El beso de despedida de cinco millones de dólares
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Capítulo 5

Eliana lo miró fijamente, su mente dando vueltas. -¿Lo sabías?

-Sí. -Su agarre en la mano de ella se hizo más fuerte. La miró, sus ojos llenos de una sinceridad dolida y desesperada-. Eliana, tienes que entender. Jessica... ella no es como tú. Ha sido mimada toda su vida. Necesita que la traten con cuidado. Necesita ganar.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire, frías y afiladas.

-Así que necesito que seas la persona más madura -continuó, su voz suplicante-. Sé la madura. Solo... déjala que se salga con la suya. Por mí.

Le estaba pidiendo que se tragara el veneno para que él no tuviera que hacerlo. Sabía que Jessica la había atacado, que había mentido, y le estaba pidiendo que protegiera a su atacante. Que fuera "comprensiva".

Se mordió el labio, con fuerza, hasta que sintió el sabor de la sangre. ¿No había fin para lo que él le pediría? ¿Tenía que sangrar, romperse, morir un poco más cada día solo para demostrar su amor?

-¿Le pedirías a ella que hiciera lo mismo por mí? -preguntó Eliana, su voz peligrosamente tranquila.

Braulio desvió la mirada. -Eso es diferente. Ella no... -Se interrumpió, pero ella escuchó las palabras no dichas. Ella no lo entendería. Es demasiado importante para que le pidan que sacrifique algo.

Un tazón de sopa caliente estaba en la mesita de noche. Eliana lo alcanzó, sus dedos rozando la cerámica caliente. Ni siquiera sintió la quemadura.

Él quitó la tapa de la sopa y tomó la cuchara. -Ten, déjame darte de comer. Estás débil.

Justo cuando levantaba la cuchara, la puerta se abrió de nuevo. Jessica estaba allí, con su propia mano vendada, su rostro un cuadro de remordimiento.

-Eliana, lo siento tanto, tanto -dijo, corriendo hacia la cama-. Estaba tan estresada por el caso. No debí desquitarme contigo.

Sacó una pequeña caja de terciopelo de su bolso. -Por favor, déjame compensártelo. -La abrió para revelar un par de impresionantes aretes de diamantes-. Quería darte estos.

Antes de que Eliana pudiera reaccionar, Jessica tomó uno de los aretes. -Déjame ayudarte a ponértelos.

-Braulio, dile que los acepte -dijo Jessica, mirándolo con ojos grandes y suplicantes-. Por favor.

-Solo déjala, Eliana -dijo Braulio, su voz cansada.

Eliana se quedó helada mientras Jessica tomaba el lóbulo de su oreja. Luego, un dolor agudo y punzante. Jessica había clavado el poste del arete directamente a través de su lóbulo sin perforar.

-¡Dios mío! -jadeó Jessica, retrocediendo-. ¡No tienes las orejas perforadas! ¡No tenía idea! ¡Lo siento tanto!

La sangre goteaba de la oreja de Eliana.

Eliana no sintió nada. Se llevó la mano a la oreja y sus dedos salieron ensangrentados. Miró la conmoción cuidadosamente fingida de Jessica, el suspiro frustrado de Braulio.

-Está bien -dijo, su voz plana-. No importa.

Braulio comenzó a moverse hacia ella, un destello de preocupación en sus ojos.

-Braulio, mira -dijo Eliana, señalando con un dedo tembloroso a Jessica-. El vendaje de tu novia se está soltando.

Su atención se centró en Jessica de inmediato. -Déjame ver. -Se preocupó por el rasguño menor de Jessica, dándole la espalda por completo a Eliana y a la sangre que corría por su cuello. Levantó a Jessica en brazos-. Te llevaré a que te lo vuelvan a vendar.

Se fueron. Eliana estaba sola de nuevo.

Miró la quemadura roja y furiosa en las yemas de sus dedos por el recipiente de la sopa. Sin un ápice de emoción, presionó la ampolla hasta que reventó.

Braulio la recogió del hospital al día siguiente. En el camino a casa, Jessica llamó.

-¡Eliana! ¡Qué bueno que ya saliste! Unos amigos míos van a tener una reunión esta noche, ¡tienes que venir! Será mi fiesta de disculpas para ti.

Antes de que Eliana pudiera negarse, Braulio ya había respondido por ella. -Allí estaremos.

La fiesta era en un lujoso penthouse con vistas a la ciudad. Todos eran hermosos, ricos y rebosantes de desprecio.

-Entonces, ¿quién es ella? -susurró en voz alta una mujer de pómulos afilados a su amiga, mirando el sencillo vestido de Eliana.

Jessica, siempre la anfitriona amable, se deslizó hacia ellas. -A todos, esta es Eliana. Es... una prima lejana de Braulio, de fuera de la ciudad.

Una prima lejana. Eso era ella ahora.

El grupo la miró de arriba abajo, sus miradas despectivas. -¿Una cocinera? Qué pintoresco -se burló uno de ellos.

Braulio frunció ligeramente el ceño, pero Jessica simplemente se rio, guiando la conversación hacia un tema más adecuado: su reciente viaje a Mónaco.

Eliana se desvaneció en el fondo, encontrando un asiento en un rincón oscuro. Los observó, una manada de lobos brillantes y hermosos. Esta era su vida ahora. Ella no tenía lugar en ella.

Braulio comenzó a caminar hacia ella, pero su teléfono sonó. -Es mi suegro -le articuló a Jessica, refiriéndose a Daniel Cantú. Le dirigió una mirada a Jessica. Vigílala. Luego salió al balcón.

En el momento en que se fue, el comportamiento de Jessica cambió. Ella y sus amigas se agruparon, ignorando a Eliana por completo, su conversación una cascada de marcas y resorts de lujo.

Eliana se sintió pequeña y miserable, una mala hierba en un jardín de rosas perfectas.

-¿Ese vestido es de un bazar? -preguntó en voz alta una de las amigas de Jessica, una rubia llamada Sofía, señalando a Eliana.

Eliana se congeló. El vestido era un regalo de Braulio, de una época en la que él todavía la veía.

-Ay, Sofi, sé amable -la reprendió Jessica, aunque sus ojos bailaban con malicia-. No puede permitirse ropa de diseñador. Probablemente es una imitación.

El círculo de mujeres se rio. El sonido fue como un cristal rompiéndose. Eliana apretó los puños, sus uñas clavándose en sus palmas. Miró sus manos, callosas y con cicatrices de años de trabajo duro. Miró las manos de ellas, perfectamente cuidadas, suaves e inútiles.

Braulio regresó, su rostro sombrío. Las mujeres se callaron de inmediato.

Alguien sugirió un juego. -¡Juguemos Verdad o Reto!

            
            

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