Teatro en la Cena
Punto de Vista de Vera:
El comedor era sofocante.
Los candelabros de cristal proyectaban un brillo cálido, pero la atmósfera era más fría que una tumba de invierno.
Aún no había empacado. Necesitaba sobrevivir a esta cena primero. Si intentaba irme ahora, en medio de la celebración, Darío me detendría físicamente. Era un Beta, más fuerte que mi forma humana, y le encantaba hacer una escena.
Así que me senté.
Me senté en el extremo más alejado de la mesa, el lugar reservado para los niños o los parientes en desgracia.
Eris se sentó a la cabecera, a la derecha de mi padre. Caín se sentó a su lado.
-Los Ancianos de la Academia estaban asombrados -decía Eris, con la voz espesa como jarabe-. Dijeron que no habían visto un Aura de Alfa tan potente en una hembra en tres generaciones.
-Increíble -suspiró mi padre, mirándola como si fuera un billete de lotería ganador-. Una Alfa hembra en el linaje Darkthorne. Esto cambia todo para nuestra posición en el Consejo.
-Fue difícil -suspiró Eris, apoyándose en el hombro de Caín-. La transformación... el poder... le pasa factura a mi cuerpo. Por eso estoy tan frágil.
-Eres una guerrera, mi amor -murmuró Caín. Cortó un trozo de bistec y se lo dio en la boca.
Se me revolvió el estómago.
"Mi amor". Nunca me había llamado así.
-¡Oh, Vera! -Eris de repente me miró, abriendo los ojos con fingida sorpresa-. No te vi allí. Eres tan... callada. Como un ratoncito.
La mesa se quedó en silencio.
-Bienvenida a casa, Eris -dije con firmeza. Corté el bistec poco hecho en mi plato. La sangre se acumuló en la porcelana blanca.
-¿Cómo estuvo tu pequeña ceremonia? -Eris inclinó la cabeza-. Caín estaba tan preocupado por mí que simplemente no pudo separarse. No estás enojada, ¿verdad?
Soltó un aroma entonces. Se suponía que era un comando Alfa, una ola de dominio.
Pero para mí, olía a goma quemada y perfume barato. Químico. Artificial.
-Por supuesto que no -dije, sin levantar la vista-. ¿Por qué estaría enojada? Caín dejó sus prioridades muy claras.
Mi madre intervino, con voz chillona.
-Vera es una chica sensata. Sabe que la familia es lo primero. Y Eris es el futuro de esta familia.
-Exacto -gruñó Darío, llenándose la boca de pan-. Vera está feliz de servir. ¿Verdad, V?
Miré a Darío. Luego a Caín.
Caín fruncía el ceño, observándome. Usualmente, cuando Eris ejercía dominio, yo me estremecía. Esta noche, le estaba sosteniendo la mirada.
-No estoy enojada -repetí-. Estoy clarificada.
-¿Clarificada? -preguntó Caín-. ¿Qué significa eso?
-Significa que entiendo mi posición. Y la tuya.
Un escalofrío pareció atravesar a Caín. Se frotó los brazos.
-Bueno, bien -mi madre aplaudió nerviosamente. Tomó un trozo de pastel de carne -el ladrillo seco y recocido que hizo el personal- y lo dejó caer en mi plato.
-Come, Vera. Te ves delgada. No podemos dejar que la gente piense que no te alimentamos.
Una sobra para el perro.
Miré la carne.
De repente, Eris jadeó.
Se llevó las manos a la garganta. Su cara se tornó de un violeta violento.
-Yo... no puedo... -se atragantó.
-¡Eris! -Caín saltó, tirando la silla-. ¿Qué pasa?
-El aire... -Eris resolló, señalándome con un dedo tembloroso-. Su olor... me está... ¡me está atacando!
-¿Qué? -rugió Darío, golpeando la mesa con el puño.
-¡Quema! -gritó Eris, lanzándose a los brazos de Caín-. ¡Está haciendo algo! ¡Su hedor de Omega... está reaccionando con mi Aura de Alfa!
Pura mierda. Los Omegas son calmantes. Neutrales. No tenemos aromas ofensivos.
Pero la lógica no importaba aquí. Solo Eris importaba.
-¡Vera! -Mi padre se puso de pie, con la cara roja-. ¡Basta! ¡Lo que sea que estés haciendo, detente ahora!
-No estoy haciendo nada -dije con calma, dejando mi cuchillo.
-¡Se está poniendo azul! -chilló mi madre-. ¡Llamen al médico! ¡Traigan los supresores!
El caos estalló. Los sirvientes corrieron. Darío gritó órdenes. Caín levantó a Eris en brazos, mirándola con devoción aterrorizada.
Mientras pasaba corriendo junto a mí hacia el ala médica, Caín me lanzó una mirada de puro veneno.
-Si algo le pasa -gruñó-, haré que te arrepientas de haber nacido.
Salieron corriendo. El comedor quedó vacío de nuevo.
Me senté sola entre la comida a medio comer y las copas de vino volcadas.
*Eso no fue una reacción a ti*, dijo Vespa, con tono seco. *Eso fue un efecto secundario. Tuvo una sobredosis.*
*¿Sobredosis de qué?*
*Esteroides*, respondió Vespa. *Hormonas sintéticas. Ella no es una Alfa, Vera. Ni siquiera puede transformarse. Se está inyectando para imitar las feromonas. Y ahora mismo, su cuerpo está rechazando el veneno.*
Miré la silla vacía donde se había sentado la "Alfa Hembra".
Todo era una mentira. Su poder, su aura, su fragilidad. Una actuación.
Y mi *Mate* había caído en la trampa, con todo y anzuelo.
Me puse de pie. No recogí la mesa.
Me dirigí a las escaleras. Tenía que empacar. Y esta vez, nadie me iba a detener.