El cielo la mandó, el infierno la obedeció
img img El cielo la mandó, el infierno la obedeció img Capítulo 4 Una cura inesperada
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Capítulo 5 Una destreza insospechada img
Capítulo 6 No me voy a ninguna parte img
Capítulo 7 Lo que ella merece img
Capítulo 8 Hacerla pagar img
Capítulo 9 Un fantasma del pasado img
Capítulo 10 Una deuda por saldar img
Capítulo 11 Ya he dormido contigo img
Capítulo 12 El contrato anulado img
Capítulo 13 Un error costoso img
Capítulo 14 Guardar rencor img
Capítulo 15 Una oferta inesperada img
Capítulo 16 Entre la fe y la sospecha img
Capítulo 17 Falsa alarma img
Capítulo 18 Devolviendo el favor img
Capítulo 19 Una dura lección img
Capítulo 20 Una mentira oportuna img
Capítulo 21 Una acusación infundada img
Capítulo 22 Eres hermosa img
Capítulo 23 Un futuro arreglado img
Capítulo 24 Nacida para mandar img
Capítulo 25 El sonido de una bofetada img
Capítulo 26 Una prueba de gratitud img
Capítulo 27 Solo un malentendido img
Capítulo 28 El peso de la verdad img
Capítulo 29 Fragmentos de un recuerdo borrado img
Capítulo 30 Un rostro del pasado img
Capítulo 31 Qué coincidencia volver a vernos img
Capítulo 32 ¿Nos consideras amigos img
Capítulo 33 La lesión de Damon img
Capítulo 34 Un fracaso tras otro img
Capítulo 35 La desaparición de Sean img
Capítulo 36 Fantasmas del pasado img
Capítulo 37 Fue a salvar a Sean img
Capítulo 38 Una cuenta por saldar img
Capítulo 39 Tres favores img
Capítulo 40 Quédate el tiempo que necesites img
Capítulo 41 La guardiana de la cabaña img
Capítulo 42 El fin de un compromiso img
Capítulo 43 Una deuda de vida img
Capítulo 44 Una negativa arraigada en el dolor img
Capítulo 45 El rostro desfigurado de Neal img
Capítulo 46 Planes ocultos img
Capítulo 47 Lo que es mío img
Capítulo 48 La sinvergüenza de Leyla img
Capítulo 49 Alianzas imprevistas img
Capítulo 50 Irritación con Eliana img
Capítulo 51 Intentando robarle a su prometida img
Capítulo 52 Me debes una explicación img
Capítulo 53 Es mejor darnos un tiempo img
Capítulo 54 Un malentendido conveniente img
Capítulo 55 ¿No era Eliana la mujer que había estado buscando img
Capítulo 56 La única en ridículo img
Capítulo 57 ¿Cómo te atreves a pegarme img
Capítulo 58 Recaída img
Capítulo 59 Una presencia imposible de ignorar img
Capítulo 60 Impulsos en la vida img
Capítulo 61 ¿Te hice esperar img
Capítulo 62 Tergiversando las palabras de Eliana img
Capítulo 63 Crítica al maestro nacional img
Capítulo 64 Ella es Riley img
Capítulo 65 ¡Que se atreva alguien a ponerle un dedo encima! img
Capítulo 66 Me pregunto cuántos secretos más guardas img
Capítulo 67 Decidido a conquistarla img
Capítulo 68 Su prometida img
Capítulo 69 El papel de la víctima img
Capítulo 70 Una solución simple img
Capítulo 71 Eliminar la amenaza de una vez por todas img
Capítulo 72 ¿Te preocupas por mí img
Capítulo 73 Una lágrima calculada img
Capítulo 74 Lo ganaré por ti img
Capítulo 75 La misma pintura img
Capítulo 76 Una jueza cuestionada img
Capítulo 77 Una semilla de duda img
Capítulo 78 Celos inoportunos img
Capítulo 79 Indigno de un solo pensamiento img
Capítulo 80 Estoy tan orgulloso de ti img
Capítulo 81 El cebo de Leyla img
Capítulo 82 Dos campeones img
Capítulo 83 ¿Me estás amenazando img
Capítulo 84 ¿Vas a pedirle ayuda a Tristan img
Capítulo 85 La promesa rota img
Capítulo 86 Eres mi amada prometida img
Capítulo 87 Usted debe estar equivocado img
Capítulo 88 La decisión de no salvarlo img
Capítulo 89 ¿No fue una tontería de su parte img
Capítulo 90 Él no confía en ella img
Capítulo 91 La garantía del director img
Capítulo 92 Bajo presión img
Capítulo 93 Grietas en la mentira img
Capítulo 94 Un rasguño en la muñeca img
Capítulo 95 Será mejor que no mientas img
Capítulo 96 ¿Un travesti img
Capítulo 97 La advertencia de Damon img
Capítulo 98 El nombre prohibido img
Capítulo 99 Una deuda por saldar img
Capítulo 100 Semillas de desconfianza img
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Capítulo 4 Una cura inesperada

Lleno de rabia, Carl estrelló contra el suelo una de las copias del acuerdo que rompía sus lazos familiares.

Durante años, había estado convencido de que Leyla era un problema, aunque nadie más en la familia se atreviera a admitirlo.

Ahora, las acciones de la joven le ahorraban la molestia de tener que demostrarlo.

"¿Por qué sigues aquí? ¿No estabas desesperada por irte? ¡Entonces, lárgate ya!", le espetó con frialdad.

Leyla soltó una risa vacía, cargada de sarcasmo.

En realidad, Carl y ella nunca se habían llevado bien, y ya no había motivo para seguir fingiendo.

Se agachó para recoger el documento arrugado y, al erguirse, le clavó al joven una mirada de gélida determinación.

"Recuerda este momento, Carl. Algún día te arrepentirás de cada decisión que tomaste hoy".

Sin esperar respuesta, se dirigió hacia la puerta, pero al darse cuenta de que Eliana la observaba desde un rincón, vaciló un instante.

Leyla frunció el ceño al verla.

A pesar de su ropa, que no podía ser más sencilla, el rostro de Eliana poseía una belleza imponente.

No era una belleza delicada ni discreta, sino una que desafiaba con su sola presencia. Una extraña incomodidad le revolvió el estómago a Leyla.

Esos ojos... Eran idénticos a los de Stella, y Leyla lo comprendió de inmediato.

Por eso se acercó y observó a Eliana de arriba a abajo. "Tú debes de ser Eliana, la hija desaparecida".

Eliana esbozó una leve sonrisa, casi imperceptible. "¿Y tú eres la callejera que mordió la mano que le dio de comer?".

La ira de Leyla estalló. Alzó la mano, dispuesta a abofetearla.

Pero antes de que pudiera golpearla, los dedos de Eliana se cerraron sobre su muñeca, deteniendo el golpe en el aire. Un dolor agudo le recorrió el brazo.

"¡Argh!", siseó Leyla. "¡Suéltame, maldita!".

"Veo que nunca te enseñaron modales. Lárgate ahora, antes de que se me agote la paciencia", advirtió Eliana con frialdad.

Tras soltarle la muñeca, se limpió la palma de la mano contra el pantalón, como si hubiera tocado algo inmundo.

Leyla entrecerró los ojos y una risa amarga se escapó de sus labios. "Oh, ya entiendo. Eres igual que el resto de tu familia. Pero no creas que has vuelto a una vida de lujos. Los Murray se hunden, y muy rápido".

Eliana respondió: "Quizás. Pero de lo que sí estoy segura es de que te habrás ido para cuando cuente hasta tres".

En un nuevo arrebato de furia, Leyla intentó abalanzarse sobre Eliana, pero Carl se interpuso, bloqueándole el paso. "¡Sáquenla de aquí!", ordenó.

"¡No hace falta, sé cómo irme! Nunca quise estar en este lugar. Y más les vale recordar que esto no ha terminado. Me las pagarán por lo de hoy", replicó Leyla con una mirada gélida.

Había regresado sola y, por el momento, retirarse parecía la decisión más inteligente.

Una vez que se casara con un miembro de la familia Clarke, ya encontraría la oportunidad de atacar.

Carl abrió la boca para lanzar otro insulto, pero se detuvo en seco al ver a Stella tambalearse.

"¡Mamá!", gritó, corriendo hacia ella.

Una sombra veloz pasó a su lado y, antes de que pudiera reaccionar, Eliana ya estaba allí, sosteniendo a Stella mientras esta se desvanecía.

"Lia...". Carl la miró, incrédulo.

"Ayúdame a llevarla a su habitación", le ordenó Eliana, con un tono que no admitía réplica.

"Claro", respondió él al instante.

En cuestión de minutos, la recostaron en su cama.

Eliana se sentó al borde y la examinó con movimientos diestros y cuidadosos.

No tardó en darse cuenta de que la ira había llevado a Stella al límite. En el fondo, su cuerpo ya era frágil, debilitado por antiguas dolencias que nunca habían sanado por completo. Sin los cuidados adecuados, quizás no podría soportar mucho más.

Carl ya le había pedido al mayordomo que llamara a una ambulancia. Fue entonces cuando se percató de que Eliana estaba inclinada sobre Stella, evaluando su estado en silencio.

Un destello de sorpresa cruzó por su rostro. "Lia, ¿eres doctora?".

"Solo aprendí un par de cosas de un médico viejo del pueblo", respondió Eliana, con tono despreocupado. "¿Tienes un juego de agujas de acupuntura? Las necesita de inmediato".

El mayordomo intervino antes de que Carl pudiera responder, con un tono de preocupación en la voz. "Ya llamé a una ambulancia. Llegará en unos veinte minutos".

La expresión de Eliana no cambió. "Para cuando llegue, se limitarán a ponerle oxígeno, ordenarle una serie de análisis y darle un puñado de pastillas genéricas antes de enviarla de vuelta a casa".

Sin dudarlo, Carl le ordenó al mayordomo: "Ve a la sala de terapia. Mira si el fisioterapeuta dejó algunas agujas".

Esa sala había sido equipada años atrás para Louis, cuya delicada espalda requería atención constante.

El mayordomo no se atrevió a discutir y fue a buscarlas, aunque murmurando por lo bajo.

Tuvieron suerte: aunque el fisioterapeuta había sido despedido, sus herramientas seguían allí.

En pocos minutos, el mayordomo regresó con una pequeña caja.

Eliana la abrió y colocó las agujas de plata en una fila ordenada.

Las esterilizó con movimientos expertos antes de insertarlas en varios puntos clave del cuerpo de Stella.

Incluso después de colocar la última aguja, los ojos de Stella permanecieron cerrados, su respiración sin cambios.

Al notar esto, el mayordomo apartó a Carl unos pasos.

Como los demás estaban ocupados con los problemas de Louis, el mayordomo sentía la responsabilidad sobre sus hombros.

Sabía que debía mantener la calma y evitar que Carl, a quien veía como el menos capacitado para tomar decisiones serias, cometiera un error.

"Señor...", dijo, bajando la voz hasta casi un susurro mientras sus ojos se desviaban hacia Eliana. "¿La joven que trajo... es realmente la señorita Eliana?".

"Por supuesto. Mírale los ojos, son idénticos a los de mamá cuando era joven. Y lleva el colgante de jade en forma de pez que ella le dio antes de desaparecer".

El mayordomo asintió lentamente antes de continuar: "Mientras usted estaba fuera, nos enteramos de que fue adoptada por una familia de campo. Discúlpeme por lo que voy a decir, pero la gente del campo no suele tener una formación médica avanzada. La ambulancia llegará en cualquier momento; quizás sería más seguro llevar a la señora a un hospital de primer nivel".

"¿Estás insinuando que Lia podría hacerle daño a mamá?", el tono de Carl se agudizó.

"En absoluto, señor", se apresuró a decir el mayordomo. "Solo considero el peor de los casos. Usted mismo lo vio: las agujas no parecieron tener ningún efecto".

Fiel a su carácter impulsivo, Carl se acercó de inmediato a Eliana. "Lia, ¿cuánto falta para que despierte?".

"Unos diez minutos", dijo Eliana, mientras presionaba una de las agujas con una fuerza constante y deliberada, buscando liberar poco a poco la presión interna de Stella.

Carl asintió brevemente y luego miró al mayordomo. "Le daremos diez minutos. Si para entonces no ha despertado, iremos al hospital. Y tranquilo, también hay médicos competentes en el campo".

La mirada de Eliana se desvió hacia el mayordomo.

"Va a despertar. Le doy mi palabra".

El mayordomo forzó una sonrisa incómoda. "Está bien...".

No esperaba una respuesta tan directa de Carl.

Eso explicaba por qué se decía que, de los seis hijos de Louis y Stella, este era el más franco de todos.

Justo cuando la tensión en la habitación era casi palpable, el sonido de una sirena de ambulancia se escuchó desde abajo.

"¡La ambulancia ya está aquí!", anunció él, casi con alivio. "¡Bajemos a la señora Murray de inmediato!".

Apenas terminó de hablar cuando la puerta se abrió de una patada violenta.

Todas las miradas se volvieron hacia el recién llegado.

En el umbral se encontraba un hombre de cejas pobladas, con una cicatriz que le cruzaba la ceja derecha. "Carl, escuché que mamá...".

Se interrumpió al ver a Eliana insertando una larga aguja de plata en la cabeza de Stella, y su rostro se crispó de rabia al instante.

"¿Quién demonios eres y qué le estás haciendo a mi madre? ¡Aléjate de ella!".

Sin mediar palabra, le lanzó un puñetazo directo, con la clara intención de derribarla.

                         

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