El ascenso de la Luna fea
img img El ascenso de la Luna fea img Capítulo 4 La mujer que despreciabas
4
Capítulo 6 El rostro de un extraño img
Capítulo 7 Los hijos del Alfa img
Capítulo 8 Un fantasma en una fotografía img
Capítulo 9 El secreto del vestido rojo img
Capítulo 10 Un reencuentro inesperado img
Capítulo 11 El precio de un rechazo img
Capítulo 12 El precio del rechazo img
Capítulo 13 Viejas deudas, nuevas cadenas img
Capítulo 14 Un vínculo inquebrantable img
Capítulo 15 Un don y una propuesta img
Capítulo 16 El Hospital Central img
Capítulo 17 Un simple reemplazo img
Capítulo 18 El trono vacío img
Capítulo 19 El corazón en la mano img
Capítulo 20 Un contrato roto img
Capítulo 21 La letra pequeña img
Capítulo 22 Una visión inolvidable img
Capítulo 23 Hechos en el mismo infierno img
Capítulo 24 El castigo img
Capítulo 25 Un castigo inolvidable img
Capítulo 26 Cenizas de un recuerdo img
Capítulo 27 Cenizas y furia img
Capítulo 28 Una apuesta peligrosa img
Capítulo 29 El don img
Capítulo 30 Cenizas y compasión img
Capítulo 31 Un vínculo inquebrantable img
Capítulo 32 Un brindis por el caos img
Capítulo 33 La acusación img
Capítulo 34 La cinta rota img
Capítulo 35 Una emoción peligrosa img
Capítulo 36 Una petición íntima img
Capítulo 37 Una fotografía del pasado img
Capítulo 38 La imagen imborrable img
Capítulo 39 Lyric img
Capítulo 40 Abandonada en el altar img
Capítulo 41 img
Capítulo 42 Imágenes prohibidas img
Capítulo 43 Una entrevista amarga img
Capítulo 44 Orgullo mortal img
Capítulo 45 Un nuevo contendiente img
Capítulo 46 Una invitación pendiente img
Capítulo 47 Una invitada inesperada img
Capítulo 48 Cadenas img
Capítulo 49 Una noche de furia y libertad img
Capítulo 50 Bajo su control img
Capítulo 51 img
Capítulo 52 Una prueba superada img
Capítulo 53 Orgullo y necesidad img
Capítulo 54 img
img
  /  1
img

Capítulo 4 La mujer que despreciabas

LYRIC

Roderick Fletcher.

El único hombre del que esperé amor y nunca lo recibí.

La mente era una maldita traidora. Creí que ya había superado su traición y que no sentiría nada al verlo de nuevo. Pero al observarlo acercarse, con esa actitud de quien cree tener todo bajo control, mis ojos se llenaron de lágrimas.

Aspiré fuerte y aparté la mirada, obligando a mis lágrimas a retroceder.

"Así que tuve que venir yo mismo a hablar contigo", dijo, apoyándose en el mostrador junto a mí. "Qué atrevida".

Mi garganta estaba cerrada, incapaz de pronunciar palabra. Temía que mi voz se quebrara si lo intentaba.

Tres guardias lo rodeaban, atentos a cada movimiento. Roderick se veía sofisticado, como alguien que había disfrutado de una buena vida.

¿Qué hacía aquí? ¿Estaba esperando a alguien?

"¿Cuál es tu nombre?", preguntó, inclinando la cabeza.

No respondí, ni siquiera lo miré.

"¿Hola?", insistió.

"No me interesa darle mi nombre a un extraño", logré decir al fin, con voz tensa.

Sus ojos brillaron con diversión. Y pensar que este era el mismo hombre que nunca me sonrió durante el año que estuvimos juntos.

"Digamos que hoy estoy de muy buen humor", suspiró. "Estoy aquí esperando a cierta perra que debe llegar". Cuando lo miré con desconcierto, añadió: "Mi expareja. Ya dimos el primer paso, solo falta el último detalle para que quede libre de ella".

Solté una risa sarcástica. 'Increíble', pensé.

"Lo habría hecho antes, ¿sabes?", continuó. Pero esa chica horrenda estuvo desaparecida durante años. Nos costó un infierno dar con ella". Su desprecio era evidente.

"¿Qué te hace llamarla horrenda?", cuestioné sin poder contenerme.

Él soltó una risa ahogada. "Créeme, cariño, es un monstruo. Si la vieras, pensarías lo mismo. Es la criatura más fea que he visto en mi vida".

Algo ardió en mi pecho, un fuego que amenazaba con consumirme. Pero me contuve.

No. Ese no era el lugar adecuado.

Pero el verdadero monstruo estaba frente a mí, y ni siquiera sabía que hablaba con la misma mujer a la que despreciaba. ¿Qué haría el orgulloso Roderick si se enterara?

De pronto comprendí por qué estaba en el aeropuerto. Quería arrastrarme al templo para cortar el lazo. Sin embargo, no pensaba dejar que me humillara en público otra vez.

Por suerte, en ese momento llegó mi equipaje.

"Perdone la demora, señorita", dijo el joven que lo rodaba hacia mí.

Sin mirar a Roderick, me dispuse a marcharme. Eso debió sorprenderlo. "Me encantaría hablar contigo en otro momento. ¿Podrías darme tu contacto?", habló.

Me quedé un segundo de espaldas, eligiendo bien mis palabras. Luego me giré y solté con calma: "Incluso si mi vida dependiera de darte mi número, no lo haría. Alfa".

Cuando mis palabras calaron, la sorpresa se reflejó en sus ojos, seguida de un atisbo de dolor.

Entonces, algo floreció en mi pecho: orgullo.

Así que rodé mi equipaje y lo dejé allí, paralizado.

****†****†

Rufus y yo llegamos a casa en pleno festejo. Era la fiesta de cumpleaños de mi madrastra.

No tenía la menor intención de asistir, y que me perdonara, pero mi llegada en ese momento fue mera casualidad.

No estaba vestida para la ocasión. Llevaba unos jeans sencillos, una camiseta y el cabello recogido en una coleta. Sin embargo, al entrar en el salón, todas las miradas se giraron hacia mí.

Me sentí incómoda unos segundos. Ser el centro de atención todavía me resultaba extraño.

Jamás imaginé recibir tantos halagos hasta que me libré de mi cicatriz. Ahora la gente apenas podía mirarme sin comentar lo hermosa que era.

Mi hermanastra, Nora, se acercó sonriendo. "¡Hola! Llegas un poco tarde a la fiesta. ¿Cómo te llamas?".

Típico de ella. Desde niñas siempre había querido rodearse de chicas atractivas. Me había despreciado por dejar en vergüenza su apellido: no soportaba tener una hermana marcada por una cicatriz.

Cinco años atrás, me cerró la puerta en la cara pese a mis súplicas. Y ahora se mostraba toda amable.

"No vine por la fiesta", le contesté con frialdad, apartando la mirada para buscar a mi padre.

Lo encontré en un rincón junto a mi madrastra y algunos invitados. Él era la razón de mi regreso. Necesitaba saber qué asunto urgente lo había llevado a convocarme, además de cortar los lazos con Roderick.

Sus ojos ya estaban fijos en mí, observándome con recelo. Caminé hacia él.

"¡Oye! ¿Quién te crees que eres?", exclamó Nora a mis espaldas, ofendida.

Pero la ignoré hasta llegar a mi padre.

Él era un Alfa reconocido, de ahí la presencia de tantos dignatarios en la fiesta. Así que incliné la cabeza respetuosamente antes de hablar.

"¿Y tú quién eres?", preguntó mi madrastra, y la miré con una sonrisa torcida.

"¿Acaso luzco tan diferente que no puedes reconocerme?". Me volví hacia mi padre. "¿Y tú qué opinas, padre? ¿También soy irreconocible?".

Un murmullo recorrió el salón y Nora se tapó la boca con la mano.

"No puede ser", murmuró, negando con la cabeza.

"¿Lyric?". Los ojos de mi padre se abrieron con sorpresa y reconocimiento.

"¿Quién es esta impostora?", chilló mi madrastra. "¿Crees que no sabemos cómo luce Lyric? ¿Que caeríamos en un truco tan barato?".

Clavé mis ojos en mi padre, ignorándola. "Estoy aquí porque dijiste que tenías algo importante que hablar conmigo. Si no te importa, quisiera tener esa conversación ahora".

Mi padre me condujo a su estudio, dejando tras de sí a todos esos invitados petrificados, incapaces de pronunciar palabra.

No voy a negar lo bien que se sintió saber que yo era la razón de su silencio. No podían llamarme fea. De hecho, nadie volvería a llamarme así jamás.

"¿Qué te pasó, Lyric? Tu cicatriz era imposible de quitar", cuestionó mi padre.

"No quiero hablar de eso ahora", respondí. Ni de las cosas horribles que viví en esos cinco años. Todavía intentaba huir de ellas. "Solo dime por qué me necesitabas aquí", añadí.

"Sí, eso". Su semblante se ensombreció. "No sabes lo feliz que fui cuando, tras años de búsqueda, te encontré. Simplemente... desapareciste sin dejar rastro". Suspiró. "Tenemos un problema, Lyric. Nuestra manada está en graves aprietos con Darkspire. Cometí un error y perdí muchísimo dinero, tanto que quedé endeudado con ellos".

No me gustó nada hacia dónde iba esto.

Darkspire era una manada ancestral, conocida por engendrar a los Alfas más poderosos. Siempre ocupaban el primer lugar en la jerarquía. Los evitábamos al máximo, ya que eran conocidos por ser feroces y despiadados. Nadie se metía con ellos bajo ninguna circunstancia.

"Si esto se llega a saber, estamos perdidos. Descenderíamos en los rangos y, viniendo de una manada acostumbrada a estar en la cima, créeme, no sería nada bueno. Pero están dispuestos a perdonar la deuda", agregó.

Fruncí el ceño. No tenía sentido. Olía a trampa. Finalmente, él dijo:

"Pero hay una condición. Quieren una Luna de esta familia, solo por un año".

            
            

COPYRIGHT(©) 2022