/0/6698/coverbig.jpg?v=b9cfe65cc487d3125737c8d7dc5cd1cc)
EDGAR POV
Edward pasó su mano por su cabello bronce, tirando de él mientras asentía como si nada hubiera pasado. Pero antes de que ninguno de nosotros pudiera lanzar un puñetazo, escuché una pequeña voz llamando a Edward.
Todos nos giramos, sin estar familiarizados con la voz.
Una chica de la altura de la parte inferior de mi pecho vino saltando por el campo. Su corte pixie corto se balanceaba y sus ojos brillaban con algo demasiado brillante para pertenecer a Carlchester. Mi cuerpo se enderezó inmediatamente. Sus ojos nos escanearon a todos con entusiasmo.
Por un momento mi estómago se apretó. Me recordó cuando era joven y tenía que mostrarle a mi mamá mi boleta de calificaciones. Mis palmas estaban sudorosas. Ella era hermosa y maldita , estaba nervioso.
La chica con aspecto de duende saltó y abrazó a Edward con fuerza. Sus dientes blancos nos destellaron a todos. ¿Quién era? ¿Cuál era la relación con ellos? ¿De donde había? Joder. Tenia muchas preguntas rondando en mi cabeza. Y necesitaba desesperadamente las respuestas.
- ¡Hola Edward! ¡Hola Edwin! - Ella saludó. Sus ojos brillaron.
Ella era hermosa. Me froté el labio partido con timidez. Nunca había visto a nadie como ella. Su voz hizo que mi estómago continuara retorciéndose nerviosamente.
Miró a su alrededor, asimilando la situación. Tragué saliva cuando sus ojos finalmente encontraron los míos. Se volvió hacia mí y su sonrisa volvió a su antiguo esplendor.
- ¡Hola, soy Mariabella! ¿Tú eres? - preguntó, dando un paso hacia mí. Edward la agarró del brazo y tiró de ella hacia atrás suavemente.
- Mariabella -- Ella lo miró y luego inclinó la cabeza con curiosidad hacia mí.
Me aclaré la garganta. No sabía por qué me sentía tan enferma de nervios. Veía chicas todos los días, todas las noches, pero de alguna manera ella era diferente. No sabía por qué. Por alguna razón, algo sobre esta chica... quería que... bueno... le gustara.
- He-ey -, mi voz se apagó a la mitad de la palabra. Una vez más, me aclaré la garganta, sintiéndome abrumadoramente avergonzado. - Mariabella. Edgar... ese es mi nombre - luché por salir.
Los chicos se rieron a carcajadas de mí, pero apenas los escuché. Los ojos de Mariabella se agrandaron y se calentaron mientras su sonrisa se estiraba. Todo su rostro se iluminó como el sol. Era tan pura... tan inocente... No creo que haya visto a alguien así. Me recordó a las pinturas de ángeles en las paredes de la iglesia en el funeral de mi mamá.
Edward se deslizó más cerca de ella, cerniéndose sobre ella. Empezó a tirar de ella hacia atrás de nuevo.
- Él no me hará daño -, le susurró a Edward.
Los chicos se rieron de nuevo, imitándola para molestar a Edward. Los ignoré, perplejo por su declaración. ¿Como ella supo eso? Mis cicatrices estaban en todo su esplendor, listas para pelear sin motivo alguno. Pero de alguna manera, también sabía que lo que ella decía era cierto. Yo no la lastimaría. No podía lastimarla. La miré a los ojos. ¿Quién intentaría tomar la luz de esas estrellas brillantes?
Como para confirmar la creencia en su declaración, Mariabella se paró frente a mí y me ofreció su mano. Ella inclinó la cabeza, mirándome a los ojos con sus penetrantes ojos verdes.
Vacilante, envolví mi mano alrededor de la de ella suavemente, asegurándome de no romperla. El calor de su palma viajó como un cálido hormigueo a través de mi brazo. Sentí que se me erizaba el vello de la nuca. El calor recorrió todo mi cuerpo. Se sentía como si me hubieran puesto una manta caliente sobre el pecho.
Me sentí como un idiota, parado donde mirando nuestras manos como si un milagro estuviera sucediendo ante mis ojos, pero no sabía qué era esto o qué estaba pasando. La sensación de hormigueo era abrumadora.
Mariabella observó nuestras manos con una mirada diferente. Mientras mis ojos miraban en estado de shock, los de ella estaban extasiados y tenían algún secreto de conocimiento detrás de ellos, como si supiera algo que yo no sabía. Ella sonrió feliz y de repente lanzó sus brazos alrededor de mi cuello.
Me estremecí ante el toque y luego me congelé. No podía recordar la última vez que alguien me había abrazado así. Mi mente me dijo que me quedara quieta, que me protegiera mientras mi cuerpo me decía que me derritiera en su abrazo. Se sentía tan suave y cálida... una parte de mí quería abrazarla, oler su cabello, sentir su piel suave. Pero no estaba seguro de por qué me sentía así, y realmente me tomó por sorpresa. Me quedé estupefacto.
Mi trance se rompió. Edwin se partió de risa ante la franqueza de Mariabella. La pandilla dio aullidos de lobo. Edward solo miraba protectoramente.
- Vamos a ser geniales. Lo sé -, susurró Mariabella suavemente en mi oído.
Me quedé allí, confundido por lo que acababa de suceder. ¡¿Vamos a ser geniales en qué?!
Abrí la boca para preguntarle, pero no salió nada. Lo intenté de nuevo, sin éxito.
Ella se rió en silencio.
- Ya verás. No te preocupes - Su mano volvió a caer sobre la mía.
¿Estaba sosteniendo mi mano? ¿Por qué? Pero no me aparté. Algo en mí no podía alejarse. Con su mano en la mía, algo sucedió. Sentí algo que no había sentido en toda mi vida. No estaba seguro de qué era el calor dentro de mí, pero tenía una idea.
Sentí esperanza.