Ecos de amor: cariño, ya no te amo
img img Ecos de amor: cariño, ya no te amo img Capítulo 3 El banquete de cumpleaños
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Capítulo 6 Has deshonrado a nuestra familia img
Capítulo 7 Mercancía en una subasta img
Capítulo 8 El niño es tuyo img
Capítulo 9 Vamos a casarnos img
Capítulo 10 No la incomodes img
Capítulo 11 Si tan solo pudiera replicar img
Capítulo 12 El sabor de la rebeldía img
Capítulo 13 Se parece a alguien que conozco img
Capítulo 14 Un trato ineludible img
Capítulo 15 Una bofetada img
Capítulo 16 ¿Qué razón tengo para verla img
Capítulo 17 ¿Crees que coquetearía con la mujer de Andreas img
Capítulo 18 Un escudo llamado esposa img
Capítulo 19 Una mentirosa sin escrúpulos img
Capítulo 20 Te arrepentirás de esto img
Capítulo 21 El fin de la sumisión img
Capítulo 22 Quién dijo que me iba img
Capítulo 23 Veo que te juzgué mal img
Capítulo 24 Devuélveselo a tu ex img
Capítulo 25 La prueba de la noche img
Capítulo 26 Malentendido img
Capítulo 27 El eco de una noche agitada img
Capítulo 28 Un lugar entre ellos img
Capítulo 29 Una lengua afilada img
Capítulo 30 Andreas, necesito tu ayuda img
Capítulo 31 No vuelvas a hablar así de mi esposa img
Capítulo 32 Siempre me apartas img
Capítulo 33 La esposa secreta img
Capítulo 34 Trabajando hasta tarde img
Capítulo 35 Una ternura imprevista img
Capítulo 36 Se acabó img
Capítulo 37 ¿Para quién era el carro img
Capítulo 38 Un camino allanado img
Capítulo 39 Los pequeños gestos de cuidado de Jordy img
Capítulo 40 ¿Significaba esto que habían vuelto img
Capítulo 41 Una visita inesperada img
Capítulo 42 Nada más que una sustituta img
Capítulo 43 Deja de pisotear mi dignidad img
Capítulo 44 Un reconocimiento inmerecido img
Capítulo 45 No somos nada img
Capítulo 46 Demasiado tarde para el pudor img
Capítulo 47 Este ascenso era su oportunidad img
Capítulo 48 Pareja de baile img
Capítulo 49 Un huésped sin linaje img
Capítulo 50 Un abrazo en la penumbra img
Capítulo 51 ¿Quién te regaló ese vestido img
Capítulo 52 Un rostro del pasado img
Capítulo 53 Reinas rivales img
Capítulo 54 Andreas sufre un accidente de auto img
Capítulo 55 Tengo sed img
Capítulo 56 Una noche inolvidable img
Capítulo 57 ¿Te vas a poner tímida justo ahora img
Capítulo 58 Aquí no te necesitamos img
Capítulo 59 Un cumplido envenenado img
Capítulo 60 Un malentendido cortés img
Capítulo 61 El verdadero festín img
Capítulo 62 ¿Dónde estabas img
Capítulo 63 ¿Te avergüenzas de mí img
Capítulo 64 Considéralo mi disculpa img
Capítulo 65 Calor y frío img
Capítulo 66 La palabra equivocada img
Capítulo 67 Se los compré a un vendedor ambulante img
Capítulo 68 ¿Le hicieron pasar un mal rato img
Capítulo 69 La sombra de otra mujer img
Capítulo 70 Mis asuntos no te incumben img
Capítulo 71 ¿Intentar sabotear el evento img
Capítulo 72 Una disculpa img
Capítulo 73 El amigo de la infancia de Andreas img
Capítulo 74 ¿Te sientes herida img
Capítulo 75 El precio del silencio img
Capítulo 76 Una visita a Lambert img
Capítulo 77 El cuidado de Cathy por Evelina img
Capítulo 78 Un silencio ominoso img
Capítulo 79 ¿Prefieres seguir así img
Capítulo 80 Estamos casados img
Capítulo 81 Los sentimientos de Jordy img
Capítulo 82 Si él no estuviera img
Capítulo 83 Yo lideraré el equipo img
Capítulo 84 Una promesa incumplida img
Capítulo 85 Una promoción agridulce img
Capítulo 86 ¿Quién eres tú exactamente para Evelina img
Capítulo 87 Yo cuidaré de ti personalmente img
Capítulo 88 Y no permitiré que la traten mal img
Capítulo 89 Rumores img
Capítulo 90 ¿No tienes pudor img
Capítulo 91 La misma mujer img
Capítulo 92 Palabras como navajas img
Capítulo 93 Creí que tendrías demasiado miedo para enfrentarme img
Capítulo 94 Lo que siente por ti no es amor img
Capítulo 95 Las marcas de la furia img
Capítulo 96 ¿No has tenido suficiente img
Capítulo 97 Acto de posesión img
Capítulo 98 La marca del resentimiento img
Capítulo 99 ¿Por qué quieres salir esta noche img
Capítulo 100 Hacerse la difícil img
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Capítulo 3 El banquete de cumpleaños

Evelina apenas recordaba cómo había salido de la mansión de los Quinn. Su mente estaba envuelta en una densa niebla que no tenía interés en despejar. No deseaba saber nada de sus vidas, pero Tessa se las ingeniaba para restregarle su nueva realidad en la cara, exhibiendo su compromiso en cualquier ocasión.

Evelina encontró refugio en un pequeño apartamento cerca de su oficina: cuarenta metros cuadrados de soledad, con paredes blancas y desnudas, un baño dividido y muebles de segunda mano que crujían al menor contacto. Pero era su santuario, una frágil frontera que la familia Quinn no podía cruzar.

Una noche lluviosa, la avalancha de publicaciones de Tessa en Instagram agotó su paciencia. Intentaba bloquearla, pero su dedo resbaló y abrió la publicación más reciente.

Su hermana adoptiva, fiel a su costumbre de presumir, compartió una foto: el resplandeciente salón de los Quinn, donde un despliegue de joyas y un fajo de escrituras de propiedad cubrían la mesa de centro.

El texto que acompañaba la imagen no pasaba desapercibido. "Esto es lo que me han dado mis padres: ¡regalos de boda adelantados, valorados en más de diez millones!".

Navegar por el perfil de Tessa era como sumergirse en un delirio de opulencia: deportivos relucientes alineados como trofeos, bolsos de diseñador esparcidos sobre camas suntuosas, hileras de vestidos de alta costura y diamantes que centelleaban bajo la luz. Incluso las capturas de pantalla del chat familiar eran dolorosas. En ellas, Albin, normalmente tan distante, se mostraba bromista y afectuoso; Joanna, que jamás le había dedicado una palabra amable a Evelina, se deshacía en atenciones con Tessa.

Ante el mundo, parecían la familia perfecta: unida, glamurosa y desbordante de amor. ¿Quién no sentiría envidia?

Una sonrisa amarga torció los labios de Evelina. El chat familiar tenía solo tres miembros; a ella ni siquiera la habían incluido.

La última vez que Albin y Joanna le enviaron un mensaje fue para presionarla a aceptar el matrimonio concertado, fingiendo una preocupación que sus propias palabras sobre los regalos de boda desmentían.

"Guardaremos aquí los regalos de boda para ti", insistieron. "De lo contrario, la familia Dawson se quedará con todo en cuanto te mudes. Pero no te preocupes; hemos encargado unas preciosas mantas de seda solo para ti".

Al recordarlo, casi le daba risa lo ingenua que fue al sentir siquiera un atisbo de gratitud.

A Tessa, que ni siquiera era pariente de sangre, le regalaban casas y autos de lujo, llenaban la mansión de joyas deslumbrantes y regalos suntuosos, aterrados de que a su niña preciosa pudiera faltarle algo al casarse con los Dawson. Para Evelina, en cambio, su única preocupación era si tendría suficientes mantas.

Con un toque firme, ella bloqueó a sus padres y a su hermana adoptiva. Su reputación ya estaba por los suelos; probablemente deseaban que desapareciera para siempre y así librarse de más vergüenza.

Respiró hondo para calmar los nervios antes de la jornada laboral que le esperaba. Se puso una camiseta de cuello alto bajo el uniforme para ocultar las marcas recientes que salpicaban su piel, en especial los oscuros e inconfundibles chupetones en el cuello.

Evelina ocupaba un puesto clave en Banco Rise, uno de los principales bancos privados del país, con sucursales en las ciudades más importantes.

Se especializaba en operaciones de crédito: examinaba y aprobaba cada solicitud de préstamo antes de que llegara a manos del director del departamento, Jordy Bailey. El departamento no podía procesar un solo caso sin su visto bueno.

Sin embargo, su afasia le suponía un obstáculo constante. No podía usar el lenguaje de señas en las reuniones con clientes, pues nadie más en la sala la entendería.

Aun así, su impresionante currículum, con una doble titulación en finanzas y gestión empresarial, llevó al banco a hacer una excepción en sus políticas para contratarla.

Por supuesto, su entrada en ese lugar no se debió únicamente a sus credenciales. Su antiguo compañero de estudios, Jordy, intercedió por ella en el momento justo.

Una tarde, este entró en su oficina con su habitual simpatía y dejó una gruesa carpeta sobre el escritorio. "Son los documentos de crédito del Grupo Wright. Revísalos en cuanto puedas", dijo. "La dirección quiere que consigamos a este cliente. Su flujo de caja anual es de miles de millones. Si cerramos este acuerdo, nuestras primas de fin de año se van a disparar".

Su trato afable y su sonrisa radiante lo convertían en el favorito de las empleadas más jóvenes de la oficina, aunque él parecía no darse cuenta de su propia popularidad.

Evelina asintió en silencio, con una compostura profesional que no delataba el menor nerviosismo. Había gestionado tantos casos de crédito que el proceso era para ella algo tan natural como respirar.

Jordy se inclinó hacia ella, con tono casual pero con una mirada atenta. "El día tres estaré fuera de la ciudad, viajo a Otresh por unas reuniones. Tendrás que ir tú en mi lugar al banquete de cumpleaños de Harold Wright".

Dicho esto, deslizó sobre el escritorio una invitación carmesí con un elaborado diseño.

El rostro de la joven reflejó una profunda confusión mientras la miraba.

"Ya me he encargado de tu vestido", continuó él con una sonrisa tranquilizadora. Y extendió la mano para revolverle el pelo en un gesto que se prolongó un instante más de lo necesario. "Solo tienes que entregar el regalo que he elegido y hacer acto de presencia".

Ese breve y afectuoso contacto la perturbó, pero decidió ignorarlo. Levantó las manos con rapidez y, con el ceño fruncido por la preocupación, articuló en lenguaje de señas una sola palabra: "¿Yo?".

Al percibir la vacilación en sus ojos, la expresión del hombre se suavizó, teñida de una genuina preocupación. "Solo tienes que presentarte, usar mi invitación y entregar el regalo. No es necesario que te relaciones con nadie", dijo en voz baja y tranquilizadora.

Un nudo de ansiedad oprimió el pecho de Evelina. Le aterraba la idea de meter la pata o hacer el ridículo, cualquier cosa que pudiera avergonzar a Jordy o poner en riesgo la confianza que había depositado en ella.

Al notar su inquietud, él se inclinó de nuevo, con un tono suave pero insistente. "Cerrar este trato con el Grupo Wright es crucial para nosotros. Mi padre movió algunos hilos para conseguir esta invitación, y no fue nada fácil. Por favor, Evelina, solo por esta vez".

Le había abierto incontables puertas a lo largo de los años. Elle le debía más de lo que jamás podría pagarle, por lo que asistir a un banquete con la élite de la ciudad era un precio pequeño en comparación. Mucha gente mataría por la oportunidad de codearse con la familia Wright; sería una necia si la rechazaba.

La chica entonces respiró hondo, se armó de valor y, con una sonrisa de gratitud iluminando su rostro, signó su asentimiento: "De acuerdo, iré".

Un mes después, la residencia de los Wright bullía de actividad. Los valet parking se movían con diligencia entre un desfile de autos de lujo que se alineaban a lo largo del borde del camino.

Evelina se bajó de un taxi en la acera, acunando una caja de madera labrada contra su costado. En lugar de unirse a la fila de vehículos de lujo, se deslizó discretamente por la acera, prefiriendo acercarse a pie para pasar desapercibida.

Aun así, su figura esbelta y su porte sereno atrajeron más de una mirada furtiva entre la multitud.

Cuando la fila de carros de alta gama se detuvo, varias cabezas se giraron desde los lujosos interiores para seguirla con la vista.

El vestido de color albaricoque que Jordy había elegido se ceñía a su silueta con líneas sutiles y depuradas, y el escote y la cintura se realzaban con un corte intrincado. Llevaba el pelo recogido en una sencilla coleta baja, sin joyas en el cuello o en las orejas. Sin embargo, había algo en su aire que la hacía imposible de ignorar.

Un empleado que esperaba junto a la puerta la condujo rápidamente al interior.

Justo cuando ella cruzaba el umbral, un Bentley negro azabache se detuvo frente a la entrada, reclamando con calma el mejor lugar mientras la multitud se apartaba en un silencio reverente.

Recostado en el asiento trasero, Andreas descansaba enfundado en un traje de corte perfecto, con las largas piernas cruzadas con indiferencia. Observaba el alboroto a través de la ventanilla tintada con una expresión de absoluto tedio.

Sin moverse, dirigió la mirada al mayordomo que esperaba junto al auto. "¿Así que la abuela por fin ha vuelto de su retiro espiritual?".

El otro, siempre imperturbable, respondió: "Su abuela nos avisó hace dos meses. Quería que usted empezara a involucrarse en los negocios de la empresa. Su plan era regresar justo antes del cumpleaños de su abuelo, a tiempo para la reunión familiar".

Sin esperar a que avanzara el resto de la fila, el mayordomo abrió la puerta de Andreas con pericia, ignorando a los impacientes conductores de los vehículos de lujo que aguardaban detrás, todos ansiosos por asistir al banquete del octogésimo cumpleaños de Harold.

Para Andreas, sin embargo, esto no era más que un regreso a casa a regañadientes.

Después de cinco años fuera, la residencia de los Wright le resultaba a la vez familiar y extraña. El personal se afanaba en el patio, montando una suntuosa mesa de postres mientras elegantes invitados conversaban junto a la fuente, cuyo murmullo se mezclaba con la música. Andreas entró con paso firme y una compostura inquebrantable. Su sola presencia atraía la atención sin necesidad de pronunciar palabra.

Su figura era imponente con aquel traje impecable, y su mandíbula angulosa y sus ojos fríos y cautivadores atraían las miradas insistentes de cuantos se cruzaban con él. No obstante, su actitud era distante, ajena a la celebración que lo rodeaba.

Su llamativo atractivo provocaba una oleada de miradas furtivas por parte de las jóvenes privilegiadas de la ciudad, pero ninguna se atrevía a acercarse. Su presencia irradiaba una confianza gélida que mantenía a todo el mundo a distancia.

Abrumada por el bullicio y las luces brillantes, Evelina entregó discretamente el regalo para Harold a un empleado y se escabulló hacia el borde de la multitud. Se llevó una mano a la sien, sintiendo una oleada de náuseas mientras el dulce aroma de los postres se mezclaba con el penetrante olor del champán.

Llevaba días con el estómago revuelto, y las náuseas la asaltaban sin previo aviso.

De pronto, una voz familiar atravesó el murmullo. "Evelina, ¿qué te trae por aquí?".

Tessa había conseguido de alguna manera una invitación y se pavoneaba entre la multitud con un vestido deslumbrante. Cada uno de sus gestos estaba calculado para impresionar: la forma en que hacía girar su copa de vino, la inclinación de su barbilla y el destello del anillo de diamantes en su mano derecha.

Evelina se dio cuenta de que el mismo anillo que la familia Dawson había elegido para su propia fiesta de compromiso ahora brillaba ostentosamente en el dedo de su hermana adoptiva, apenas dos meses después.

Su paciencia se agotó. No tenía ningún deseo de montar una escena, por lo que se dispuso a marcharse, pero Tessa, con un giro ensayado, le bloqueó el paso, negándose a dejarla escapar.

La voz de esa mujer rezumaba burla. "Todo el mundo habla de tu pequeño escándalo. Si yo fuera tú, tendría la decencia de quedarme en casa en lugar de seguir manchando el apellido de nuestra familia".

Evelina apenas le dedicó una mirada, pero el rabillo del ojo reflejaba un desprecio frío y afilado. Observó la teatralidad de Tessa y adivinó su plan: provocarla, montar un escándalo y luego culparla a ella para que toda la familia Wright lo presenciara.

Se negó a caer en una trampa tan obvia. Con una compostura gélida, se dio la vuelta para marcharse, ignorándola por completo.

Pero justo cuando daba un paso, un pie le enganchó el elaborado vestido. La pesada falda tiró de Evelina, haciéndola tropezar y caer hacia delante, incapaz de mantener el equilibrio.

Una pirámide entera de copas de champán se desplomó con la joven, y el estrépito de los cristales al hacerse añicos contra el cuidado césped silenció la fiesta al instante; todas las miradas se clavaron en ella.

            
            

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