Punto de vista de Elena:
Desperté ahogándome.
Un líquido espeso y cálido llenaba mis pulmones. Me agité, el pánico apoderándose de mi pecho. Arañé la superficie, rompiéndola con un jadeo.
No estaba en el océano. Estaba en una piscina de líquido dorado brillante dentro de una caverna hecha de hielo.
El Santuario. El manantial de curación privado de la familia Montero.
-Tranquila, Elena. Respira.
Manos fuertes agarraron mis hombros. Miré hacia arriba al rostro de mi padre, Arturo Montero. El Alfa más poderoso del mundo.
Se veía diez años más viejo que la última vez que lo vi. Sus ojos estaban rojos.
-¿Papá? -Mi voz era un graznido-. ¿Dónde... dónde está el bebé?
El rostro de mi padre se desmoronó. Me atrajo hacia un abrazo, enterrando mi cara en su pecho para que no lo viera llorar.
-Lo intentamos, El -sollozó-. Los médicos... los magos... la plata estuvo en su sistema demasiado tiempo. No pudimos hacer arrancar su corazón.
Un grito se desgarró de mí. Fue peor que el parto. Fue el sonido de mi alma partiéndose por la mitad.
Empujé a mi padre y traté de sumergirme de nuevo bajo el agua. -¡Déjame morir! ¡Quiero estar con él! ¡Déjame morir!
-¡No! -Papá agarró mis muñecas. Su agarre era de hierro-. ¡Mírame!
-¿Por qué me salvaste? -chillé, arañando sus brazos-. ¡Estoy vacía! ¡No tengo nada!
-¡Tienes venganza! -rugió Papá.
La palabra quedó suspendida en el aire helado.
-¿Venganza? -susurré.
-Damián Montenegro mató a tu hijo -dijo Papá, su voz bajando a un gruñido mortal-. Te torturó. Te humilló. Eligió a una Luna falsa sobre su Verdadera Compañera.
Me agarró la barbilla, obligándome a mirar mi reflejo en el agua dorada.
Mi cabello, una vez rubio sucio, se había vuelto completamente blanco. Mis ojos ya no eran marrones. Brillaban en color violeta.
La experiencia cercana a la muerte había eliminado los supresores que había tomado durante años. Mi Verdadero Linaje había despertado.
Yo era la Loba Blanca. La más rara de todas las criaturas. El símbolo del juicio.
-Damián cree que estás muerta -dijo Papá-. Dejamos un clon -un constructo mágico- en esa habitación de hospital. Él lo enterró. Está llorando a una muñeca.
-¿Está de luto? -Solté una risa oscura y rota-. Bien.
-El luto es demasiado fácil -dijo Papá-. Necesita perderlo todo. Su manada. Su dinero. Su cordura. Y tú eres la única que puede quitárselo.
Algo hizo clic dentro de mí. El dolor no desapareció, pero se endureció. Se convirtió en una piedra fría y pesada en mi estómago.
Toqué mi vientre plano.
*Te lo prometo, mi pequeño*, pensé. *Tu padre pagará por cada aliento que no pudiste tomar.*
Salí de la piscina. El agua dorada se escurrió de mi cuerpo desnudo. Mis heridas habían desaparecido. Mi piel estaba impecable, brillando con poder.
-¿Cuánto tiempo he estado dormida? -pregunté.
-Seis meses -dijo Papá, entregándome una bata de seda-. Necesitabas sanar. Mientras dormías, Damián te ha estado buscando. No cree que el clon sea real. Se está volviendo loco.
-Bien. -Me até la bata-. Necesito entrenamiento, Papá. Olvidé cómo ser una Montero. Pasé demasiado tiempo fingiendo ser una Solitaria débil.
Papá sonrió. Era una sonrisa aterradora.
-Empezamos mañana. Combate. Economía. Política. Y... cómo usar la Voz.
*
*Un Año Después.*
Estaba parada en la oficina del ático de la Sede Global Montero en la ciudad. Los últimos doce meses habían sido un borrón de ejercicios de combate agotadores, adquisiciones corporativas de alto riesgo y el dominio de la magia antigua de mi linaje. La chica débil que suplicaba en una jaula se había ido, reemplazada por algo más frío. Más afilado.
Mi reflejo en el vidrio mostraba a una mujer que apenas reconocía. Traje sastre impecable. Tacones de aguja que podrían servir como armas. Cabello blanco peinado en un corte bob elegante.
En la pantalla de TV, un presentador de noticias estaba hablando.
*-Noticia de última hora: La Manada Bosque Negro enfrenta la ruina financiera. Su principal acreedor ha exigido el pago de todos los préstamos. El Alfa Damián Montenegro está desesperado por inversores.*
Tomé el control remoto y subí el volumen.
Damián apareció en la pantalla. Se veía terrible. Demacrado, sin afeitar, con ojeras oscuras bajo los ojos. Sostenía una foto.
Una foto mía. La vieja yo. La Elena "Solitaria".
*-Si alguien ha visto a esta mujer -suplicó Damián a la cámara, con la voz quebrada-, por favor. Ella es mi Luna. Pagaré lo que sea. Solo quiero que regrese.*
Bebí un sorbo de mi vino tinto.
-¿Señorita Montero? -mi asistente zumbó por el intercomunicador-. La delegación de la Manada Bosque Negro está aquí para la reunión de adquisición. Están esperando en la Sala de Conferencias B.
Sonreí. La sonrisa no llegó a mis ojos.
-Que pasen -dije-. Y dile a seguridad que se retire. Quiero manejar esto yo misma.
Dejé la copa de vino.
-¿Quieres a tu Luna de vuelta, Damián? -le susurré a la pantalla-. Cuidado con lo que deseas.
Salí de la oficina, mis tacones resonando como disparos en el piso de mármol.
Era hora de ir de cacería.