Tras desayunar en silencio, Lucía y Carmen se sentaron en la sala para hablar, como solían hacer a menudo después de las primeras horas del día. Carmen parecía algo pensativa, más callada de lo habitual, pero Lucía no lo notó en ese momento. Estaba absorta en sus propios pensamientos, preguntándose qué era lo que realmente le faltaba, qué debía encontrar para sentirse completa. A veces, sentía que el mundo alrededor de ella tenía secretos que nadie le contaba, secretos que ella misma ni siquiera sabía cómo preguntar.
-Carmen... -comenzó Lucía, de manera vacilante, mientras daba vueltas a la taza de café-. ¿Alguna vez has pensado en lo que hubiera sido mi vida si no me hubieras encontrado?
Carmen levantó la vista, mirándola por un momento largo y silencioso. Sus ojos, usualmente suaves y tranquilos, parecían estar en un lugar distante, como si estuviera recordando algo que preferiría no revivir. Lucía lo notó, pero no dijo nada. Sabía que había algo que Carmen nunca le había contado, algo que se encontraba guardado, enterrado bajo capas de recuerdos que su madre adoptiva había decidido no tocar.
-¿Por qué preguntas eso, hija? -Carmen finalmente rompió el silencio, su voz suave pero cargada de una tensión inexplicable.
Lucía la miró fijamente, buscando alguna respuesta en los ojos de Carmen, esos ojos que siempre la habían mirado con tanto amor y comprensión, pero que ahora parecían oscurecerse por un momento.
-No sé... Es solo que... a veces siento que hay algo más, algo que no entiendo. Un vacío que no puedo llenar. ¿Me entiendes? -Lucía se mordió el labio, sus palabras se entrelazaban entre la duda y el deseo de encontrar respuestas. Carmen parecía haberlo notado, pero no estaba lista para abrir esa puerta. No aún.
-Mi vida contigo ha sido todo lo que podría haber soñado. No cambiaría ni un solo día, hija. Pero sí, tal vez hay algo en ti que aún no has descubierto. Algo que está más allá de lo que puedo contarte. -Carmen respiró hondo, como si las palabras le costaran. Después, dejó escapar un suspiro pesado y desvió la mirada.
Lucía la observó con detenimiento, sin comprender del todo lo que estaba sucediendo. Carmen no solía hablar de su madre biológica. De hecho, nunca mencionaba a la mujer que la había traído al mundo, ni las circunstancias de su adopción. Sabía que había sido abandonada al nacer y que Carmen la había encontrado cuando solo era un bebé, pero el resto del relato permanecía en sombras.
-Carmen... ¿quién era mi madre biológica? -preguntó Lucía, desbordada por una necesidad de conocer la verdad, por descubrir lo que tanto había estado evitando. Su madre adoptiva se tensó al instante. La atmósfera en la habitación cambió, y Lucía sintió que, por primera vez, tocaba un tema del que Carmen había huido durante años.
Carmen guardó silencio por un momento. Lucía la observaba, esperando una respuesta que no llegaba, mientras el sonido del reloj en la pared parecía volverse más pesado.
-Tu madre... -comenzó Carmen, como si el simple hecho de mencionar a esa mujer fuera un esfuerzo titánico-. Tu madre biológica fue una mujer muy joven, y su historia no fue fácil. No puedo contarte todos los detalles, Lucía. El pasado de ella es complicado y... doloroso. -Lucía podía ver la sombra de una tristeza profunda en el rostro de Carmen.
Lucía sintió que su corazón comenzaba a acelerarse. Siempre había tenido la sensación de que había algo más, algo más allá de las historias sencillas que Carmen le contaba sobre su vida, sobre la familia que nunca conoció.
-¿Por qué no me has dicho antes? -preguntó Lucía, la frustración comenzando a apoderarse de ella. El deseo de saber la verdad, de entender su propio origen, era más fuerte que nunca.
Carmen se levantó lentamente, caminando hasta la ventana. Miró hacia afuera, hacia la calle tranquila, como si estuviera buscando algo en la distancia. Luego se giró hacia Lucía.
-Tu madre, Lucía, sufrió mucho. Ella... -Carmen vaciló antes de continuar-. No tenía los medios para cuidarte, y el entorno en el que vivía era... complicado. Lo único que sé es que, cuando naciste, ella no pudo seguir adelante. Te dejó porque pensó que no podía ofrecerte una vida mejor. No quería que fueras parte de lo que ella vivía.
Lucía sintió que su mente comenzaba a procesar la información a una velocidad que no podía controlar. La idea de ser abandonada, de ser vista como una carga para su madre biológica, le dolió más de lo que esperaba. La sensación de abandono que siempre había estado allí, flotando en el aire, se hizo más real, más profunda.
-¿Y qué más sabes de ella? -Lucía preguntó, su voz quebrada, llena de incertidumbre.
Carmen no respondió de inmediato. Durante unos segundos, Lucía pudo ver que Carmen luchaba contra algo dentro de sí, como si las palabras le pesaran demasiado. Luego, con un suspiro, Carmen se acercó nuevamente a la mesa, sentándose con una expresión agotada.
-Ella murió poco después de dejarte, Lucía. Fue un accidente, un accidente trágico, pero... -Carmen se detuvo, mirando al vacío-. No quiero que eso te cause más dolor. Fue una tragedia para ella, pero también lo fue para mí. Yo te encontré cuando solo tenías unas pocas semanas, sola en un banco de la ciudad. No pude dejarte ahí. Sabía que debía protegerte, que debía cuidarte como si fueras mi propia hija. Y desde ese momento, mi vida cambió para siempre.
Lucía se quedó en silencio, asimilando las palabras de Carmen. El peso de la información caía sobre ella como una pesada capa. Aunque su madre adoptiva le había dado amor y cuidado, ahora comprendía que ese amor también estaba teñido por una profunda tragedia. La muerte de su madre biológica, el abandono, el vacío que había estado sintiendo durante tanto tiempo, todo comenzaba a tomar forma, pero el dolor seguía siendo tan real como siempre.
-¿Por qué nunca me dijiste todo esto? -preguntó Lucía, su voz casi un susurro, temerosa de lo que pudiera escuchar.
Carmen se acercó y tomó su mano suavemente.
-Lo hice para protegerte, Lucía. No quería que ese dolor te alcanzara. Sabía que el saber más podría lastimarte más de lo que ya lo había hecho el abandono. Pero ahora que eres mayor, siento que es el momento de que lo sepas. No para que te duela más, sino para que entiendas de dónde vienes y por qué eres tan fuerte.
Lucía se quedó allí, mirando a su madre adoptiva, sintiendo que, a pesar de todo, Carmen había hecho lo mejor que pudo por ella. Pero las respuestas que había estado buscando, las que la habían acompañado en su vida, ahora parecían aún más lejanas. Algo en su interior comenzó a preguntarse si ese vacío que sentía tenía que ver con todo lo que había estado oculto, con las partes de su pasado que aún no entendía.
-Entonces, ¿por qué me dejó? -preguntó Lucía, la duda aún más fuerte que nunca. -Si ella me amaba, ¿por qué no luchó por mí?
Carmen bajó la mirada, las palabras que no quería pronunciar quedaron flotando en el aire.
-A veces, Lucía, las circunstancias de la vida son más poderosas que el amor.
Lucía asintió lentamente, pero las preguntas seguían girando en su cabeza. ¿Era realmente su destino ser parte de esta historia de abandono y tragedia? ¿O había algo más en su vida que aún no había descubierto?
La respuesta no llegaría fácilmente, pero Lucía sabía que su viaje hacia el pasado apenas comenzaba.