-¿No quieres un hijo? -La voz de Ángel goteaba desprecio-. Bien. Después de que nos divorciemos, puedes tener tantos hijos como quieras con quien sea que te acepte.
Me miró de arriba abajo, con una mueca de desdén en su rostro.
-Pero seamos honestos, Alicia. Esta actitud tuya... solo te está haciendo menos atractiva. Me está hartando.
Sus palabras estaban destinadas a herir, a recordarme mi supuesta impotencia.
-¿Quieres el divorcio? Bien -espetó, su paciencia finalmente rota-. Lo tendrás.
Agarró un bolígrafo de mi barra y garabateó su firma en los papeles del divorcio con un floreo furioso. Luego, arrugó el documento y me lo arrojó a la cara.
-Ahí tienes. ¿Estás feliz ahora?
Me observó, sus ojos brillando con una anticipación maliciosa. Esperaba que me quebrara, que llorara, que suplicara.
Me agaché con calma y recogí los papeles arrugados, alisándolos sobre la barra. Mis manos estaban firmes. Mi rostro era una máscara plácida.
Lo miré, mis ojos fríos y muertos.
-Fuera de mi departamento.
Apretó la mandíbula. Mi falta de reacción lo enfureció. Había perdido el control de la narrativa y no podía soportarlo.
-Te arrepentirás de esto, Alicia -amenazó, su voz un gruñido bajo-. Vendrás arrastrándote, y no estaré aquí para levantarte.
Se dio la vuelta para irse. Cuando su mano tocó el pomo de la puerta, hablé.
-Ángel.
Se detuvo, una mirada de suficiencia extendiéndose por su rostro. Pensó que estaba cediendo. Se volvió, su expresión una mezcla de triunfo y lástima.
-Necesitamos fijar una fecha para ir al juzgado y hacerlo oficial -dije, mi voz perfectamente nivelada.
La suficiencia se desvaneció, reemplazada por un destello de pura rabia. Cerró la puerta de un portazo detrás de él sin decir otra palabra.
No habían pasado ni diez minutos cuando mi teléfono vibró. Era una notificación de Instagram. Valeria había actualizado su perfil.
Era una foto de ella y Ángel, tomada hacía solo unos momentos en su coche. Su cabeza estaba en su hombro, el brazo de él alrededor de ella. El pie de foto decía: "Algunas personas simplemente no saben cuándo soltar. Tan feliz de estar con el hombre que realmente me ama. #sinpreocupaciones #amorreal".
Sentí una oleada de asco. Esta mujer, esta criatura patética que Ángel usaba como arma y excusa. Había empezado a llamarla "La Sanguijuela" en mi cabeza. No solo estaba deprimida; era un vacío, necesitando constantemente alimentarse del drama de otras personas para sentirse viva.
Entonces, apareció un mensaje privado de ella.
Era una foto de su cuello, cubierto de chupones frescos y de aspecto furioso.
Siguió un segundo mensaje: "Solo quería asegurarme de que vieras cuánto me extrañaba Ángel. Fue tan rudo esta noche. No creo que pueda caminar mañana. ;)".
Luego otro: "¿Estás bien, Alicia? Estoy tan preocupada por ti, sola en ese triste departamentito".
La pura audacia era casi cómica.
Mis dedos volaron por la pantalla antes de que pudiera detenerme.
"No te preocupes por mí. Preocúpate por ti. La anorexia es una condición seria. Probablemente deberías ver a un médico por estar tan delgada. Me sorprende que Ángel no te haya roto tus huesitos de pájaro con su noche 'ruda'".
Presioné enviar.