Casada Por Contrato Con El CEO... Y El Cometió Su Peor Error
img img Casada Por Contrato Con El CEO... Y El Cometió Su Peor Error img Capítulo 5 05
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Capítulo 5 05

Por suerte, la recuperación fue rápida, mucho más de lo que había esperado. Los médicos me dieron el alta en pocos días, asegurando que los efectos secundarios del tratamiento disminuirían con el tiempo si seguía al pie de la letra las indicaciones. Así que comencé a guardar mis cosas para volver a casa, con una mezcla de alivio y ansiedad en el pecho.

Lamentablemente, Matt no había ido a visitarme nuevamente. Según él, estaba demasiado ocupado con el trabajo, con reuniones interminables y responsabilidades que no podían esperar. Intenté comprenderlo, pero en el fondo me dolía que no encontrara ni unos minutos para verme.

Al llegar a casa, noté que todo estaba perfectamente ordenado. Las empleadas se habían encargado de mantener cada espacio limpio, pulcro, como si yo nunca hubiese estado ausente. Tal como suponía, al preguntar por mi esposo, me informaron que Matt no había regresado a casa durante mi ausencia.

Caminé en dirección a mi escritorio con pasos lentos. Debía ordenar el lugar, ya que Matt había dejado allí muchos papeles que pertenecían a Philip, mezclados con documentos recientes. Aquella superficie estaba cubierta por una montaña de hojas, muchas más de las que tenía ánimos de revisar.

Suspiré con cansancio y, sin pensarlo demasiado, lancé mi bolso sobre el escritorio con la intención de ir a recostarme a la habitación. Sin embargo, aquel gesto impulsivo provocó que la pila de papeles cayera directamente al suelo.

-Genial... -murmuré para mí misma, frustrada.

Me agaché para recogerlos uno por uno, intentando devolverlos a su lugar. Pero la curiosidad terminó ganándome. Mis ojos comenzaron a recorrer los textos, las firmas, los sellos notariales. De pronto, sentí cómo el aire abandonaba mis pulmones.

Philip había dejado el setenta por ciento de K.O Company a mi nombre.

Más de la mitad del imperio que él había construido con tanto esfuerzo estaba legalmente a mi nombre, no al de su propio hijo. Sentí que el corazón me golpeaba con fuerza en el pecho. ¿Por qué? ¿Por qué había tomado esa decisión tan trascendental sin decirme nada?

La puerta principal se abrió de golpe. Supuse que Matt ya había llegado de trabajar. Rápidamente tomé aquel contrato y lo guardé en uno de los cajones del escritorio, cerrándolo con cuidado, como si aquel secreto pudiera quemarme las manos.

Matt no tardó en encontrarme. Caminó directo a la habitación donde solíamos trabajar desde casa y me sonrió con una calidez que ya no sentía tan sincera como antes.

-Tuviste que esperarme. No sabía que salías hoy del hospital -dijo.

-No quería molestarte -respondí con suavidad-. Seguramente tienes mucho trabajo.

-Así es -asintió-. Lo bueno es que Anais ahora me está ayudando con todo. Es muy eficiente.

-Me alegro, Matt -contesté, aunque mis palabras carecían de emoción.

No había nada más que decir. No quería pedir explicaciones sobre la cena de nuestro aniversario, ni mucho menos preguntar dónde estaba durmiendo últimamente. Las noticias ya decían más de lo que él mismo se atrevía a decirme.

-Por cierto -añadió de pronto-, lamento no haber podido ir a la cena. Digo... puedo compensarlo.

-¿Cómo? -pregunté, incrédula.

-Cenemos hoy. Espérame a las diez en punto en el Gran Hotel de la ciudad. Llevaré un regalo para ti.

-Está bien... -dudé un instante. No quería ir, pero quizás realmente estaba arrepentido y deseaba enmendar su error.

La conversación no duró mucho más. Una llamada interrumpió el momento. Miré de reojo y vi el nombre de Anais en la pantalla del teléfono de Matt.

Su expresión cambió de inmediato. Contestó con un tono serio y comenzó a hablar mientras se alejaba de la habitación. Al colgar, regresó solo para decirme que debía ir a la oficina a resolver unos asuntos pendientes.

Lo dejé ir. De todas formas, se habría marchado si Anais lo llamaba.

Por un momento había creído que Matt había logrado dejar atrás a su amor de infancia, pero estaba claro que no. Ahora que ella había reaparecido en su vida, yo, Sofía, su esposa, había pasado a ser la segunda opción.

Lo único bueno de toda esa situación era que, al menos en el papel, las acciones de la empresa eran más mías que de Matt. Él no lo sabía, y tampoco era el momento de decírselo. Más adelante sabría exactamente qué hacer con esa información.

La tarde pasó rápido. Entre ducharme, arreglarme con un vestido elegante, un maquillaje sutil y unos pendientes costosos para la cena de esa noche, el reloj marcó las nueve y cuarto. Era hora de ir al Gran Hotel.

De pronto, una notificación de giro apareció en mi celular. La tomé mientras me subía al auto y Kevin iniciaba la marcha. Por alguna razón, se habían descontado quinientos dólares de la tarjeta compartida que Matt y yo teníamos. Extrañada, revisé la transacción: provenía de mi boutique favorita.

No pude evitar sonreír. Seguramente Matt había comprado algo para mí. Tal vez ese collar de perlas que tanto me gustaba. Quizás sí estaba arrepentido después de todo.

La noche estaba fresca e iluminada. Al llegar, Kevin me abrió la puerta del auto con amabilidad.

-Disculpe la intromisión, señora -dijo con cautela-, pero... ¿está segura de que esta era la dirección correcta?

-¿A qué te refieres? -pregunté.

-Hoy es la gala nacional de empresarios -respondió-. La reunión más importante de todas las empresas del occidente.

Lo miré sorprendida. Se me había olvidado por completo aquella gala. Pero seguramente Matt también la había olvidado... o eso quise creer.

-Sí -respondí-. Matt llegará en unos minutos. Te llamaré si te necesito. Ve a casa.

Entré al restaurante convencida de que Matt aparecería pronto. Quizás había decidido no ir a la gala por respeto a la memoria de su padre.

Lo irónico de todo era que Matt, en realidad, no tenía poder alguno sobre la empresa. Yo era la verdadera dueña. Yo sería quien tomaría las decisiones importantes.

El reloj marcaba las diez y cuarto y Matt aún no llegaba. Lo llamé varias veces, pero no respondió. Intenté mantener la calma.

Para distraerme, abrí las redes sociales. El primer titular que apareció hablaba de la gran gala de empresarios que se estaba llevando a cabo esa misma noche. Y ahí estaba él.

Matt.

De pie, posando frente a las cámaras.

Junto a Anais.

Parecían una pareja perfecta.

Mi corazón se hundió aún más cuando reconocí el vestido que ella llevaba puesto. Era de la última colección de mi boutique favorita. El mismo que yo había querido comprar.

Matt había usado la tarjeta que compartíamos para comprarle ese vestido a ella.

Así que no llegaría. Otra vez.

Me había dejado como segunda opción. Otra vez.

Tomé un largo sorbo de mi copa de champaña casi vacía y solté un suspiro profundo. El hombre que alguna vez juró amor eterno, el hombre que lloró en mis brazos, el hombre al que acompañé en el momento más triste de su vida, me estaba cambiando.

Y aun así, una parte ingenua de mí seguía creyendo que esto no sería para siempre.

                         

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