidor estaba haciendo el inventario, Alejandro llegó a casa.

-¿Qué estás haciendo? -preguntó.

Sofía llenó el formulario, le hizo un gesto al repartidor para que se fuera y explicó con calma:

-Solo deshaciéndome de algo de ropa vieja.

Alejandro frunció el ceño. Sintió que ella había cambiado mucho. Había una sensación de vacío.

-Camila y yo vivimos ahora en nuestro departamento del centro. Es más tranquilo allí -le informó.

Sofía asintió levemente. Sin ella, de hecho, sería tranquilo.

Inconscientemente preguntó:

-¿Puedo ir a tu fiesta de cumpleaños? Este será el décimo año.

Alejandro no quería hablar de eso. Pasó junto a ella con su maleta y se fue, cerrando la puerta de golpe.

El corazón de Sofía tembló y sus ojos se enrojecieron.

Volvió a su habitación y, por costumbre, abrió el cajón de su buró para mirar la pintura rota, pero estaba vacío.

La había tirado.

Todo lo que quedaba en el cajón era un viejo cuaderno de bocetos.

Lo sacó. Cada página estaba llena de dibujos de Alejandro.

Recordó que él le tomó la mano y le dijo: "Te llevaré a casa".

Recordó que le puso una medalla de oro alrededor del cuello y le dijo: "Tú eres mi gloria".

Recordó que le dio una rosa y le dijo: "Esperaré a que crezcas".

Tendría que raspar esos recuerdos de su corazón, uno por uno.

La última página del cuaderno de bocetos estaba en blanco. Solía dibujar una foto de ellos juntos cada año. Este año, decidió dibujarlo a él y a Camila.

Dibujó con cuidado y meticulosidad hasta que cayó el anochecer.

El sonido de la puerta principal abriéndose rompió el silencio. Vio a Alejandro entrar a trompicones, apestando a alcohol.

-¿Estás bien? -preguntó, corriendo a sostenerlo.

Alejandro se apoyó pesadamente en ella, su brazo rodeando su cintura.

Luego, sus labios ardientes se presionaron contra los de ella.

            
            

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