El calor todavía persistía en las mejillas de Elena, y su respiración agitada hacía subir y bajar el abdomen bajo la delgada tela.
El abdomen tonificado y su ropa interior negra creaban un marcado contraste sobre las sábanas grises, y sus piernas, largas y elegantes, se estiraban, imposibles de ignorar.
Era una mujer de figura espectacular, algo que ya había notado. Sin embargo, esa noche, la imagen era simplemente innegable.
El leve calor que emanaba de sus dedos desde que la había tocado persistía en la mente de él.
Greyson tragó saliva con fuerza y se agachó para liberar su otra pierna de los jeans, colocándole unos pantalones sueltos que le subió hasta la cintura.
El breve contacto de sus dedos en su piel la hizo estremecer, y una tensión ligera recorrió su cuerpo.
Cuando él levantó la vista hacia su rostro, captó el rubor que teñía sus mejillas y el destello nervioso en sus ojos.
Greyson la cubrió una vez más con la manta y se dio la vuelta justo cuando unos golpes firmes resonaron en la puerta.
"Adelante", contestó.
El doctor entró, hizo una pausa para saludar a Greyson antes de centrar su atención en la joven.
"Se cayó. Revísela, por favor, para ver si es algo grave", le indicó Greyson, señalando a Elena.
El doctor se inclinó sobre Elena y, tras presionar suavemente en algunas zonas, le aseguró que solo era una distensión muscular que se aliviaría con estiramientos.
Al notar su respiración entrecortada, el doctor añadió: "Parece que también se ha resfriado".
"Sí".
"¿Están planeando tener un bebé?".
Sallie, que había entrado detrás del doctor, levantó una ceja con súbito interés y su mirada se agudizó.
Antes de que Greyson pudiera pronunciar palabra, Elena respondió: "Sí, así es".
Los ojos del doctor volvieron a posarse en Greyson, evaluando su reacción.
Greyson solo la miró con dureza, silencioso pero lleno de advertencia. No esperaba que le mintiera en su propia cara.
Elena simplemente bajó la vista. ¿Qué más podía decir? Después de todo, Sallie estaba allí mismo.
Una vez que el doctor terminó de dar sus indicaciones, se marchó junto a Sallie, dejando a Greyson y Elena a solas.
La conversación sobre el bebé había dejado una palpable tensión en el aire. A Elena le resultaba difícil incluso sostenerle la mirada.
En lugar de iniciar una pelea, Greyson salió y desapareció en el estudio contiguo.
Poco después, Frank llamó suavemente a la puerta y entró.
"Señor, aquí tiene lo que pidió". Frank le tendió una carpeta y la colocó sobre el escritorio. "Es el acuerdo, redactado tal como lo especificó".
Tras echarle un vistazo rápido al acuerdo, Greyson regresó al dormitorio y se lo entregó a Elena. "Aquí tienes. Fírmalo si de verdad quieres que este matrimonio siga adelante".
Elena no esperaba que él actuara con tanta rapidez.
Al pasar las páginas, sus ojos se detuvieron en una de las últimas cláusulas. "¿Y si te enamoraras de mí?", inquirió. "¿Este acuerdo seguiría en pie?".
"Eso nunca va a pasar", espetó Greyson sin dudarlo.
Era la respuesta que Elena esperaba.
Para ella, este contrato no era más que una conveniencia para él; en realidad, cambiaba muy poco en su propia vida.
"Sabes, nada está escrito en piedra", observó ella con calma.
Él la miró fijamente, y su silencio le dijo todo lo que necesitaba saber.
Elena firmó sin más, tomó una foto del documento como respaldo y le devolvió la carpeta.
Su determinación lo hizo vacilar por un instante. Había momentos en que ella parecía comprender la situación mucho mejor de lo que él imaginaba.
"De ahora en adelante, procura no volver a aparecer por esta zona de la casa", le dijo Greyson con frialdad.
...
"Entonces, ¿qué puso en ese contrato?", preguntó Mina con evidente curiosidad.
Sentada con las piernas cruzadas en el sofá, envuelta en una manta y secándose la nariz, Elena respondió: "Tiene muchas cláusulas. La primera: nada de contacto físico con él".
Mina soltó una carcajada. "Vaya, de verdad se cree que te mueres por tocarlo".
Elena sorbió por la nariz y replicó: "Bueno, con esa cara y ese cuerpo, ¿cómo no me va a atraer?".
"¿Y las otras reglas?".
"Regla número dos: si nos cruzamos en público, debemos actuar como si no nos conociéramos".
"Así que no quiere que nadie sepa del matrimonio".
"Y la tercera, que no puedo hablar de 'nosotros' con nadie. Pero la regla de oro es: nunca, jamás, enamorarme de él".
Mina soltó un largo suspiro. "No sé si es que odia el matrimonio en general, o si solo te quiere lejos a ti".
Elena se encogió de hombros. "Podrían ser ambas cosas. Aunque lo más probable es que solo sea yo".
"Todas las condiciones son para ti. Dime, ¿qué sacas tú de todo esto? Parece que te llevas la peor parte del trato".
El zumbido de su celular la distrajo. Ella sonrió. "¿La peor parte? ¡Por favor! No tengo que hacer de esposa modelo y, a cambio, él me da una asignación mensual. No es un mal negocio".
"¿Hablas en serio? Cuando él no esté, sabes que la gente va a hablar a tus espaldas".
"La gente siempre va a hablar, es inevitable", respondió Elena, con su calma habitual. "Además, no es como si planeara volver a casarme".
Mina negó con la cabeza. "Suena como si hubieras renunciado al amor por completo".
"Deja de actuar como si el amor fuera lo único que importa", se defendió Elena. "No lo has visto en persona. Es guapísimo; jamás dirías que está enfermo. Si sobrevive, entonces sí que me habré sacado la lotería".
Mina no pudo sonreír.
Para ella, el matrimonio de su amiga no parecía motivado por el amor ni por la codicia.
Parecía más bien que estaba arruinando su propia vida.
El repentino sonido del celular de Elena interrumpió la conversación.
Al ver quién llamaba, frunció el ceño.
Aun así, su voz fue ligera y cautelosa al contestar.
Cuando terminó la llamada, soltó un bufido cínico. "Aquí es donde el matrimonio finalmente rinde frutos".
Mina ladeó la cabeza. "¿En qué sentido?".
"Mantiene a raya a los hombres indeseables".
En la oficina central, Elena había solicitado un traslado a esta ciudad por Jerald. Lo que no esperaba era que Travis Marquez, el hijo de su jefe que estaba interesado en ella, también fuera trasladado a la misma sucursal.
De hecho, esa noche él había organizado una cena de departamento.
Aunque Elena aún no se había incorporado oficialmente a la sucursal, sus apariciones en la misma exposición la habían convertido en una cara conocida, así que todos la ubicaban.
Faltar a la reunión solo la haría destacar de la peor manera.
Mientras se dirigían al restaurante, a Mina la asaltó un pensamiento inquietante.
¿Qué pasaría si ella rompía el contrato?
Greyson se había asegurado de que la cláusula más importante tuviera un castigo.
Si cruzaba la línea, se vería obligada a ponerse en cuclillas en la plaza de la ciudad y ladrar como un perro.
Que una condición tan mezquina viniera de un hombre como Greyson solo demostraba cuánto la detestaba.
Y por ridícula que pareciera, la amenaza era una advertencia efectiva para ambos, aunque estaba claro que la regla estaba diseñada para mantenerla a ella a raya.
Al llegar al restaurante, Elena se ajustó el abrigo y entró.
La puerta del salón privado estaba abierta de par en par, dejando escapar risas y voces hacia el pasillo.
En cuanto Elena se asomó por la puerta, un coro de voces la llamó desde el interior: "¡Elena, por aquí! ¡Te guardamos un sitio!".
Todas las miradas se posaron en ella en el momento en que entró.
Ella les dedicó una sonrisa ensayada. "Disculpen la tardanza. Me resfrié y me quedé dormida sin darme cuenta".
"¿Seguro que estás bien?", preguntó Travis, con genuina preocupación.
Elena respondió: "No es nada grave. Solo un resfriado".
La mayoría de los presentes eran viejos conocidos de proyectos anteriores y la recibieron con calidez.
El interés de Travis por ella era un secreto a voces que se extendía desde la oficina central hasta esta sucursal, por lo que en el ambiente flotaba una clara expectación.
Por cortesía, le dejaron una silla vacía junto a Travis, y Elena tomó asiento y se unió a la animada charla.
Esos colegas prosperaban con las conversaciones triviales, por lo que la charla y las risas fluían sin cesar, manteniendo el ambiente animado.
Cuando la cena estaba por terminar, Travis salió unos minutos. Regresó con un ramo de rosas color champán.
Sonrisas cómplices se extendieron por la sala, y casi todas las miradas se clavaron en ella.
Ella entendió el gesto perfectamente.
Rechazarlo frente a ese público crearía una situación incómoda en el trabajo, y Elena entendía muy bien las consecuencias.
Con la puerta del privado abierta de par en par, incluso los que pasaban por el pasillo se detenían a mirar, curiosos por el posible drama.
"Elena, he oído que estás soltera de nuevo. ¿Me darías la oportunidad de cortejarte?". Travis se plantó frente a ella y le confesó sus sentimientos.
La sala estalló en vítores, aunque nadie la presionó para que aceptara.
Elena se puso de pie y lo enfrentó. Su respuesta fue serena y firme.
"Me temo que no va a ser posible. Ya estoy casada y, para mí, la familia es lo primero".
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