El Monstruo Detrás de Su Máscara
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Capítulo 5

Punto de vista de Sofía Garza:

La pregunta directa de la jueza flotaba en el aire, densa y pesada. Mateo, usualmente tan sereno, visiblemente se estremeció. Miró a su abogado, luego a Valeria, luego de nuevo a la jueza, su rostro una máscara de confusión fabricada.

-Su Señoría -intervino suavemente el abogado de Mateo-, mi cliente niega cualquier acusación de infidelidad. Esta es una acusación sin fundamento, un intento desesperado de la señora Garza por extorsionar a mi cliente.

La sala, que había estado en silencio, estalló en un murmullo bajo. Los reporteros, que habían abarrotado la galería, comenzaron a teclear furiosamente en sus laptops.

-¡Orden! ¡Orden en la sala! -ordenó la jueza, su mazo golpeando bruscamente. El murmullo se apagó, pero la tensión permaneció.

Un fuerte susurro desde el fondo de la galería cortó el silencio.

-Esa es ella, la que está tratando de arruinar al pobre Mateo. ¡Oí que empujó a su novia embarazada por las escaleras!

Otra voz intervino.

-¡Sí, y es infértil! Ni siquiera puede darle hijos, ¡pero quiere quitarle todo su dinero!

Mis mejillas ardieron. Los rumores en línea, alimentados por el equipo de relaciones públicas de Mateo, me habían pintado como la villana. Una esposa amargada, celosa e infértil que atacaba a una mujer embarazada inocente.

La jueza golpeó su mazo de nuevo, sus ojos entrecerrándose.

-No toleraré interrupciones ni calumnias en mi sala. La señora Garza tiene derecho a una audiencia justa, libre de prejuicios públicos. -Miró deliberadamente a los reporteros-. Cualquier otro arrebato resultará en cargos por desacato.

Se volvió hacia Mateo.

-Señor Vargas, le hice una pregunta directa. ¿Admite las acusaciones de infidelidad, o no?

Mateo tragó saliva con dificultad, su nuez de Adán subiendo y bajando. Miró a Valeria, que lo miraba con ojos grandes e inocentes, una imagen perfecta de vulnerabilidad.

-Su Señoría -dijo finalmente Mateo, su voz tensa-, todo esto es un trágico malentendido. Mi esposa... ha pasado por mucho. El accidente, su dolor crónico... ha afectado su juicio. Está tergiversando las cosas. No hubo ninguna aventura. Valeria es una empleada, nada más. Mi esposa encontró un gato callejero y, de alguna manera, este simple acto de bondad desató una ilusión en su mente. -Hizo un gesto vago hacia mí-. Ella cree que el gato, un mero animal, la llevó a creer en una fantasía de traición.

Algunas risas se extendieron por la galería. Algunas personas negaron con la cabeza, claramente comprando su narrativa. Está tratando de hacerme parecer loca.

-¿Ilusión? -me burlé, incapaz de contenerme-. ¿Así que la mujer embarazada sentada a su lado es solo un producto de mi imaginación, señor Vargas? ¿Y el bebé en su vientre? ¿También es un producto de la imaginación?

El rostro de Mateo se tensó.

-Su Señoría, la señora Garza está claramente agitada. Está haciendo declaraciones descabelladas. Esto es exactamente de lo que estoy hablando. Necesita ayuda, no un divorcio. -Miró a sus padres, quienes asintieron de acuerdo. Mis padres, sentados en la esquina trasera de la galería, apartaron la mirada, avergonzados.

Valeria, aprovechando su momento, se levantó de repente de su asiento, su mano yendo instintivamente a su vientre. Su voz era suave, temblorosa, pero se escuchó en toda la silenciosa sala.

-Su Señoría, si me permite -comenzó, dirigiéndose a la jueza con una súplica llorosa-. Entiendo el dolor de Sofía. De verdad lo entiendo. Debe ser muy difícil para ella, no poder... no poder tener hijos propios. -Lanzó una mirada compasiva en mi dirección-. Pero está tergiversando la verdad. Mateo es un buen hombre. Un hombre amable. Me ayudó cuando estaba luchando, solo una asociada junior. Fue un mentor. Eso es todo. Solo está celosa, Su Señoría. Celosa de mi juventud, de mi carrera, de mi... mi futuro.

Hizo una pausa, respirando temblorosamente, luego continuó.

-También está muy enojada. Enojada porque Mateo no le firmará toda su fortuna. Quiere quitarle todo, dejarlo sin nada. Es una mujer ambiciosa y vengativa, Su Señoría, que no se detendrá ante nada para lastimar a Mateo. Incluso me atacó en su oficina, tratando de lastimar a mi bebé.

Una nueva ola de susurros y murmullos enojados estalló desde la galería. Los reporteros eran un frenesí de clics y flashes. Sus titulares para mañana se estaban escribiendo solos: "Esposa Envidiosa Ataca a Amante Embarazada", "Mujer Estéril Busca Venganza".

Mateo me miró, una sonrisa triunfante jugando en sus labios.

-¿Ves, Sofía? Valeria es mucho más comprensiva de lo que tú serás jamás. Está dispuesta a pasar por alto tu locura, tu crueldad. Es una buena mujer. -Se inclinó hacia adelante, su voz un bajo desprecio destinado solo para mí-. Y tú, eres solo una vieja amargada.

La sangre se me heló. Vieja amargada. Las palabras resonaron en mi mente, cortando más profundo que la bofetada en mi cara. Sin embargo, una extraña calma se apoderó de mí. Su vitriolo, sus mentiras descaradas, su satisfacción engreída, todo era una actuación, aunque convincente. Su ataque colectivo solo sirvió para agudizar mi resolución.

Miré a Mateo, luego a Valeria, luego a la jueza. Una sonrisa lenta y escalofriante se extendió por mi rostro.

-¿Vieja amargada? -repetí, mi voz desprovista de emoción-. ¿Amargada? ¿Vengativa? Quizás. Pero al menos no soy un hombre que deja embarazada a una mujer, luego niega al niño, mientras manipula a su esposa para que piense que está loca. -Hice una pausa, dejando que la implicación flotara-. Y en cuanto a las afirmaciones de Valeria, Mateo, cariño, ¿estás tan seguro de que soy yo quien está tratando de arruinar tu reputación?

Me volví hacia la jueza, mi voz clara y fuerte.

-Su Señoría, le hice al señor Vargas una pregunta simple. ¿Admite la infidelidad? La ha evadido, desviado e intentado pintarme como mentalmente inestable. -Tomé una respiración profunda-. Quizás es hora de que la corte escuche la evidencia. Toda.

La jueza me miró, un destello de algo ilegible en sus ojos.

-Señora Garza, ¿está preparada para presentar su evidencia ahora?

-Lo estoy, Su Señoría -confirmé, una resolución de acero en mi voz-. Y le aseguro que no dejará ninguna duda sobre la infidelidad del señor Vargas, su carácter y la verdadera naturaleza de este matrimonio.

Mateo, que había estado sonriendo con suficiencia, de repente se puso rígido. Los ojos de Valeria se abrieron, un destello de miedo genuino reemplazando su fingida inocencia. La sala contuvo la respiración, sintiendo un cambio.

-Muy bien -dijo la jueza, su mirada recorriendo la silenciosa habitación-. Que se presente la evidencia.

Mi abogada, una mujer tranquila pero formidable llamada Sara Chen, se levantó de su asiento. Caminó hacia la pantalla de proyección, una memoria USB en su mano. Un silencio cayó sobre la sala, tan profundo que se podía oír caer un alfiler.

Observé el rostro de Mateo, la suficiencia drenándose lentamente, reemplazada por un horror creciente. Lo sabía. Sabía que tenía algo. Y la verdad, una vez expuesta, lo reduciría a cenizas.

                         

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