Sin darse cuenta, con los ojos casi cerrados a la espera del beso, Vasti asintió con la cabeza. Probablemente estaría de acuerdo con lo que él quisiera, lo cual era sumamente peligroso. En el fondo, su mente le gritaba que corriera tan rápido como pudiera, pero su cuerpo no le hacía el menor caso.
Las manos de Adonis fueron rápidas, y ya había bajado el cierre del vestido de ella, tirando de la tela hacia adelante para exponer el cuerpo de Vasti ante él. Cuando vio el sostén beige, sonrió. Ya lo esperaba. Pero, increíblemente, le pareció extremadamente sexy. La piel de ella era muy clara, pálida, y el tono beige de la ropa interior le añadía un encanto especial. Además, tenía un busto generoso, bien redondeado.
-Perfecta... -susurró, pasándose la mano por encima del propio pantalón, haciendo que Vasti abriera la boca y, enseguida, se mordiera los labios. Nunca había visto un órgano masculino. No en vivo, al menos-. ¿Lo quieres?
-Quiero -Vasti ni siquiera creyó lo que acababa de responder, ¡y con una voz débil de deseo! Adonis llevó la mano al cabello de ella, que ya estaba suelto, y lo jaló con cuidado, pero con la fuerza suficiente para que lo mirara y sintiera la presión.
-Respuesta equivocada. "Sí, señor" -como Vasti se quedó mirándolo, confundida, Adonis dio otro tirón en su cabello, solo para que sintiera la presión-. ¡Repita! "Sí, señor".
Lo más normal habría sido que Vasti mandara a alguien al diablo si le hablaban de ese modo. Sin embargo, antes de que pudiera pensar en ello, su boca ya estaba respondiendo.
-Sí... Sí, señor.
Adonis le dio un beso rápido, pero lleno de sensualidad.
-Eso es, muy bien. Aprendes rápido -la miró de arriba abajo-. ¿Terminaste lo que tenías que hacer?
-¿Huh? -el cerebro de Vasti apenas lograba procesar información-. ¿Qué?
-Tu trabajo, ¿lo terminaste? -preguntó, serio. Adonis estaba loco por ella, pero seguía siendo responsable con la empresa. Ella tragó en seco, tratando de ordenar las ideas.
-Ah... solo necesito darle una última revisada y enviarlo al correo de la Señorita Williams -le pareció mejor no llamar a Heidi por su nombre de pila delante de él. Ya la habían despedido una vez, y no quería repetir la experiencia.
"Habla la mujer que se está enredando con el jefe..."
-Entonces termina eso rápido y nos vamos de aquí. Voy a recoger mis cosas -Adonis dio un paso atrás, pero regresó enseguida y la besó en los labios, mordiéndolos suavemente antes de alejarse y salir de la cocineta, con un guiño y una sonrisa pícara.
Vasti se quedó ahí unos instantes, sin poder moverse. "¿Qué fue eso?", se preguntó.
Arreglándose el vestido, se levantó y sintió una molestia entre las piernas. Estaba demasiado mojada y era raro caminar de esa manera. Fue rápido al baño, se limpió y volvió a su escritorio. Sabía lo que él quería hacer. No era tonta. Solo no sabía si realmente debía hacerlo.
"Por el amor de Dios... ¿mi primer día, de verdad, en esta empresa y me voy a acostar con mi jefe?", se regañó mentalmente. "Pero él quiere. Está buenísimo. TÚ quieres. Anda... solo se vive una vez. ¡Aprovecha!", le susurraba su parte diabólica.
Vasti terminó de revisar el documento, envió el archivo a Heidi y tomó su bolso. En cuanto se puso de pie, Adonis apareció en el pasillo, con su portafolio en la mano, y le sonrió.
Tenía el cabello despeinado, la corbata floja y los dos primeros botones de la camisa desabrochados. Ella se preguntó si eso había sido obra suya.
-¿Lista? -preguntó él. Ella asintió con un leve movimiento de cabeza, y él hizo un gesto con la mano para que lo acompañara al elevador.
Vasti no sabía qué decir. Bajaron en silencio. Había cámaras ahí. Por supuesto que él no se atrevería a hacer nada.
Bajaron al estacionamiento y él hizo un movimiento con la mano, indicando que debía salir de la caja de metal. Ella lo hizo y él pasó a su lado. Ella lo siguió. Llegaron hasta su auto, el mismo de la noche anterior, y él presionó el botón de la llave, desbloqueándolo y permitiendo que ella entrara.
Apenas salieron del edificio, Adonis puso la mano sobre la pierna de ella y apretó suavemente el muslo. En seguida, le dio una palmada en el mismo lugar.
-¡Oh! -exclamó Vasti, sorprendida. Sintió la zona arder, pero no fue desagradable. Lo miró, perpleja, confundida. Él, por su parte, abrió una sonrisa enorme.
-Nos vamos a entender perfectamente bien, Señorita Phillips -dijo. Adonis tenía gustos... peculiares, y Vasti parecía abierta a lo que él tenía en mente.
Ella nunca había tenido relaciones sexuales. Sí había tenido un novio serio, pero no se sintió lo bastante segura como para llegar a esa etapa con él. Y él no aceptó el hecho de que ella no "aflojara" de inmediato. Al final, lo encontró en la cama con su compañera de cuarto.
En ese momento, él terminó soltando que ella no era suficientemente mujer, pues no cogía, no complacía a su hombre. Ella pidió cambiarse de cuarto, claro, porque no iba a querer ver al ex revolcándose con la chica de la cama de al lado. Dos meses después, él regresó rogándole que volviera con él. Y todo porque, como Vasti supo después, la otra chica lo había cambiado por una mujer. Vasti lo mandó al infierno. La suerte fue que eso sucedió ya cerca de la graduación y no tuvo que huir de él por mucho tiempo.
Vasti miró al hombre tan guapo que conducía el auto. Había buscado en internet. Se llamaba Adonis. Adonis MacGyver. El nombre le hacía justicia, pues nunca había visto a un hombre tan hermoso. No era solo porque el color oscuro de su cabello brillante o el color de sus ojos, verde turquesa, eran bonitos, sino porque todo en él era proporcional, armonioso, hermoso. Podría llegar a decir perfecto.
-¿Piensas en algo? -preguntó Adonis, sintiendo la mirada de ella sobre él.
-Ah... creo que debería decirle esto ahora. No sé... -se mordió el labio y él frunció el ceño.
-¿Decirme qué? Puedes hablar -dijo. Adonis esperaba que no saliera con que tenía novio o algo por el estilo. Era un desgraciado, pero no se metía con mujeres de otros hombres cuando sabía que no estaban solteras.
-Yo nunca... nunca hice esto.
Él sonrió. Todas decían lo mismo. Todas aseguraban que nunca habían tenido sexo casual, que solo lo hacían con sus novios y bla, bla, bla. Eso lo decepcionó, de cierta manera. No creía que ella fuera de ese tipo.
-Entiendo. Pero puedes estar tranquila. Para todo hay una primera vez. Tener sexo fuera de una relación no es ninguna vergüenza. Al contrario. Es una liberación.
Vasti lo miró, girando un poco la cabeza. Esa respuesta no tuvo ningún sentido para ella.
-No entiendo qué tiene que ver eso... -dijo.
Ahora fue su turno de quedarse confundido.
-Estabas diciendo que nunca habías hecho esto. Tener sexo sin novio. Tener sexo sin conocer bien a la persona... Sexo casual -ni él mismo podía creer que tenía que recordar a la mujer las palabras que acababa de decir.
-Ah, en realidad, no es eso. No fue eso lo que dije. O lo que intenté decir -Vasti carraspeó-. Es que yo... Está bien. Soy virgen.
Decidió decirlo porque temía que él quisiera hacer las cosas muy rápido y no era eso lo que ella quería. No así. Si él la lastimaba sin querer porque ella no le dio la información, la noche terminaría mal y sería frustrante para ambos.
El auto se desvió hacia un lado, hacia el acotamiento, y se detuvo.
Vasti miró a Adonis sin entender nada. Él miraba el volante, y Vasti se dio cuenta de que los nudillos de sus manos estaban tensos al máximo.
-¿Qué? -preguntó él, para confirmar que no había escuchado mal-. ¿Qué fue lo que dijiste?
-¿Cómo?
-¡Virgen! Dijiste... ¿que eres virgen? -preguntó, girando el rostro hacia ella. Vasti podía notar que estaba, al mismo tiempo, enojado, decepcionado y algo más.
-Sí -respondió Vasti. Él volvió a mirar al frente y arrancó el auto-. ¿Cuál es el problema? No quería decirlo solo en el momento... Me pareció mejor decirlo antes, ¿no?
Adonis no respondió, pero tomó un retorno. Pronto, Vasti se dio cuenta de que iba hacia su vecindario, aunque esperó para estar segura. Él aparcó frente al edificio de ella.
-Es mejor que bajes -dijo, frío, sin mirarla. Ella frunció el ceño y estiró la mano para tocarle el brazo, pero él lo notó y se apartó.
-No estoy entendiendo... Nosotros...
-Yo no cojo con vírgenes. Eso es. Dan trabajo, se vuelven pegajosas y siempre terminan con la misma cantaleta: compromiso, matrimonio. Yo no ofrezco nada de eso. Así que puedes bajar. Ahora.
Vasti todavía lo miró, creyendo que estaba bromeando, pero no. Hablaba en serio. Ella resopló con incredulidad, salió del auto, azotó la puerta y se alejó.