Capítulo 4 [La sombra de una mentira]

"Por favor, cuide sus palabras", dijo el secretario con un tono cortante. "El señor Curtis fue muy claro: no dudará en encargarse personalmente de cualquiera que se atreva a insultar a la señorita Fowler".

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Justine, y retrocedió unos pasos por instinto.

Todos sabían que Kellan tenía fama de despiadado, pero lo desconcertante para ellos era que Cathy gozaba de una protección tan férrea.

"Es un malentendido", se apresuró a intervenir Josh, forzando una sonrisa halagadora. "Cathy también es mi hija. Naturalmente, me preocupo por ella".

Hábil para entender la situación, él supo que no debía arriesgarse a ofender a los Curtis. Se giró bruscamente hacia su hija y la reprendió con dureza: "Te he consentido demasiado. ¿Cómo te atreves a hablarle así a Cathy? ¡Pídele disculpas ahora mismo!".

"Papá...", murmuró Justine, con la voz temblorosa por la incredulidad.

Pero Josh se mantuvo inflexible, y la secretaria no era alguien a quien desafiar. Tragándose su ira, Justine apretó los dientes y masculló: "Cathy, lo siento. No debí hablarte de esa manera".

La otra se cruzó de brazos, con aire de superioridad. "Olvídalo. No voy a dejar que una tonta me afecte".

Justine se quedó sin palabras, con el pecho oprimido por la abrumadora necesidad de hacerla pedazos.

Se preguntó cuándo había logrado esa zorra ganarse el favor de los Curtis.

En cuanto el secretario se marchó, Josh esbozó una sonrisa tensa.

"Cathy, dime, ¿cómo conociste a Kellan?".

Su emoción era mal disimulada. Ya estaba calculando cómo aprovechar esa conexión con los Curtis para su proyecto de construcción en Dawncrest Bay.

"Si tienes tanta curiosidad, pregúntaselo tú mismo", respondió la joven con frialdad, alejándose sin dar más explicaciones.

Josh se puso tenso. En ese instante comprendió que la actitud sumisa de ella no había sido más que una farsa.

Justine, furiosa, dio un pisotón.

"¡Papá, me ha robado mi oportunidad!".

"Entonces, busca a Marissa", sentenció su padre. "Es conocida como la aprendiz del Sanador Fantasma. Ella podrá conseguir que te reciba".

Estaba seguro de que Kellan buscaba a un genio de la medicina para tratar el daño nervioso crónico que sufría en el brazo. Como doctora de renombre, Marissa seguramente sería invitada al evento.

...

A la noche siguiente, Cathy llegó puntual al salón de banquetes y atrajo de inmediato las miradas de quienes la rodeaban.

"¿De qué familia es? ¡Es deslumbrante!".

Cathy lucía un vestido rojo a la medida, y su cabello, normalmente liso y sencillo, caía ahora en ondas brillantes sobre sus hombros. El conjunto, combinado con unos tacones plateados, le daba un aire de confianza y autoridad. Muy diferente de la imagen contenida que había mantenido durante sus años con la familia Thorpe.

Ya ni siquiera recordaba el momento exacto en que las preferencias de Jayden comenzaron a dictar su forma de vestir, obligándola a usar atuendos sencillos y discretos.

En realidad, ese estilo había sido idea de Marissa.

"¡Lo sabía! Un vestido rojo entallado es perfecto para ti", exclamó Demi, ladeando la cabeza mientras la admiraba. "Te ves mucho más libre".

Cathy esbozó una sonrisa. "Yo también lo creo".

Hasta entonces, había hecho todo lo posible por transformarse para obtener la aprobación de Jayden.

Ahora, decidida a divorciarse, por fin estaba viviendo según sus propias decisiones.

Demi le guiñó un ojo con picardía.

"Los Curtis no me invitaron, así que te espero afuera. Si se te cruza algún galán, no desaproveches la oportunidad y diviértete un poco", bromeó.

Pero a Cathy no le interesaba nada de eso.

Esa noche, su único objetivo era encontrar a Lydia Curtis.

Gracias a sus averiguaciones, había descubierto que la enfermera que atendió el parto de su madre tuvo como última jefa a Lydia.

Decidida, se adentró en el salón, solo para toparse con dos rostros familiares: Jayden y Marissa. Él le rodeaba la cintura con un brazo.

"Marissa, eres la aprendiz del Sanador Fantasma", dijo. "Tú me trataste después de mi accidente y confío en tus habilidades. Estoy seguro de que impresionarás a Kellan".

Recordaba vagamente una voz suave que le había susurrado una y otra vez mientras estaba inconsciente.

Y cuando por fin recuperó la consciencia, el primer rostro que vio fue el de esa chica.

Marissa mantuvo su fachada de inocencia. "Te amo", murmuró con dulzura. "Por eso estoy dispuesta a hacer lo que sea por ti".

Cathy casi se rio en voz alta.

¿Desde cuándo tenía ella una aprendiz?

Y, más importante aún, fue ella quien lo operó, no Marissa.