Entre Sombras.
img img Entre Sombras. img Capítulo 5 4.
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Capítulo 5 4.

Capítulo 4

Narrador omnisciente.

Una mujer es más letal que un hombre.

Uno nunca sabe de lo que es capaz hasta que la vida lo arroja a situaciones donde debe sacar lo mejor de sí, aunque en el proceso termine con las manos manchadas de sangre.

Angélica sabía que entrar en el mundo de la mafia no era un juego. Una vez que dijo que sí, entendió que la única manera de salir de ahí era muerta.

No quería involucrar a Ricardo, pero sabía que, si no era sincera y él descubría la verdad, volvería por ella. Y aunque estuviera furioso, no la dejaría sola, aunque eso significara regresar al mundo del que había jurado escapar.

-Sé que estás enojado, pero lo hice por nuestras vidas -le dijo Angélica, mirándolo con preocupación.

Después de llegar al comedor, un silencio incómodo se prolongó en la mesa hasta que fue roto por la servidumbre que entró a servir la cena.

-Ya que pronto formarás parte de nuestro clan, es mejor que empieces con el entrenamiento que todos aquí han pasado -dijo el jefe, observando a Angélica comer.

Ella hizo un mohín.

-¿Eso implica levantarme temprano? -preguntó con inocencia.

Él solo la miró, sin responder.

-Tanto tú como él deberán entrenar hasta que estén listos -añadió.

Después de eso, todo quedó en silencio.

Angélica, que comía tranquilamente, levantó la cabeza para mirar a Ricardo.

Lo último que quería era que él pagara por sus decisiones.

-El trato es conmigo. Él no tiene por qué hacer eso -dijo, dirigiéndose al jefe.

Este la miró durante unos segundos, luego desvió su atención a Ricardo. Al ver la conexión evidente entre ambos, su mandíbula se tensó de rabia.

-El trato es que ambos serán parte de esto... o los dos morirán -declaró con frialdad antes de abandonar la mesa y dirigirse enfadado a su despacho.

Simón, que había sido espectador de toda la escena, miró desconcertado a su amigo. Jamás lo había visto actuar de esa manera.

Decidió seguirlo hasta el despacho. Tenía que saber qué pasaba.

-¿Qué demonios te sucede? -preguntó en cuanto entró.

El jefe lo miró de reojo.

-No pasa nada -respondió de mala gana.

-¿Que no pasa nada? -repitió Simón, sarcástico-. Si no te pasara nada, no habrías actuado así en el comedor.

-Lo que me ocurre no es importante -replicó el jefe, muy serio.

Simón lo observó en silencio hasta que, de pronto, comprendió.

-¿Es por la chica? -preguntó.

En ese instante, los ojos del jefe se oscurecieron, cargados de deseo, rabia y celos.

-No -respondió tajante.

-¿No? -insistió Simón, divertido-. Pues para no ser por ella, te has puesto bastante furioso.

El jefe no respondió. Se limitó a girar su silla para mirar la enorme ventana que daba al viñedo de su mansión.

-Quiero que esa chica se vuelva letal -dijo finalmente.

Simón reflexionó unos segundos.

-¿Por qué? -preguntó.

-Porque una mujer es más letal que un hombre -fue su respuesta.

Simón decidió no insistir más. Sabía que seguir presionando era como pisar terreno minado; cualquier paso en falso podría costarle caro.

Así que cambiaron de tema, pasando el resto de la noche en el despacho, hasta que finalmente salieron alrededor de las dos de la madrugada.

Antes de retirarse, el jefe le dio a Simón una última orden:

-Quiero que mañana mismo inicien su entrenamiento -dijo, dejándolo pasmado en el lugar.

+++

Mientras tanto, Angélica y Ricardo seguían conversando en el comedor.

Cuando ella le preguntó si estaba enojado, él respondió:

-No estoy enojado... pero me preocupa tu seguridad.

Ella entendía su preocupación mejor que nadie. Pero la decisión ya estaba tomada. Solo quedaba cumplir con su palabra.

-No nos harán daño, si eso es lo que te preocupa -le aseguró.

Ricardo suspiró.

-No es eso... Es en lo que podrían convertirte -dijo, preocupado.

Él sabía bien lo que la mafia era capaz de hacerle a una persona.

-No podrán hacerlo... si yo no lo permito -replicó ella con firmeza.

Quizá Ricardo tenía razón, pero Angélica no era una mujer débil de espíritu.

Era más fuerte de lo que muchos podían imaginar.

Tal vez, y solo tal vez... eso era exactamente lo que ella quería demostrar.

                         

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