La amante indeseada se convierte en la reina de la rival
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Capítulo 3

La miré fijamente, la habitación girando vertiginosamente a mi alrededor.

Esto era traición.

En nuestro mundo, hacer pasar a un bastardo como el heredero de sangre no era solo una mentira; era una sentencia de muerte.

-Voy a decírselo -dije, dando un paso hacia la puerta del baño donde el agua todavía corría.

Viviana ni siquiera se inmutó.

-Adelante -desafió, su voz goteando hielo-. Díselo. Dile que la amante celosa y estéril está inventando historias para herir a la viuda afligida. A ver a quién le cree.

El agua dejó de correr.

Un momento después, Damián salió, secándose las manos con una toalla blanca y afelpada.

Miró entre nosotras, sintiendo la tensión como electricidad estática en el aire.

-Damián -dije, mi voz firme a pesar de los latidos frenéticos en mi pecho-. Necesitas escucharme. Acaba de admitir que te drogó. El bebé no es tuyo. No es de Aarón.

Damián se congeló.

Miró a Viviana.

Viviana rompió a llorar de inmediato, agarrando las sábanas y subiéndolas hasta la barbilla como si estuviera desnuda y vulnerable.

-¿Ves? -sollozó, señalándome con un dedo tembloroso-. ¡Lo está haciendo de nuevo! ¡Está tratando de estresarme para que tenga un aborto! ¡Está inventando mentiras demenciales porque me odia!

-¡No es una mentira! -grité, dando un paso adelante-. ¡Aarón era estéril! ¡Pregúntale al doctor! ¡Revisa los registros!

-¡Basta! -rugió Damián.

El sonido de su voz fue como un golpe físico.

Se interpuso entre nosotras, dándome la espalda, protegiéndola de una amenaza que no existía.

-Aarón no era estéril -dijo Damián, su voz temblando de ira contenida-. Mi hermano era un hombre. No insultes su memoria.

-¡Te está manipulando, Damián! -le agarré el brazo.

Me apartó el brazo con tanta fuerza que me hizo tropezar hacia atrás.

-¡Suficiente! -gritó-. No me importan tus teorías de conspiración, Estela. Me importa la estabilidad. Me importa que mis hombres vean un heredero. ¡Me importa que el Sindicato no se desmorone en una guerra civil porque no puedes controlar tus celos!

Celos.

Pensaba que estaba celosa.

-¿Eso es lo que crees que es esto? -pregunté, mi voz apenas un susurro.

-Mírala -Damián señaló a Viviana, que temblaba teatralmente-. Ella es la madre del futuro de esta familia. Le mostrarás respeto.

Se volvió hacia Viviana, su voz suavizándose al instante.

-Lo siento, Viv. Está molesta. No volverá a pasar.

Viviana sorbió por la nariz, secándose los ojos.

-Solo quiero estar a salvo, Damián. Quizás debería irme... ir a la casa de campo...

-No -dijo Damián con firmeza-. Te quedas aquí. Donde puedo protegerte.

Se volvió hacia mí.

-Tenemos un trato -dijo, con los ojos duros-. Una vez que nazca el niño, Viviana se va a la hacienda en Querétaro. Entonces, y solo entonces, podremos hablar de nosotros. De matrimonio.

-Matrimonio -repetí, la palabra sabiendo a cenizas.

-Lo juro -dijo-. Solo espera unos meses más. Déjame pagar mi deuda con Aarón.

Sacó de su bolsillo una tarjeta de crédito negra.

-Ve a la boutique mañana -dijo, poniéndome la tarjeta en la mano-. Cómprate un vestido de novia. Compra lo que quieras. Solo... mantén la paz.

Miré el plástico negro en mi mano.

Era dinero.

Era un soborno para que me callara y lo dejara jugar a la casita con una traidora.

Miré a Viviana. Me guiñó un ojo por detrás de la espalda de Damián.

Algo dentro de mí se rompió.

No fue un chasquido fuerte. Fue el sonido silencioso de una atadura rompiéndose.

-Está bien -dije suavemente.

Damián parpadeó, sorprendido por mi repentina sumisión.

-¿Está bien?

-Iré a comprar un vestido -dije, mis dedos apretando la tarjeta-. Mantendré la paz.

No iba a dejar que se ahogara en sus mentiras.

Iba a dejar que se quemara en ellas.

            
            

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