Capítulo 4 Algo en la sangre

Un solo trago del antídoto borró las erupciones de Mismo, y su voz recuperó su tono suave y firme.

Después de conseguir la dirección del hospital de Brent, se decidió a visitar a su madre, Skylar.

Antes de que pudiera salir por la puerta, Brent la detuvo con un cheque en la mano. "Un poco de dinero para tus gastos. Cuida a Teodoro y, además de tu paga, recibirás un bono semanal de mi parte".

En ese momento, Mila irrumpió para recoger ropa para la hospitalización de Kolton, pero las palabras captaron su atención, dejándola paralizada en el sitio. En el pasado, Brent nunca concedía tales favores: ninguna de las ocho chicas antes de Mismo recibió más que una despedida brusca y un discreto pago del mayordomo una vez que desaparecían.

¿Qué hacía a Mismo diferente de todas las demás?

Dando las gracias amablemente, Mismo se fue y pasó junto a Mila en el pasillo. Notó la mirada venenosa de Mila, pero no le importó.

El caos de la mañana le había revelado suficiente: al principio había sospechado que Mila y Kolton la habían drogado la noche anterior. Extrañamente, ellos no parecían haber notado el mismo polvo irritante que ella había usado en Kolton.

Algo en la situación simplemente no cuadraba.

Por impulso, envió un mensaje de texto, determinada a rastrear todo el polvo irritante que había preparado.

Un conductor enviado por Brent la esperaba afuera de la gran propiedad. Parada en la entrada, no podía sacudirse la inquietante sensación de ser observada.

Recorrió con la mirada los alrededores y se detuvo en un punto sombrío en la esquina suroeste. Escondida entre espesos arbustos había una enorme casa rodante negra, elegante y hecha a medida, diferente a cualquier vehículo común. La manera en que la brisa jugaba entre las hojas solo añadía a su lujo misterioso.

Una punzada de intuición la recorrió; podía sentir la presencia de una estricta seguridad rodeando el vehículo, lo que aumentó su interés.

Llevada por la curiosidad, se dirigió hacia la casa rodante, con la intención de desvelar sus secretos.

En el interior, sonó la voz de Iván Adams. "Se está acercando". Alertó a Teodoro de que Mismo se acercaba.

Teodoro no pronunció ni una palabra mientras observaba la grácil silueta de ella. En los ojos de ella vio claridad y luz, como el sol sobre el agua, lo que le hizo recordar lo fácil que se había perdido en ellos la noche anterior.

Ese recuerdo persistía, y el gentil toque de ella le oprimió algo en lo profundo del pecho.

Mientras tanto, Iván notó que su jefe se había quedado absorto y lo codeó con una sonrisa pícara, compartiendo las últimas imágenes de seguridad. "Jefe, esta es diferente. Tiene algo que ninguna de las otras mujeres tiene".

Teodoro replicó con sorna: "¿Planeas cortejarla tú mismo?".

Su mirada bastó para que Iván bajara la vista. "Perdón, jefe".

Teodoro soltó un bufido, sin inmutarse.

En ese momento, un médico se acercó con una hoja de papel y dijo con expresión preocupada: "Señor, sus resultados de análisis son extraños. Apareció algo desconocido en su sangre".

A Iván se le fue el color del rostro. "¿Qué es? ¿Podría hacerle daño?".

El rostro de Teodoro, sin embargo, permaneció impasible. Se encontró con la mirada del médico. "¿Es un peligro o un beneficio?".

"Aún es demasiado pronto para decirlo", admitió el doctor.

La respuesta no sorprendió a Teodoro. Mismo era la única que se había acercado lo suficiente como para darle algo.

'¿Era una aliada o algo completamente distinto?'

Entornando los ojos, Teodoro volvió a examinar el video de seguridad, deteniéndose en la imagen de Mismo espolvoreando a Kolton con el misterioso polvo.

'¿En serio, polvo irritante?'

La revelación hizo que la mirada de Teodoro se volviera afilada como una navaja.