Cada palabra era un dardo cuidadosamente elegido, destinado a herir. No solo estaba atacando mi carrera; estaba atacando mi valor como mujer, mi inteligencia, mi ser mismo.
-Sabes, una empresa como esta necesita una cierta imagen -continuó, rodeándome como un tiburón-. Fresca. Limpia. Tu presencia aquí... simplemente está arruinando toda la vibra. Benjamín debería despedirte. De hecho, voy a decirle que te despida.
La puerta se abrió de nuevo, y esta vez era Benjamín. Parecía cansado, pero su rostro se iluminó cuando vio a Katia.
-Katy, amor, te dije que esperaras en el coche -dijo, con voz suave.
Se acercó y la rodeó con un brazo, ignorándome por completo.
Katia se derritió inmediatamente contra él, su voz se convirtió en un quejido patético.
-¡Ben, estaba siendo mala conmigo! Es tan... agresiva. Da miedo.
Benjamín suspiró, un sonido de resignación que yo conocía demasiado bien. Era el sonido que hacía cuando estaba a punto de ceder. Me miró, un destello de su antiguo yo, el empresario brillante que una vez admiré, asomándose en sus ojos.
-Alina -comenzó, su tono cansado-, Katia es solo... joven. No entiende la presión bajo la que estamos.
Estaba poniendo excusas por ella. Defendiéndola.
-Ben, acaba de acusarme de haberme acostado con gente para llegar a mi puesto -declaré, mi voz plana y desprovista de emoción.
Benjamín hizo una mueca. Miró a Katia, que le hizo un puchero.
-Amor, no puedes decir cosas así. -Se volvió hacia mí-. Alina, sabes que eso no es verdad. Tu historial profesional es... bueno, es tan bueno como el mío. Eres brillante.
Pensó que eso era suficiente. Un simple cumplido para suavizar un insulto vicioso y público. Estaba tan cegado por esta chica que no podía ver la manipulación descarada, el veneno que estaba inyectando en el corazón de su empresa.
-Tu trabajo durante los últimos cinco años ha sido impecable, Alina. Nadie puede cuestionar eso -dijo, como si eso cerrara el asunto.
Luego hizo lo impensable.
-Tengo una idea -dijo, con una sonrisa terriblemente brillante en su rostro-. Katia, estás de becaria en marketing, pero te interesa el lado de los negocios, ¿verdad? ¿Por qué no sigues a Alina por un tiempo? Aprende de la mejor.
Quería que yo fuera la mentora de mi propia verdugo. Le estaba entregando un cuchillo y pidiéndome que le mostrara dónde apuñalar.
Los ojos de Katia se iluminaron con una alegría maliciosa.
-¡Oh, Benny, esa es una idea maravillosa! Me encantaría aprender de... Alina. -Alargó mi nombre como si fuera algo desagradable-. Aunque no estoy segura de qué puedo aprender. Ya estoy sacando mi título de la Ibero. ¿En qué era tu título, otra vez? ¿De alguna universidad pública?
Estaba tratando de menospreciar mi educación. Mi maestría del Tec de Monterrey. El título que había obtenido con honores mientras simultáneamente ayudaba a Benjamín a construir esta empresa desde una fantasía de garaje hasta una realidad de nueve cifras.
El aire en la habitación se volvió denso y quieto. Incluso Benjamín, en su niebla de enamoramiento, pareció darse cuenta de que Katia había cruzado una línea. Su ignorancia era asombrosa.
Katia, sin embargo, confundió el silencio con mi intimidación. Sacó el pecho, luciendo engreída.
-¿Ves? No tienes nada que decir. Probablemente compraste tu diploma en línea.
Benjamín finalmente rompió el silencio, su voz tensa.
-Katia. Ya es suficiente.
Me miró, con un toque de vergüenza en sus ojos.
-Alina se graduó con mención honorífica de la maestría en negocios del Tec de Monterrey. Es uno de los mejores programas de negocios del mundo.
Se volvió hacia Katia, su tono suavizándose al de un maestro paciente explicando un concepto simple a un niño lento.
-Deberías tratar de ser un poco más humilde, amor. Hay mucho que no sabes.
La cara de Katia se agrió. La validación que esperaba le había sido negada. Pero su arrogancia era una mala hierba que volvía a crecer al instante.
-Tec, Ibero, lo que sea -se burló, agitando una mano con desdén-. ¿A quién le importa esa basura de la vieja escuela? Ahora todo se trata de a quién conoces, no de lo que sabes. Y yo conozco al CEO.
Me lanzó una mirada triunfante, su mensaje era claro. Tus credenciales no significan nada. Tu trabajo duro no significa nada. Yo lo tengo a él. Yo gano.
Benjamín solo suspiró de nuevo, atrayéndola más cerca. Estaba completamente castrado.
El hombre al que había ayudado, el hombre al que había respetado, se había ido. En su lugar había un tonto, llevado de la nariz por una niña vengativa.
Y quería que yo le enseñara.
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