LYRIC
Roderick Fletcher.
El único hombre del que esperé amor y nunca lo recibí.
La mente era una maldita traidora. Creí que ya había superado su traición y que no sentiría nada al verlo de nuevo. Pero al observarlo acercarse, con esa actitud de quien cree tener todo bajo control, mis ojos se llenaron de lágrimas.
Aspiré fuerte y aparté la mirada, obligando a mis lágrimas a retroceder.
"Así que tuve que venir yo mismo a hablar contigo", dijo, apoyándose en el mostrador junto a mí. "Qué atrevida".
Mi garganta estaba cerrada, incapaz de pronunciar palabra. Temía que mi voz se quebrara si lo intentaba.
Tres guardias lo rodeaban, atentos a cada movimiento. Roderick se veía sofisticado, como alguien que había disfrutado de una buena vida.
¿Qué hacía aquí? ¿Estaba esperando a alguien?
"¿Cuál es tu nombre?", preguntó, inclinando la cabeza.
No respondí, ni siquiera lo miré.
"¿Hola?", insistió.
"No me interesa darle mi nombre a un extraño", logré decir al fin, con voz tensa.
Sus ojos brillaron con diversión. Y pensar que este era el mismo hombre que nunca me sonrió durante el año que estuvimos juntos.
"Digamos que hoy estoy de muy buen humor", suspiró. "Estoy aquí esperando a cierta perra que debe llegar". Cuando lo miré con desconcierto, añadió: "Mi expareja. Ya dimos el primer paso, solo falta el último detalle para que quede libre de ella".
Solté una risa sarcástica. 'Increíble', pensé.
"Lo habría hecho antes, ¿sabes?", continuó. Pero esa chica horrenda estuvo desaparecida durante años. Nos costó un infierno dar con ella". Su desprecio era evidente.
"¿Qué te hace llamarla horrenda?", cuestioné sin poder contenerme.
Él soltó una risa ahogada. "Créeme, cariño, es un monstruo. Si la vieras, pensarías lo mismo. Es la criatura más fea que he visto en mi vida".
Algo ardió en mi pecho, un fuego que amenazaba con consumirme. Pero me contuve.
No. Ese no era el lugar adecuado.
Pero el verdadero monstruo estaba frente a mí, y ni siquiera sabía que hablaba con la misma mujer a la que despreciaba. ¿Qué haría el orgulloso Roderick si se enterara?
De pronto comprendí por qué estaba en el aeropuerto. Quería arrastrarme al templo para cortar el lazo. Sin embargo, no pensaba dejar que me humillara en público otra vez.
Por suerte, en ese momento llegó mi equipaje.
"Perdone la demora, señorita", dijo el joven que lo rodaba hacia mí.
Sin mirar a Roderick, me dispuse a marcharme. Eso debió sorprenderlo. "Me encantaría hablar contigo en otro momento. ¿Podrías darme tu contacto?", habló.
Me quedé un segundo de espaldas, eligiendo bien mis palabras. Luego me giré y solté con calma: "Incluso si mi vida dependiera de darte mi número, no lo haría. Alfa".
Cuando mis palabras calaron, la sorpresa se reflejó en sus ojos, seguida de un atisbo de dolor.
Entonces, algo floreció en mi pecho: orgullo.
Así que rodé mi equipaje y lo dejé allí, paralizado.
****†****†
Rufus y yo llegamos a casa en pleno festejo. Era la fiesta de cumpleaños de mi madrastra.
No tenía la menor intención de asistir, y que me perdonara, pero mi llegada en ese momento fue mera casualidad.
No estaba vestida para la ocasión. Llevaba unos jeans sencillos, una camiseta y el cabello recogido en una coleta. Sin embargo, al entrar en el salón, todas las miradas se giraron hacia mí.
Me sentí incómoda unos segundos. Ser el centro de atención todavía me resultaba extraño.
Jamás imaginé recibir tantos halagos hasta que me libré de mi cicatriz. Ahora la gente apenas podía mirarme sin comentar lo hermosa que era.
Mi hermanastra, Nora, se acercó sonriendo. "¡Hola! Llegas un poco tarde a la fiesta. ¿Cómo te llamas?".
Típico de ella. Desde niñas siempre había querido rodearse de chicas atractivas. Me había despreciado por dejar en vergüenza su apellido: no soportaba tener una hermana marcada por una cicatriz.
Cinco años atrás, me cerró la puerta en la cara pese a mis súplicas. Y ahora se mostraba toda amable.
"No vine por la fiesta", le contesté con frialdad, apartando la mirada para buscar a mi padre.
Lo encontré en un rincón junto a mi madrastra y algunos invitados. Él era la razón de mi regreso. Necesitaba saber qué asunto urgente lo había llevado a convocarme, además de cortar los lazos con Roderick.
Sus ojos ya estaban fijos en mí, observándome con recelo. Caminé hacia él.
"¡Oye! ¿Quién te crees que eres?", exclamó Nora a mis espaldas, ofendida.
Pero la ignoré hasta llegar a mi padre.
Él era un Alfa reconocido, de ahí la presencia de tantos dignatarios en la fiesta. Así que incliné la cabeza respetuosamente antes de hablar.
"¿Y tú quién eres?", preguntó mi madrastra, y la miré con una sonrisa torcida.
"¿Acaso luzco tan diferente que no puedes reconocerme?". Me volví hacia mi padre. "¿Y tú qué opinas, padre? ¿También soy irreconocible?".
Un murmullo recorrió el salón y Nora se tapó la boca con la mano.
"No puede ser", murmuró, negando con la cabeza.
"¿Lyric?". Los ojos de mi padre se abrieron con sorpresa y reconocimiento.
"¿Quién es esta impostora?", chilló mi madrastra. "¿Crees que no sabemos cómo luce Lyric? ¿Que caeríamos en un truco tan barato?".
Clavé mis ojos en mi padre, ignorándola. "Estoy aquí porque dijiste que tenías algo importante que hablar conmigo. Si no te importa, quisiera tener esa conversación ahora".
Mi padre me condujo a su estudio, dejando tras de sí a todos esos invitados petrificados, incapaces de pronunciar palabra.
No voy a negar lo bien que se sintió saber que yo era la razón de su silencio. No podían llamarme fea. De hecho, nadie volvería a llamarme así jamás.
"¿Qué te pasó, Lyric? Tu cicatriz era imposible de quitar", cuestionó mi padre.
"No quiero hablar de eso ahora", respondí. Ni de las cosas horribles que viví en esos cinco años. Todavía intentaba huir de ellas. "Solo dime por qué me necesitabas aquí", añadí.
"Sí, eso". Su semblante se ensombreció. "No sabes lo feliz que fui cuando, tras años de búsqueda, te encontré. Simplemente... desapareciste sin dejar rastro". Suspiró. "Tenemos un problema, Lyric. Nuestra manada está en graves aprietos con Darkspire. Cometí un error y perdí muchísimo dinero, tanto que quedé endeudado con ellos".
No me gustó nada hacia dónde iba esto.
Darkspire era una manada ancestral, conocida por engendrar a los Alfas más poderosos. Siempre ocupaban el primer lugar en la jerarquía. Los evitábamos al máximo, ya que eran conocidos por ser feroces y despiadados. Nadie se metía con ellos bajo ninguna circunstancia.
"Si esto se llega a saber, estamos perdidos. Descenderíamos en los rangos y, viniendo de una manada acostumbrada a estar en la cima, créeme, no sería nada bueno. Pero están dispuestos a perdonar la deuda", agregó.
Fruncí el ceño. No tenía sentido. Olía a trampa. Finalmente, él dijo:
"Pero hay una condición. Quieren una Luna de esta familia, solo por un año".
Mi hermana me robó a mi compañero y se lo permití
"Mi hermana amenaza con quitarme a mi compañero. Y yo dejo que se lo quede." Nacida sin lobo, Seraphina es la vergüenza de su manada, hasta que una noche de borrachera la deja embarazada y casada con Kieran, el despiadado Alfa que nunca la quiso. Pero su matrimonio de una década no fue un cuento de hadas. Durante diez años, soportó la humillación: Sin título de Luna. Sin marca de apareamiento. Solo sábanas frías y miradas más frías aún. Cuando su perfecta hermana regresó, Kieran pidió el divorcio la misma noche. Y su familia estaba feliz de ver su matrimonio roto. Seraphina no luchó, sino que se fue en silencio. Sin embargo, cuando el peligro acechó, verdades asombrosas salieron a la luz: ☽ Esa noche no fue un accidente ☽ Su "defecto" es en realidad un don raro ☽ Y ahora todos los Alfas -incluido su exmarido- pelearán por reclamarla Lástima que ya está cansada de ser poseída. *** El gruñido de Kieran vibró en mis huesos mientras me sujetaba contra la pared. El calor de su cuerpo atravesaba capas de tela. "¿Crees que irte es tan fácil, Seraphina?" Sus dientes rozaron la piel inmaculada de mi garganta. "Tú. Eres. Mía." Una mano ardiente subió por mi muslo. "Nadie más te tocará jamás." "Tuviste diez años para reclamarme, Alfa." Mostré los dientes en una sonrisa. "Es curioso cómo solo recuerdas que soy tuya... cuando me estoy yendo."
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El regreso de la compañera rechazada
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REQUIEM DE LAS ALMAS
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