-Sí, sí, envíalo -ladró Santiago, su voz distante-. Y envía el que hace juego a la habitación de Brenda. Aurelia solo está siendo dramática. Se le pasará. Siempre lo hace. -Su voz estaba teñida de una arrogancia displicente-. Es fácil de complacer.
Fácil de complacer. Pensó que un regalo arreglaría todo. Pensó que yo todavía era esa chica ingenua que se aferraba a cada una de sus palabras.
Estaba mirando el feed de Twitter, los comentarios venenosos, las fotos manipuladas. Apareció un nuevo video. Brenda, en una cama de hospital, pálida pero angelical. Santiago la estaba arropando suavemente con una manta, su rostro grabado con preocupación. La voz de un reportero intervino.
-Brenda, hay acusaciones de que Aurelia Reyes, la ex pareja del señor Robledo, la empujó por unas escaleras. ¿Tiene algo que decir?
Brenda logró una sonrisa débil y valiente. -Ay, Aurelia... ella solo está un poco... emocional en este momento. Santiago es un hombre tan increíble, y creo que... creo que simplemente se dejó llevar un poco. -Se secó los ojos con un pañuelo-. Fue solo un malentendido. Estoy segura de que no quiso lastimarme. -Miró a Santiago, una imagen de devoción inocente-. Es tan maravilloso, siempre ayudando a todos.
El reportero, ya predispuesto, asintió enfáticamente. -Es verdaderamente admirable la dedicación del señor Robledo. Qué terrible malentendido.
Mientras Brenda hablaba, movió sutilmente su mano, y la cámara lo captó: una delicada pulsera de plata brillando en su muñeca. Un diseño familiar. Se me hizo un nudo en la garganta. Era la pulsera que Santiago había diseñado para mí, una pieza personalizada, para nuestro quinto aniversario de bodas. Había dicho que simbolizaba nuestras vidas entrelazadas, nuestro vínculo eterno. Ahora estaba en ella.
-Y esa hermosa pulsera, Brenda -dijo el reportero con entusiasmo-. ¿Es un regalo del señor Robledo?
Brenda se sonrojó, un rubor bonito e inocente. -Ay, es tan detallista. La diseñó él mismo. Dijo que le recordaba a mí. -Bajó la mirada, fingiendo timidez-. Es que... es tan bueno conmigo.
La pantalla se volvió borrosa. La voz de Sara, retumbando a través del teléfono, me devolvió a la realidad. -¡ESA MENTIROSA, MANIPULADORA-! -Maldijo, una sarta de improperios coloridos-. ¡Está usando tu pulsera! ¡La que dijo que era hecha a medida para ti! ¡Y él se lo permite! ¡Esa rata inmunda!
Escuché un golpe sordo. -¿Sara? ¿Qué fue eso?
-¡Acabo de lanzar la maldita canasta de regalo que te envió por toda la oficina! ¡Una ofrenda de paz, la llamó! ¡Una pulsera de diseño personalizado, igual a la que Brenda está presumiendo! ¡Cree que puede comprarte con joyas a juego para su amante! -La voz de Sara temblaba de rabia-. Voy a arrancarle la cara.
-No, Sara, no lo hagas -dije, mi voz inquietantemente tranquila-. No vale la pena. Deja que caven sus propias tumbas.
-¡Pero esto es indignante! ¡Mi equipo está listo para contraatacar! ¡Tenemos hechos, Aurelia, hechos reales! ¡Podemos exponerlos!
-No -repetí, más firme esta vez-. Todavía no. Deja que se regodeen en su victoria. Deja que piensen que han ganado. Y luego, cuando sea el momento adecuado, sueltas la bomba. La versión completa y sin editar.
-¿Estás segura de esto, Aurelia?
-Nunca he estado más segura.
Justo en ese momento, mi teléfono sonó. Un nuevo tuit. De Santiago.
"Algunas personas simplemente no pueden manejar la verdad. Otras se aferran al pasado. La casa es mía, siempre lo ha sido. #SiguiendoAdelante #NuevosComienzos"
Y adjunto, un escaneo de la escritura. A su nombre. Solo él.
La cabeza me dio vueltas. La casa. Nuestra casa. Aquella en la que había puesto mi corazón y mi alma. La que nuestras familias compraron para nosotros. La había puesto únicamente a su nombre, una "cuestión práctica", lo había llamado, cuando éramos jóvenes e ingenuos. "Solo para simplificar las cosas, Aurelia. Es para nosotros, siempre. Es solo un pedazo de papel".
Mi visión se estrechó. La voz de Sara era un zumbido distante. -¿Aurelia? ¿Estás bien? ¡Está insinuando que estás invadiendo tu propia casa!
-Sara -dije, mi voz se estabilizó, se endureció-. ¿Recuerdas la cámara de seguridad Nest que instalé en la entrada? ¿La que puse después de ese pequeño incendio el año pasado?
-Sí... ¿por qué?
-Graba todo. Sonido y video. Claro como el agua. -Una satisfacción fría y salvaje floreció en mi pecho-. Captó todo anoche. La pequeña caída de Brenda. Su acusación inmediata. Su bofetada.
Sara guardó silencio por un momento, luego soltó un silbido bajo. -¿Me estás diciendo... que tienes pruebas?
-Pruebas innegables -confirmé-. Quiero que publiques el video. Pero todavía no. Deja que se entierren más profundo. Deja que piensen que han ganado. Y luego, cuando sea el momento adecuado, sueltas la bomba. La versión completa y sin editar.
-¿Estás segura de esto, Aurelia?
-Nunca he estado más segura.
Mi teléfono vibró con un mensaje de texto. Eugenio.
Eugenio: Vi las noticias. ¿Estás bien? ¿Hay algo que pueda hacer?
Miré su mensaje, luego de vuelta a la pantalla, al odioso tuit de Santiago. No. Todavía no. No quería arrastrar a Eugenio a esto, no cuando él era solo un comienzo fresco y limpio. Se merecía algo mejor.
Aurelia: Estoy bien, Eugenio. Gracias por preguntar. Yo me encargo.
Cerré mi teléfono. Mi corazón latía con fuerza, pero no era miedo. Era anticipación.