Esclava del amor del jefe de la mafia
img img Esclava del amor del jefe de la mafia img Capítulo 8 Capítulo 8 El contrato de préstamo
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Capítulo 16 Capítulo 16 En busca de inspiración img
Capítulo 17 Capítulo 17 Perturbación nocturna img
Capítulo 18 Capítulo 18 Ella es mi novia img
Capítulo 19 Capítulo 19 Beso de buenas noches img
Capítulo 20 Capítulo 20 Extrañándolo img
Capítulo 21 Capítulo 21 Película nocturna img
Capítulo 22 Capítulo 22 Ardiente seducción. img
Capítulo 23 Capítulo 23 Lista y mojada. img
Capítulo 24 Capítulo 24 Alcanzando el clímax en sus brazos. img
Capítulo 25 Capítulo 25 No tenía más opción. img
Capítulo 26 Capítulo 26 No puedo sacarlo de mi cabeza. img
Capítulo 27 Capítulo 27 La mañana después. img
Capítulo 28 Capítulo 28 Cuéntame sobre él. img
Capítulo 29 Capítulo 29 No te hagas la inocente. img
Capítulo 30 Capítulo 30 Reglas y Castigo. img
Capítulo 31 Capítulo 31 Suplicándole por placer. img
Capítulo 32 Capítulo 32 Disciplina lujuriosa. img
Capítulo 33 Capítulo 33 Un placer irresistible. img
Capítulo 34 Capítulo 34 Una mañana junto a él. img
Capítulo 35 Capítulo 35 A su ritmo img
Capítulo 36 Capítulo 36 Completo cambio de imagen img
Capítulo 37 Capítulo 37 Transformación img
Capítulo 38 Capítulo 38 Falsa novia img
Capítulo 39 Capítulo 39 Mi falso novio img
Capítulo 40 Capítulo 40 Encuentro con una heredera img
Capítulo 41 Capítulo 41 Desafío cruel img
Capítulo 42 Capítulo 42 Peligro disfrazado img
Capítulo 43 Capítulo 43 El demonio salvador img
Capítulo 44 Capítulo 44 Una bomba de tiempo img
Capítulo 45 Capítulo 45 Atrapada por la seducción img
Capítulo 46 Capítulo 46 El escape img
Capítulo 47 Capítulo 47 El salvador img
Capítulo 48 Capítulo 48 Súplica desesperada img
Capítulo 49 Capítulo 49 La distancia entre nosotros img
Capítulo 50 Capítulo 50 La separación img
Capítulo 51 Capítulo 51 En el hospital img
Capítulo 52 Capítulo 52 El interrogatorio img
Capítulo 53 Capítulo 53 Autocontrol img
Capítulo 54 Capítulo 54 Un beso de castigo img
Capítulo 55 Capítulo 55 Su prisionera img
Capítulo 56 Capítulo 56 Quítame las esposas img
Capítulo 57 Capítulo 57 Víctima de su intimidación img
Capítulo 58 Capítulo 58 Tomemos un baño juntos img
Capítulo 59 Capítulo 59 El jugueteo img
Capítulo 60 Capítulo 60 Tan cerca img
Capítulo 61 Capítulo 61 img
Capítulo 62 Capítulo 62 img
Capítulo 63 Capítulo 63 img
Capítulo 64 Capítulo 64 img
Capítulo 65 Capítulo 65 img
Capítulo 66 Capítulo 66 img
Capítulo 67 Capítulo 67 img
Capítulo 68 Capítulo 68 img
Capítulo 69 Capítulo 69 img
Capítulo 70 Capítulo 70 img
Capítulo 71 Capítulo 71 img
Capítulo 72 Capítulo 72 img
Capítulo 73 Capítulo 73 img
Capítulo 74 Capítulo 74 img
Capítulo 75 Capítulo 75 img
Capítulo 76 Capítulo 76 img
Capítulo 77 Capítulo 77 img
Capítulo 78 Capítulo 78 img
Capítulo 79 Capítulo 79 img
Capítulo 80 Capítulo 80 img
Capítulo 81 Capítulo 81 img
Capítulo 82 Capítulo 82 img
Capítulo 83 Capítulo 83 img
Capítulo 84 Capítulo 84 img
Capítulo 85 Capítulo 85 img
Capítulo 86 Capítulo 86 img
Capítulo 87 Capítulo 87 img
Capítulo 88 Capítulo 88 img
Capítulo 89 Capítulo 89 img
Capítulo 90 Capítulo 90 img
Capítulo 91 Capítulo 91 img
Capítulo 92 Capítulo 92 img
Capítulo 93 Capítulo 93 img
Capítulo 94 Capítulo 94 img
Capítulo 95 Capítulo 95 img
Capítulo 96 Capítulo 96 img
Capítulo 97 Capítulo 97 img
Capítulo 98 Capítulo 98 img
Capítulo 99 Capítulo 99 img
Capítulo 100 Capítulo 100 img
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Capítulo 8 Capítulo 8 El contrato de préstamo

¡Eso era absurdo! Mis padres nunca habían mencionado que hubieran contraído una deuda con la mafia, y mucho menos por la friolera de quinientos millones de dólares. ¿Para qué necesitarían tanto dinero? Llevábamos una vida normal y no podíamos gastar dinero a manos llenas.

Me volví para mirar a mis espaldas a mi abuela sollozante, en cuyo rostro se pintaba una expresión de absoluto desconcierto; probablemente aquello era una novedad para ella. Estaba preocupada por mi abuela; se veía tan pálida que parecía que estaba a punto de desmayarse, y sus sollozos, inicialmente silenciosos, se habían hecho cada vez más audibles, a medida que la tensión aumentaba a nuestro alrededor.

"Solo estamos haciendo cumplir las estipulaciones del contrato. Sus padres tomaron un préstamo de quinientos millones de dólares que les otorgó nuestro jefe, y hemos venido a recuperar esa suma de dinero. Es así de simple", prosiguió aquel hombre en tono indiferente.

¿Simple? ¡Pamplinas!

Miré el contrato que mi mano temblorosa apretaba con fuerza. Al echarle un vistazo, pude ver, en letras y números, la cifra de quinientos millones de dólares. Las firmas de mis padres estaban estampadas en el documento. ¿De veras habían solicitado ese absurdo préstamo? ¿Para qué necesitaban tanto dinero?

"Pero. mis padres fallecieron hace muchos años.", susurré, negándome a aceptar aquello.

Mi precaria situación económica me impedía pagar cualquier deuda; a duras penas teníamos dinero suficiente para sobrevivir, mucho menos los quinientos millones de dólares de los que él hablaba.

"Precisamente por eso la hemos estado buscando por todas partes, pues usted es su única hija. Como sus padres están muertos, tendrá que ser usted quien le devuelva ese dinero al jefe", explicó mientras asentía con la cabeza.

"Pero. no tengo dinero.", dije, sin saber qué hacer.

"Bueno, eso no es problema mío. En cualquier caso, el jefe quiere su dinero de vuelta, así que tendrá que venir con nosotros", señaló.

Antes de que yo pudiera reaccionar, su gran mano, moviéndose a una velocidad pasmosa, agarró mi muñeca. No me aferró con demasiada fuerza, así que no me lastimó. Sin embargo, por más que me esforzara por liberarme de él, todo el tiempo me agarraba con la misma fuerza.

"¡Suélteme! ¿Qué cree que está haciendo?", protesté a voz en cuello mientras luchaba en vano por liberarme.

"Deje de luchar; solo está complicando las cosas para ambos. Mi jefe me ha ordenado que la lleve ante él si no puede saldar la deuda", explicó él mientras me sujetaba sin dificultad.

"¡No! ¡Me niego a ir!", grité.

"Bueno, solo estoy haciendo mi trabajo. Hacer daño a mujeres y abuelas me resulta bastante desagradable, así que le sugiero que deje de luchar ahora y venga conmigo de buen grado", me advirtió con severidad.

"¡Rita! ¡Rita!", escuché que me llamaba mi abuela repetidamente, con voz tensa y entrecortada, al presenciar la lucha física entre él y yo.

Sin embargo, pronto la voz de mi abuela dejó de oírse. Me di vuelta y vi que se había desmayado. Oh. ¿qué debía hacer ahora?

"¡Suélteme! ¿Acaso no ve que mi abuela se ha desmayado? Todo esto es culpa suya.", le espeté con lágrimas en los ojos. Esto era lo peor; no era buena idea echarme a llorar antes de haber ayudado a mi abuela.

"Tú. tú quédate aquí. Llama a una ambulancia y lleva a la simpática abuela al hospital más cercano", le ordenó el hombre a uno de sus compañeros, mientras señalaba con el dedo a mi abuela. "Usted vendrá conmigo, chica", me ordenó a continuación.

De repente sentí que mi cuerpo ya no estaba en contacto con el suelo. Él me había levantado y ahora me cargaba sobre uno de sus hombros, sin el menor esfuerzo. Grité, estupefacta ante aquella situación, y comencé a golpear sus hombros con mis puños y a agitar mis piernas frenéticamente.

"¡Abuela! ¡Abuela!", grité con todas mis fuerzas sin dejar de luchar.

Observé el cuerpo de mi abuela, que yacía en el suelo, inerme, y sentí que las lágrimas resbalaban por mi rostro. Ella iba a estar bien, ¿verdad? No me quedaba nadie más... no quería verme privada de ella también.

.

Todo lo que sucedió una vez que entré en aquella limusina negra se asemejaba a una escena de película: una joven es secuestrada por la mafia, metida a la fuerza en un automóvil, atada de pies y manos, su cabeza cubierta con una bolsa negra para evitar que forcejee y para que no sepa hacia dónde es conducida.

Exactamente como en una película, una vez que estuve dentro del auto no dejaba de luchar y gritar a todo pulmón. Al principio, los hombres utilizaron sus manos para mantenerme sujeta al asiento, pero luego, tras haber intercambiado algunas miradas, consideraron necesario hacer algo más para poder mantenerme inmóvil.

"Escuche con atención, señorita. Me han ordenado que la trate con amabilidad y respeto. Aunque no se me permite usar la violencia, si considero que se hará menos daño a sí misma estando inmovilizada, entonces la inmovilizaré. ¿Lo ha entendido?", explicó el mismo hombre, con un suspiro cansino.

"¡No me importa!", le espeté en la cara.

Al ver que yo no dejaba de gritar y luchar, él movió la cabeza de arriba abajo ante sus hombres; uno de ellos comenzó a atarme las manos y el otro los pies. Grité a todo pulmón, lanzando maldiciones todo el tiempo, hasta que me taparon la boca con cinta adhesiva, literalmente.

"Esto es por su propio bien, señorita. No puedo permitir que su cuerpo esté lastimado cuando se presente ante el jefe. Por favor sea paciente con nosotros por un tiempo.", señaló, sonriente, mientras sacaba su teléfono móvil de uno de sus bolsillos.

"Sí. ya puedes decirle al jefe que estamos en camino. Sí, la chica está con nosotros", le informó a su interlocutor.

Aquella llamada telefónica fue breve y concisa, a diferencia del viaje que yo había emprendido contra mi voluntad. Como no me vendaron los ojos, probablemente porque pensaron que ello era innecesario, podía observar el paisaje a través de la ventanilla. Aunque yo ignoraba nuestro destino, por la dirección en la que avanzábamos deduje que nos dirigíamos a la ciudad capital.

No había vuelto a la bulliciosa y ajetreada ciudad desde que me había mudado al campo con mi abuela. Me preguntaba si notaría allí algunas transformaciones.

"Despierte, señorita. Hemos llegado".

--Continuará.

            
            

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