Capítulo 9 Preferiría morir antes que volver a acostarme contigo

Al escuchar las palabras de Madelyn, Jason se detuvo en seco, a medio gesto. Bajó la cabeza y la miró con furia encendida. Ella, desnuda, se abrazaba a sí misma en un gesto defensivo; los ojos le brillaban de lágrimas y en su mirada ardía un desafío que no cedía.

En ese instante, él recordó haberla visto reír y conversar con aquel hombre.

¿Cómo se llamaba?

Ah, sí... Daniel Flynn.

Una chispa de celos le recorrió, avivando las llamas de su ira.

Con una sonrisa burlona, volvió a avanzar.

"No me importa si eres un reemplazo; eres mi esposa. Aunque nos vayamos a divorciar, ningún otro hombre puede acercarse a ti". Cada palabra destilaba veneno, impregnada de un desprecio posesivo.

La paciencia de Madelyn se quebró. Aprovechando un instante de distracción, le dio una bofetada que resonó en la habitación silenciosa.

Él quedó atónito; una marca roja se dibujó en su rostro cincelado. El dolor era secundario frente a su incredulidad.

La mano de ella quedó suspendida en el aire, temblando, quizá de rabia, quizá de miedo.

Su voz, firme y resuelta, quebró la tensión. "Preferiría morir antes que volver a acostarme contigo".

Cada palabra era una daga, cargada de repulsión y convicción inquebrantable, que se clavaba en lo más hondo de Jason.

Por un largo momento, él sostuvo su mirada en silencio, luego soltó una risa desdeñosa. "Bien. Pero hasta que se finalice nuestro divorcio, no te metas con otros hombres ni manches el nombre de la familia Miller".

Sus palabras fueron un latigazo frío que golpeó la compostura de Madelyn.

Le ardía el corazón de indignación. Quiso replicar que eran él y Rebeca quienes debían controlar su aventura, pero antes de que pudiera hablar, él salió de la habitación y cerró la puerta de golpe.

Ella permaneció en la cama, luchando contra la tormenta de emociones que la invadían.

Cuando recuperó claridad, comprendió que esperar el proceso de divorcio solo traería más caos a su vida.

No, no podía demorarse.

¡Necesitaba un abogado ya!

Corrió a la puerta, tomó la manija y la giró, pero no se movió ni un milímetro.

Para su consternación, descubrió que estaba cerrada por fuera.

Golpeó la puerta, su voz resonando por la villa vacía. "¡Abre la puerta! ¡Déjame salir!"

Una voz femenina, desconocida para ella, respondió desde afuera.

Su tono era cortés, probablemente por encargo de Jason. "Señora Miller, ¿puedo ayudarla?" preguntó a través de la puerta.

Madelyn respondió con tono helado: "Desbloquee esta puerta. Déjeme salir".

"Lo siento, señora" contestó la empleada con un matiz de pesar. "El señor Miller ha ordenado que permanezca en la villa".

"¿Dónde está él?" exigió, conteniendo su furia.

"El señor Miller ha salido" replicó la empleada, con un tono firme, casi mecánico.

Era evidente que él quería mantenerla encerrada allí.

Madelyn tembló de rabia, los puños apretados a sus costados.

Tras una pausa, la empleada añadió con cautela: "Señora, cualquier cosa que desee puede serle proporcionada, siempre que permanezca dentro de la villa".

Ella soltó una risa irónica. ¿Cualquier cosa, mientras siguiera siendo una prisionera?

Estaban al borde del divorcio y aun así Jason creía tener derecho a controlar cada uno de sus movimientos.

¿Qué pensaba, que era una posesión suya?

"Quiero un abogado" declaró.

La empleada respondió con firmeza: "Lo siento, señora. El señor Miller le ha prohibido reunirse con nadie".

Ante eso, Madelyn abandonó cualquier intento de razonar con la empleada.

Respiró hondo para serenarse y fijó la vista en la ventana. Entonces, empezó a gestarse una idea en su mente.