Cállate y bésame (Trilogía TQST)
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Capítulo 5 5

Capítulo 5

Un buen equipo

DAFNE

Notó un persistente pitido en los oídos, sin embargo, no le prestó atención y trató de concentrarse en la clase, pero su profesor no colaboraba. ¿Cómo esperaba que casi sesenta alumnos lo atendiesen con esa voz monótona y aburrida? Aunque lo peor no era la voz soporífera de su profesor, sino que este se limitaba a pasar diapositivas sobre... mmm... ¿Sobre qué dijo que iba a hablar hoy? Bah, qué importaba. Su madre era fiscal, podía preguntarle cualquier cosa.

Bostezó y se puso a mirar por la ventana mientras jugaba a lanzar el bolígrafo, para luego atraparlo con los dedos. ¿Damián habría visto ya el periódico? Estuvo esperándolo esta mañana a la entrada con un ejemplar para ver cómo su cara se contraía en una mueca de horror, pero por desgracia su profesor llegó antes que el falso pelirrojo. Así que la curiosidad estaba matándola.

-¡Dafne! -Al escuchar su nombre, ella y toda la clase voltearon hacia la puerta, donde estaba Damián con un periódico buscándola con la mirada; cuando por fin la encontró, la señaló con furia-. ¡Tú!

¡¿Es que has perdido el juicio?! ¡Maldita mujer salida del infierno!

-Damián, ¿qué te trae por aquí? -preguntó con amabilidad, el pelirrojo entrecerró los ojos y apretó el periódico que traía en su mano.

-¡Pusiste mi número! ¡Mi número! ¡No tenías suficiente con poner mi foto y ese absurdo anuncio, sino que pusiste mi número! ¡En lo que lleva de mañana me han llamado cuatro tipejos! -gritó el pelirrojo caminando hacia ella con fuertes y decididos pasos.

-No sé de qué hablas -se defendió fingiendo estar sorprendida, él le mostró el periódico casi abofeteándola con él.

-¡Claro que sabes de qué estoy hablando! -bramó él con furia enseñándole la página de contactos donde estaba su imagen impresa.

-Oye, oye... Damián, no sabía que en tu tiempo libre te dedicabas a este tipo de cosas -comentó de manera jovial mirando con admiración el anuncio como si fuera la primera vez en su vida que lo veía; el chico le lanzó una mirada asesina que acobardaría hasta a los marines estadounidenses, pero no a ella-. ¿Y tú padre lo sabe?

Quiso saber la morena mirándolo con media sonrisa; vio cómo poco a poco la cara del pelirrojo pasaba de mostrar un enfado total a estar completamente atemorizado.

-¡No habrás sido capaz! -gritó él con furia, pero con una gota de miedo, algo que solo ella notó; Dafne se limitó a llevarse la mano a la barbilla y a hacer que estaba pensando-. ¡Tú!

Damián sin previo aviso la tomó de la cadera, antes de cargársela sobre el hombro por la fuerza; Dafne tardó un segundo en asimilar lo que pasaba, antes de comenzar a darle patadas con todas sus fuerzas y golpearle la espalda con los puños.

-¡¿Pero qué demonios haces?! ¡Bájame ahora mismo stripper gay!

-gritó mientras se agarraba a una de las sillas y le pedía ayuda a Beca, pero por desgracia su «amiga» se limitó a entregarle su bolso negro y a despedirse de ella-. ¡¿Oye, oye... pero qué tipo de amiga eres tú?!

¡Que me están secuestrando!

-Sí, y no sabes lo que pagaría por estar en tu lugar -contestó Beca mientras suspiraba, Dafne puso los ojos en blanco.

Que su amiga idolatrase a ese hiperactivo chico era un fastidio. Ambos abandonaron la clase bajo la mirada sorprendida del profe-

sor y las miradas divertidas de sus compañeros, que ni esperaron a que ambos se marchasen para comenzar a murmurar entre ellos. Una vez en el pasillo sujetó el bolso para golpear las rodillas de Damián e intentar que perdiese el equilibrio.

-¡Damián, o me bajas o juro que te arrepentirás! -amenazó con fiereza.

-¿Y qué vas a hacer? ¿Publicar mi foto en un periódico y decir que soy un stripper gay? ¡Anda, pero si ya lo hiciste! -declaró el pelirrojo con enojo, ella bufó y se cruzó de brazos-. ¡Y soy Damien! ¡Damien para ti, «Oye, oye»!

-¡Socorro! ¡Un falso pelirrojo está secuestrándome! ¡Que alguien lo castre! -gritó mirando a un grupo de alumnos que los miraban, pero no la ayudaron, simplemente se pusieron a mirar las paredes en busca de una cámara oculta. Al ver que nadie le hacía caso, utilizó el bolso como arma y comenzó a golpearle la cabeza a su secuestrador.

-«Oye, oye», deja de comer dulces, estás más fondona de lo que pensaba; tienes suerte que sea un chico fuerte y atlético, cualquiera no podría cargar con semejante peso. -Ante tal comentario contra su estupenda figura, siguió golpeando a Damián con fuerza; pero al ver que no funcionaba decidió abrir el bolso y buscar algo útil con que atizarle.

¿Dónde estaba su pistola eléctrica cuando la necesitaba? Buscaba y rebuscaba y no la encontraba. ¡Demonios! Se la había prestado a Ann para algunos experimentos de psicología; continuó buscando el espray de pimienta, pero nada, hoy no era su día.

-¿Dónde lo escondiste? -preguntó Damián mientras subía las escaleras.

-No sé de qué hablas.

Claro que sabía de qué hablaba, se conocían demasiado como para entenderse con pocas palabras. Él sabía que su padre no había visto el periódico todavía, pero la conocía y sabía que, en algún lugar de su casa, o en los alrededores, había una copia esperando el momento oportuno para mostrársela al general y que este lo castigase de por vida, eso si no lo metía directamente en el ejército. Pero no pensaba hablar, no después del beso de ayer. ¡Ese chico había atentado por segunda vez contra sus labios, y esta vez sí que iba a tomar una venganza en condiciones! Ignorarlo estuvo bien por un tiempo, pero tras lo de ayer merecía morir y nadie, ni Ann ni Nora, iban a impedir que le diese su merecido.

-No estoy para tus juegos, sabes perfectamente que si mi padre ve eso me alistará en el ejército -habló el pelirrojo con voz seria mientras seguía subiendo escaleras, ella hizo oídos sordos y se puso a tararear-.

¡El ejército! ¡«Oye, oye», esta vez te pasaste!

-¡¿Que yo me pasé?! ¡¿Oye, oye... y qué me dices de ti?! -gritó ella con furia intentando elevarse, pero fue en vano.

-¡¿Yo?! Pero si yo no te he hecho nada, mujer endemoniada.

¡¿Qué?! ¡¿Que él no le había hecho nada?! ¡¿Así que besarla era nada?!

¡Pero este tío de qué iba! Le pegó un fuerte puñetazo en la espalda y lo escuchó quejarse, para luego girar la cabeza y lanzarle a ella una mirada asesina.

-¡Deja de golpearme, salvaje! Y dime dónde escondiste el periódico -ordenó Damián con voz dura y nada amigable.

-¡Me besaste! ¡Oye, oye... mereces que te internen en el ejército para siempre! Así que no, ¡no voy a decirte dónde lo escondí! -gritó enojada, el pelirrojo se detuvo al fin y la tiró al suelo para después quitarle el bolso.

-¡La culpa fue tuya, «Oye, oye»! -bramó Damián mirándola con furia y señalándola, luego volteó hacia una de las puertas de emergencia y la abrió de una patada.

-¡¿Que la culpa fue mía?! ¡¿Oye, oye... pero tú te has vuelto loco?!

-gritó encolerizada golpeándole el pecho con el dedo.

-¡Tú me obligaste a hacerlo! ¡Si no me hubieras ignorado no te hubiera... ya sabes! -espetó él, Dafne lo miró un poco dudosa, juraría que lo había visto sonrojarse un poco, debían ser imaginaciones suyas.

-¡Si te ignoré fue porque me besaste, idiota!

-¡Si tú no me hubieras tirado la comida y dejado en ridículo en la cafetería no lo hubiera hecho! ¡Ergo, la culpa es tuya! -proclamó él a los cuatro vientos con total convencimiento-. ¡Y dime de una jodida vez dónde lo escondiste!

-¡Señor, no señor! -gritó imitando la voz de los soldados para luego hacerle el saludo militar con la mano derecha, con orgullo vio cómo los ojos azul oscuro de Damián brillaban de ira.

-¡Tú te lo has buscado, mujer! -bramó el pelirrojo tomándola del brazo con fuerza para empujarla por la salida de emergencia.

Dafne contempló la azotea durante un segundo antes de darse la vuelta y encarar a Damián, que le enseñó la lengua y cerró la puerta dando un fuerte golpe. Enfadada, se acercó a la puerta de metal y comenzó a pegarle patadas.

-¡Oye, oye... ábreme ahora mismo, estúpido pelirrojo postizo!

-gritó buscando un manillar de forma desesperada, pero por desgracia a ese lado de la puerta no había nada para abrirla.

-¿Vas a decirme dónde lo escondiste? -preguntó Damián con voz cantarina.

-¡Nunca!

-¿Estás segura, «Oye, oye»? -volvió a preguntar el pelirrojo dejando notar diversión en su voz; irritada, apoyó la espalda sobre la puerta y se dejó caer al suelo-. Venga, si te portas bien, me dices dónde está y admites que soy mejor, quizás te abra la puerta.

Enarcó una ceja y respiró hondo, sí que era pesadito con eso de admitir que él era mejor.

¡No lo era! Ni una sola vez en todos estos años la había derrotado, lo máximo que había conseguido era que ambos acabasen en el hospital con una buena bronca de sus padres, pero nada más. Él era el que debía admitir que ella era mejor, más inteligente y, ya que estaba, más guapa.

-Mis padres me han enseñado que no debo decir mentiras, señor

-contestó finalmente con cierto tono de soldado para hacerlo rabiar.

-¡Está bien! ¡Tú lo has querido, demonio! ¡Te quedarás ahí hasta que me dé la gana! -Escuchó un fuerte golpe en la puerta que la hizo sobresaltarse y luego pasos alejándose.

-Oye, oye... Damián, sé a la perfección que sigues ahí. Silencio.

-No voy a decirte dónde lo escondí y jamás lo averiguarás. Silencio de nuevo.

-¡Damián, que te estoy hablando! Más silencio.

¡Se había ido! ¡El muy cabrón se había ido a buscar el periódico escondido y la había abandonado! ¡Será desgraciado! Se puso en pie y comenzó a patear la puerta, pero no consiguió absolutamente nada, así que se puso a dar vueltas por la azotea pensando en sus posibilidades. No había palancas, ni hierros ni nada con lo que pudiera forzar la puerta; pero debía haber una escalera de emergencia o algo, ¿no? Caminó hacia el borde y se asomó en búsqueda de unas escaleras de metal, pero no las encontró; en cambio, lo que sí vio fue una cabellera roja abandonar el edificio. Rápidamente buscó algo qué tirar, por fortuna, encontró una camiseta vieja que tomó sin pensar en lo repulsiva que era y la lanzó hacia abajo, pero por desgracia hubo una ráfaga de viento y desvió la vieja camiseta unos metros.

-¡Buen intento, «Oye, oye»! -gritó Damián desde abajo saludándola y agitando su bolso con regodeo-. ¡Hoy voy a desayunar y almorzar por cuenta tuya!

-¡Toca ese bolso y date por muerto! -gritó apoyándose sobre la barandilla.

-¡¿Qué dices?! ¡No puedo escucharte, «Oye, oye»! -Vio cómo se daba la vuelta y se subía sobre su monopatín, antes de lanzarle una última mirada de superioridad y marcharse.

¡¿Cómo se atrevía a dejarla allí?! Iba a robarle esa estúpida tabla, la partiría por la mitad y luego le prendería fuego para esparcir las cenizas por su cama, todo eso mientras Damián atado a una silla lo observaba todo. Pero para poder hacer todo eso, debía salir de allí cuanto antes; dio una vuelta examinando la azotea y buscando algún indicio de escaleras. Cuando las encontró suspiró decepcionada. ¿Tenía que bajar por ahí? Pero si estaban oxidadas, por no mencionar que parecían no haber sido utilizadas en siglos.

Respiró hondo, bueno, si se subía en el coche de Triz esto no podía ser más peligroso. Se agarró a la barandilla y colocó ambos pies sobre la escalera, esperando unos segundos antes de soltarse para comprobar que en efecto esa cosa soportaba su peso. Mucho más tranquila al ver que la escalera no se hacía trizas, se soltó de la barandilla y comenzó a bajar lentamente.

Damián iba a pagar caro por esto.

Continuó descendiendo poco a poco con cuidado, hasta que llegó al final de la escalera; para su desgracia, aún estaba a varios metros de altura. Miró hacia el suelo con fastidio y vio con repulsión como bajo la escalera se encontraba el contenedor de basura con unas cuantas bolsas de sobras en su interior.

Damián iba a pagar muy caro por todo esto. Sin pensarlo mucho respiró hondo y se soltó.

---

-¿A qué huele? -preguntó Ann entrando en su dormitorio, Dafne clavó la espada de juguete en un oso de peluche, que había atado, amordazado a una silla y pegado una foto de Damián en su cabeza-. ¿Qué haces?

-Practicar.

Ann asintió y se puso a olfatear como un perro por su habitación, hasta que llegó hasta ella y le olisqueó el pelo.

-¿Y ese nuevo perfume? -ironizó la rubia acomodándose sobre su cama, mientras ella cortaba de forma rápida y limpia la cabeza del peluche.

-Oye, oye... me he duchado seis veces, no tengo culpa de que el olor a huevo podrido sea tan resistente -contestó recogiendo la cabeza del peluche del suelo y tirándola al interior del armario junto con el resto del cuerpo, para que sus padres no lo viesen.

-¿Y se puede saber por qué hueles como si una vaca te hubiese cagado encima? -preguntó Ann, pero en cuanto ella abrió la boca para responder su amiga le indicó que guardase silencio-. ¡No me lo digas! Lo adivinaré con mis superpoderes...

Ann se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos mientras hacía ver que se concentraba.

-¡Om! Mi ojo interior dice que Damián vio la sección de contactos y te tiró a un cubo de basura como venganza -dijo la rubia mirándola con expectación.

-Casi. -Ann infló las mejillas con decepción, y ella aprovechó para dar unas cuantas estocadas mortales al aire-. Damián vio la sección de contactos, irrumpió en mi clase y me abandonó a mi suerte en el tejado; tuve que bajar por las escaleras de emergencia y saltar a un contenedor de basura para escapar.

-Increíble -masculló Ann, Dafne se encogió de hombros.

-Sí, pero como venganza llamé a su padre y le dije que Damián me había robado el bolso, se indignó mucho y dijo que en cuanto lo viese le iba a ordenar que me lo trajese y que se disculpase por tal acto -contó con diversión.

De hecho, eso fue lo primero que hizo nada más llegar a casa, ni ducharse ni leches, buscó el número del despacho del padre del pelirrojo en la agenda de su padre y puso su mejor voz de víctima y chica dulce e inocente. Era tontería comentarle sobre el anuncio, el pelirrojo tarde o temprano encontraría la copia que ella escondió bajo su felpudo y no tendría pruebas de su supuesto trabajo como stripper, pero Damián se había llevado su bolso y eso no había forma de ocultarlo. Además, sabía que por mucho que Damián diese excusas, el general le creería a ella y lo castigaría a él duramente.

-Triz me dijo de ir a celebrar el éxito del periódico, al parecer se ha agotado en todas las facultades. Y debo admitir que en parte ha sido gracias al anuncio de Damián que pusiste, todas las chicas se volvieron locas al verlo; por dos euros les decía dónde estudiaba, su nombre y apellidos, conseguí casi cincuenta euros -habló la rubia, ella sonrió complacida por el acto de maldad y a continuación vio cómo su amiga tomaba uno de los botes de perfume y la bañaba en él.

-Oye, oye... que no huelo tan mal -protestó entre tos, Ann la ignoró por completo y la tomó del brazo arrastrándola fuera de su habitación.

-Sí, pero tampoco es que olieras precisamente a rosas -respondió su amiga despidiéndose de su madre, que en esos momentos escribía en una cartulina algún eslogan contra el maltrato animal para su próxima manifestación.

Dios, ¿por qué su madre tenía que ser una activista en pro de los derechos animales? Estaba harta de acompañarla a manifestaciones.

Ambas se subieron en el ascensor y bajaron las seis plantas; una vez en la calle, se encontraron con Kyle esperándolas. Ann la soltó para darle un rápido beso a su novio, no sin antes mirar hacia los lados para asegurarse de que nadie los veía.

Dafne rodó los ojos y se cruzó de brazos, tarde o temprano iban a tener que decírselo a Matt, estaba hasta las narices de cubrirlos a todas horas. Saludó a Kyle con la mano y el chico le devolvió el saludo tímidamente. Si lo miraba bien, Kyle no estaba mal, no era muy alto (debía medir entorno al metro setenta); tenía unos preciosos ojos verdes oscuros y un pelo castaño tan claro que casi parecía rubio; pero hasta ahí todo bien, para ella Kyle era demasiado tímido y callado, por no hablar de su obsesión con la química -ya había perdido la cuenta de cuántas veces los bomberos habían ido a desalojar su edificio, para desgracia de Dan, que era uno de sus vecinos y amigo-; además, ¿qué demonios le pasaba con las sudaderas? ¿Las coleccionaba o qué? Porque tenía todo tipo de sudaderas, de todos los colores posibles y con las frases más raras que jamás había visto. ¡Ah!, y era un año mayor que ellas, al igual que Triz -pero ninguno de los dos lo demostraba.

-Oye, oye... ¿también vienes? -preguntó a Kyle, él asintió y comenzó a caminar junto a ellas hacia la parada del metro-. ¿Cuándo vais a hacer público vuestro noviazgo?

-Cuando no quede más remedio -indicó Ann.

-Es decir, cuando Matt o Triz os pillen -dijo mirando con seriedad hacia la rubia.

Si había algo peor a que Matt lo descubriese era que Triz se enterase primero, su incansable amiga era capaz de publicar eso en primera plana de su periódico con tal de dar la exclusiva. No había sino que recordar lo pesada que se puso cuando Nora comenzó a salir con José... bueno, pero es que José se lo había buscado por cometer tal locura de amor. Suspiró y entraron en la estación, ¿ella sería capaz de encontrar un chico que fuese capaz de cometer locuras por ella? Agitó la cabeza,

¿pero en qué pensaba? Era feliz soltera y viviendo la vida a lo loco, no necesita a ningún idiota para ser feliz.

-¡Socorro! ¡Ese hombre se lleva mi bolso! -Inmediatamente volteó hacia la mujer que había gritado y vio como un individuo, de unos treinta años, huía del lugar rápido con un bolso negro de piel entre las manos.

-¡Alto ahí! -gritó sin pensarlo dos veces y corriendo detrás de él.

Una chica normal no haría eso, pero ella era hija de un policía y de una fiscal, no podía ver cómo le robaban a una mujer y no hacer nada para detener al ladrón; además, gracias a su padre sabía defenderse perfectamente.

-¡Oye, oye... he dicho que te detengas! -gritó con fuerza haciendo que el ladrón voltease levemente para luego incrementar la velocidad, algo que hizo ella también.

¡Agg! ¿Es que iba a obligarla a hacerle un placaje y derribarlo? ¡Hombres! ¡Idiotas todos ellos!

-¿Ni siquiera persiguiendo a un ladrón puedes dejar tu ridícula muletilla de lado?

¡Oh, venga ya! Ladeó la cabeza y se encontró con su archienemigo corriendo a su lado, sujetando en una mano su tabla y en la otra el bolso que esta mañana le había robado.

-¿Y de dónde narices sales tú? -preguntó mientras giraban en una esquina sin perder de vista al ladrón.

-Del metro, ¡le dijiste a mi padre que te había robado! ¡Estuve media hora haciendo el pino como castigo y luego me obligó a venir para pedirte disculpas! ¡Disculpas, a ti! -protestó él lanzándole una mirada de odio, ella le hizo burlas y siguió corriendo; el ladrón era bastante rápido y habilidoso, pero ellos también lo eran. Esquivaron sin problemas a todos los viandantes y lo siguieron hasta un callejón sin salida.

-Oye, oye... eso te pasa por dejarme encerrada en la azotea -contestó deteniéndose frente al ladrón; el hombre al ver a sus perseguidores enarcó una ceja y los contempló con interés.

-¡Publicaste un anuncio donde me anunciabas como stripper gay!

-gritó Damián señalándola con la mano.

-¡Porque tú me besaste!

-¡Porque tú me ignorabas!

-¡¿Oye, oye... y tú a dónde crees que vas?! -gritó al ladrón que intentaba huir aprovechando sus gritos; el hombre, que estaba a menos de un metro de ella, le dio un fuerte empujón hacia Damián (que la atrapó al momento) antes de huir-. ¡Que se nos escapa!

-¡«Oye, oye», no me grites! ¡Y si se nos escapa es por tu culpa! -le reclamó el pelirrojo, ella se separó de él rápidamente y se puso a correr detrás del ladrón de nuevo mientras escuchaba como Damián protestaba antes de iniciar la carrera-. Apestas a perfume de fresa.

-¡Eh, tú detente ahora mismo! -chilló ignorando el comentario de Damián.

-Tú sigue corriendo tras él -indicó el pelirrojo entregándole la tabla y su bolso, para luego saltar por encima de una valla e introducirse por otra calle.

Presumido.

Como sabía parkour solía presumir de ello haciendo cosas innecesarias, como saltar por encima de coches, vallas y muros, solo para demostrar lo genial que era y hacer que la gente lo mirase con envidia. Dafne miró la tabla y sopesó la idea de lanzarla contra el ladrón, pero ella no era tan buena lanzadora como Nora, así que mejor estarse quieta; apresuró el paso y redujo la distancia con el ladrón lo suficiente como para que se asustase.

-¡Oye, oye... juró que te haré pagar por... -Pero se calló de golpe al ver como Damián aparecía de la nada y derribaba al ladrón, para luego ponerle los brazos contra la espalda-. ¡Estás detenido por robo!

Metió las manos en el bolso y sacó las esposas que días atrás le había «tomado prestadas» a su padre, Damián obligó al hombre a ponerse en pie y entre los dos lo esposaron a una farola. Vio como el pelirrojo recogía el bolso de la anciana del suelo y posteriormente se secaba el sudor de la frente con el brazo; su actuación había sido espectacular, pero no iba a reconocerlo, nunca, jamás, ni aunque la torturasen durante mil años.

-Ha molado, ¿a que sí? -preguntó Damián quitándole la tabla de las manos de un manotazo, para luego subirse sobre ella y dar vueltas a su alrededor lleno de felicidad y orgullo-. Soy tan genial. Repite conmigo, «Oye, oye»: «Damien es genial».

-No me gusta decir mentiras -dijo ella con voz monótona borrando de un plumazo la sonrisa que iluminaba el rostro de Damián-. Y te llamas Damián.

-¡Damien! ¿Es que para tu minicerebro es tan difícil de recordar?

-exclamó el pelirrojo elevando un poco la voz, ella se limitó a fingir un bostezo y el chico le dio capirote en la frente ganándose una mirada de odio de su parte.

-Capturado por dos niños, qué patético -se lamentó el ladrón sin apartar la mirada de ellos.

Damián soltó una risita y miró hacia ella; Dafne también lo miró y por primera vez en su vida ambos se sonrieron. Quizás, y solo quizás, hacían un buen equipo.

                         

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