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Escondí el arma en mi cinturón y bajé del auto. Caminé hacia el mercado un poco apresurado, sabía que se venía algo malo. Divisé una camioneta negra 4x4 en la entrada. Un hombre no muy alto, con camisa floreada, bermudas y una escopeta era el último en bajarse del vehículo y seguir el camino a sus compañeros entrando. Era el cubano Rico Terse, conocido traficante de armas.
Decidí rodear el lugar y entrar por atrás, pero antes de llegar escuché un disparo que me aceleró un poco, traté de ignorarlo y seguir avanzando. Cuando mis ojos la encontraron, por su vestido floreado, no dudé ni medio segundo en caminar hasta ella. Estaba asustada, al igual que los demás, y tenía unas bolsas en las manos. Volvieron a disparar, dos veces, y ahora la gente parecía una estampida de toros.
Vi un hombre abrirse paso entre las personas hábilmente en dirección a la misma persona que yo. Sus miradas se encontraron, lo reconocí. Él, grandote, piel morena, pelado y cubierto de tatuajes en ambos brazos, le sonrió con malicia. Era Charly Morrison. Ella rápidamente dió la vuelta en dirección contraria. Agradecí internamente por eso y no dudé en levantarla de inmediato cuando cruzó por mi lado y salir corriendo. Soltó un grito y podía sentir como su cuerpo se endureció bajo mi agarre. El perfume de su cabello recién lavado me invadió. Luchó contra mi desesperada.
-Tranquila -le dije, pero era lo más estúpido que se me podía ocurrir decirle a alguien en esa situación.
Obviamente que yo también estaba nervioso y no es que suelo estar nervioso muy seguido que digamos. Ella trató de darse media vuelta para mirarme, mi vista solo permaneció al frente. Corrí hasta la esquina y doblé, era un callejón con viejos departamentos. Y por donde había dejado mi auto cerca. Desaceleré mi paso, aflojé mi agarre dándome cuenta de que la había estado apretando un poco más fuerte de lo que debería. La bajé al suelo y la solté una vez que estuvo derecha. Ella se dió la vuelta para mirarme, tomando una profunda bocanada de aire, tratando de calmar su respiración.
-¿Estas bien? -pregunté, aún me sentía ligeramente agitado.
-Si, gra-gracias -tartamudeó y luego soltó un suspiro.
Miró al suelo y dejó sus bolsas. Luego volvió a levantar la vista y miró su alrededor frunciendo el ceño. Estaba nerviosa y trató de controlar su agitación. Su pecho subía y bajaba rápidamente.
-Es la segunda vez en la semana y la cuarta en el mes que entran delincuentes al mercado -le comenté esperando que supiera porque era realmente.
-¿En serio? -dijo sorprendida en cambio.
Claro que ella no lo sabía, si ni siquiera había venido al mercado estos días. Pasé una mano por mi cabello exasperado por la situación.
-Si, según la policía no roban nada. Al parecer buscan alguien.
Me miró en silencio unos segundos. Me estaba estudiando, luego volvió a mirar sus bolsas en el suelo.
-Mm... necesito mi auto -colocó un poco de cabello detrás de sus orejas.
-¿Donde está? -pregunté esperando que volviera a mirarme.
-Mm... -pensó, seguía nerviosa- La calle siguiente del mercado. En la misma dirección -indicó.
-No es conveniente volver, quizás siguen esos tipos por ahí todavía.
-No voy a dejar el auto aquí -dijo y acomodó el bolso de su hombro.
Ella ya no se veía tan nerviosa por la situación anterior realmente, sino por mi presencia. Podía notarlo.
-Si quieres te alcanzo a tu casa, luego vuelves por él.
Me agaché a tomar sus bolsas, en realidad no se lo estaba preguntando. Sea como sea yo iba a llevarla conmigo. Tenía la curiosa necesidad de hacerlo.
-No subo a autos de extraños -dijo para que me detuviera.
La miré un segundo, su cabello enrulado caía hacia adelante por sus hombros, su piel era ligeramente blanca, tenía las mejillas un poco rosadas, sus ojos eran de color miel y sus labios, por más apretados que estén, parecía que formaban un corazón. Inevitablemente la comisura izquierda de mi labio se elevó.
-Suerte que yo sí llevo extrañas.
Arrugó su entrecejo, no esperé a que me respondiera y empecé a caminar hacia mi auto. Estaba totalmente seguro que me iba a seguir, pues yo tenía sus bolsas, pero aún así miré sobre mi hombro ligeramente para comprobar si lo hacía. Sonreí para mis adentros. Era una chica segura.
Me apresuré a propósito para desaparecer de su vista y llegar a mi auto, quité el seguro y abrí la puerta de atrás, dejando sus bolsas en el asiento. Cuando la cerré, ella estaba ahí parada mirándome, así que de inmediato abrí la puerta del copiloto. Pero se quedó plantada en su lugar.
-¿Crees que voy a hacerte algo?
-Mm ¿no? -dijo y traté de no reírme de su cara.
-Si quisiera secuestrarte, no estarías ahí parada. Ya habría hecho muchas cosas contigo -suelto y ella abre aún más sus ojos sorprendidos.
-¿Pensaste hacer otras cosas conmigo? -preguntó, pero por su tono no estoy seguro si había entendido la indirecta.
-¿Quién no? -me encogí de hombros levemente.
Su cara pareció arder, por supuesto que lo había entendido. Volvió a apretar su boca, esta vez tratando de no sonreír por la vergüenza. Desvió su mirada hacia su ropa, pasando sus manos por la falda del vestido.
-¿Entrarás? -llamé su atención de nuevo y volvió sus ojos a los míos.
-Bien -respondió con seriedad.
Caminó hasta mí, sin mirarme, y se sentó en el auto. En cuanto se acomodó, le cerré la puerta. Di la vuelta rápidamente y me adentré detrás del volante.
-Y bien, ¿a dónde vamos? -pregunté como si no lo supiera.
Conocía su casa de memoria. Más que la mía últimamente. Sentí su mirada silenciosa sobre mi, de nuevo me estaba estudiando. Cuando se aseguró que no iba a hacer o decir otra cosa, me dijo su dirección.
El camino fué todo en silencio, se sentía raro. Había planeado tantas formas de acercarme a ella, pero nunca lo había hecho realmente. Al principio quería vengarme, ahora no estaba muy seguro de eso. A veces me miraba de reojo, y otras por la ventana. Soltó varios suspiros, como si el recorrido a su casa fuera interminable. Y por supuesto que así lo hice, conduje a una velocidad prudente y respeté cada señal de tránsito. A propósito. Me resultaba un poco divertido su nerviosismo e impaciencia.
No me di cuenta cuando me había detenido en su casa por inercia. Me había dado la dirección, pero no había dicho cual casa exactamente. Bajé automáticamente junto con ella. La vi fruncir su ceño, sabía que se había dado cuenta eso.
-¿Te ayudo con las bolsas? -pregunté llamando su atención.
Me acerqué a ella, tanto que podía volver a sentir el perfume de su cabello, y dió un paso hacia atrás nerviosa por la cercanía.
-¿Como sabías que ésta era mi casa? -dijo en cambio.
-Eras una maleducada -respondí, miré sus ojos directamente.
Volví a dar el paso que ella retrocedió. Arrugó su frente sin dejar de mirarme.
-¿Por qué? -preguntó con confusión.
Bingo.
-Te hice una pregunta y respondiste con otra.
Eso era algo que comúnmente le decía antes a mi hermana para distraerla. Abrí la puerta de atrás y tomé las bolsas. Luego volví a cerrarla rápidamente. Ella seguía mirándome extraña.
-No, no necesito tu ayuda -bajó la vista hacia sus bolsas en mis manos- Ahora tú responde.
Las quiso tomar pero no se lo permití. ¿Qué iba a decirle? ¿Conozco tu casa hace meses? ¿Te estoy siguiendo desde hace mucho? ¿Sé quién eres? Claro que no.
-Ya las tengo, deberías ayudar abriendo la puerta.
Frunció su ceño, mirándome a los ojos.
-Eso no es lo que esperaba.
-¿Qué es lo que esperabas? -pregunté, tratando de ser lo más serio posible.
Pero por alguna razón, su rostro curioso y su nerviosismo me causaba algo de gracia.
-Lo siento, no acostumbro a tratar con extraños -dijo antes de darse la vuelta y caminar hacia la puerta de su casa.
Me detuve detrás de ella cuando se puso a buscar en su bolso.
-Suerte que yo sí -murmuré.
-¿Tu si qué? -cuestionó molesta
-Nada -susurré cuando abrió la puerta.
Entró y la seguí aunque no me haya dicho que pasara. Tenía demasiada curiosidad por entrar en su casa. Llevaba meses mirando del otro lado, y ésta era mi oportunidad para conocerla. Y a su dueña. Hacia la izquierda de la entrada estaba la sala, tenía una juego de sillones de tres piezas, una pequeña mesa en medio y un televisor en frente. Las paredes eran de un color anaranjado, la ventana que daba hacia el frente tenía unas cortinas floreadas color beige. Al frente de la puerta habían unas escaleras que supuse dirigían a los cuartos.
–¿Dónde las dej...?
No terminé de preguntar cuando su perro pitbull apareció a ladrarme eufórico. En todo el tiempo que los había visto paseando juntos, nunca me imaginé que realmente fuese malo.
-No, Román -dijo ella con autoridad y él se detuvo de inmediato.
Estaba sorprendido. La chica tenía un vestido floreado y el rostro más calmado que he visto en mi vida, y había detenido a semejante perro con solo dos palabras. Aunque él seguía mirándome enojado y con desconfianza. Que podía esperar, era un pitbull guardián. Y ella, era más que sus vestidos floreados y su rostro angelical.
-Lo siento, se toma en serio su trabajo de no permitir extraños en la casa -comentó.
Tomó a su perro del collar y lo encaminó hacia lo que supuse era el patio. La seguí sin decir nada y me detuve en la cocina. Puse sus bolsas de compras en la mesada, sin dejar de ver como manejaba a su mascota. Una vez él fuera, cerró la puerta corrediza de vidrio. Luego volteó a encontrarse conmigo nuevamente. Miró las bolsas de reojo.
-Gracias -dijo y sabía lo que se venía- No respondiste mi pregunta.
-¿Cuál? –fingí olvidarla- ¿Le pusieron Román por el jugador de fútbol?
-Si, mi hermano es fanático del fútbol -respondió de inmediato.
Sonreí mentalmente victorioso, se distraía con tanta facilidad. Ella estaba a punto de reclamar cuando la puerta de entrada se escuchó.
-¿Sara? -preguntó, esa rápidamente supe que era la voz de su hermano.
Se escuchó el sonido de sus llaves caer en la mesa de la sala.
-En la cocina -indicó ella sin quitar sus ojos de mí, como si me fuese a escapar.
Por supuesto que no, esto iba a ser divertido.
-Oye traje... -se calló en cuanto me vió ahí parado- Nachos. No sabía que teníamos visita.
Sus ojos también se clavaron en mí, igual que su hermana. Sí amigo, estaba dentro de tu casa, tenía ganas de decirle. Apretó su mandíbula, sonreí mentalmente.
-Yo tampoco -respondió ella.
Se dió la vuelta soltando un suspiro, abrió la heladera y comenzó a meter las cosas que había comprado.
-¿Tu eres...? -preguntó Damián como si no nos conociéramos.
Si él no lo diría, yo tampoco. Pero tampoco había pensado en mentir sobre mi identidad con ella. De todas maneras que importaba, no tenía nada que perder.
-Soy Román -dije y estiré mi mano.
Él la sujetó con fuerza unos segundos y luego la liberó. Podía ver su rostro enojado todo el día, no me interesaba en lo más mínimo.
-¿Estás bromeando? -soltó Sara volteándose a verme de nuevo.
-Nuestro perro se llama igual -comentó Damián.
-Ya lo vió.
Ella estaba prácticamente segura de que estaba mintiendo. Sus ojos estudiaban cada centímetro de mi rostro buscando signos de mentira. Permanecí neutro, no moví ni una facción de mi cara.
-Si, mi padre también es fanático del fútbol -dije lo primero que se me ocurrió.
Ella resopló, se dió media vuelta de otra vez y continuó con su trabajo de meter las cosas en la heladera. Me sentí un poco menos presionado sin su mirada sobre mí.
-¿Quieres quedarte a almorzar?
Miré a Damián nuevamente. Sabía que estaba siendo amable solo porque estaba su hermana presente con nosotros. De otra forma, esta situación no estaría tan controlada. Pero sus ojos me estaban asesinando lenta y minuciosamente.
-No, ya tengo que irme.
-Esta bien, te acompaño -respondió rápido.
Ignoré su respuesta, de prácticamente querer correrme rápido de su casa un segundo. Miré a la chica que me seguía dando la espalda, haciendo sus cosas como si yo no existiera. Al parecer no tenía pensado darse vuelta a saludarme o agradecer que la haya devuelto a su casa. Entonces seguí a Damián a la entrada.
-Voy a matarte -murmuró él abriendo la puerta.
-Después me agradeces -dije antes de salir y sin esperar respuesta suya.
Caminé hasta mi auto, sacando las llaves del bolsillo de mi pantalón. Arranqué y salí de ahí, en dirección a mi casa. Los fines de semana no tenía que aparecer en mi trabajo por suerte. Aunque mi casa tampoco era el mejor lugar para estar que digamos. Lo único bueno de ahí era mi hermana menor. Seguramente Damián se calmará un poco cuando la suya le cuente lo que sucedió. Y dejará de estar tan molesto conmigo.
Por un lado, lo entiendo. Yo estaría igual si descubriera a alguien siguiendo los pasos de mi hermana. Por otro lado, no me interesaba. Me interesaba llegar al asesino de mi padre. Aunque, pensándolo bien, ni Damián ni Sara tenían contacto con su padre. Hacía mucho que llevaba averiguando sobre ellos, y vivían solo ellos dos en esa casa. Sus padres se habían separado hace muchos años, su madre había muerto sospechosamente también. Por lo que veo, Sara tiene a varias personas buscándola y ella aún no lo sabe. ¿Pero porqué querrían a Sara?
Entré en mi casa, todo era silencio. En la sala no había nadie, en la cocina no había nadie y cuando subí al cuarto de mi hermana tampoco estaba. Seguramente su madre la habría llevado por ahí. Era raro, porque siempre la tenía aquí encerrada, pero estaba bien que la hubiera sacado de su rutina de encierro.
Fui a mi habitación, abrí el cajón de la mesa de luz y dejé el arma. Entré a darme un baño. Quizás si yo no hubiera llegado a tiempo al mercado, ellos ya tendrían a Sara. ¿Para quienes trabajaban? Aún no lo sabía, pero iba a descubrirlo. Sabia quién era Morrison, la policía siempre estaba detrás de él.
Busqué mi celular en el pantalón que me había sacado y le marqué a un compañero de trabajo. Saúl.
"Necesito que me averigües los expedientes sobre alguien."
"Quien?"
"Morrison"
Terminé de cambiarme y salí. No me gustaba estar mucho en la casa. Abajo me encontré con que ellas ya habían regresado. Olivia, mi hermana, estaba sentada mirando fijamente a su madre como preparaba las cosas para cocinar.
-Hey -hablé despacio a su lado.
Ella me miró un segundo y luego sonrió levemente sin emitir ningún sonido.
-¿Qué tal el paseo? -le consulté y se encogió ligeramente de hombros sin decir nada nuevamente.
Olivia era autista, tenía 10 años, sabía que no le gustaba salir mucho de la casa. Al contrario de mi. Pero tratamos de que no siempre esté encerrada, por recomendación de sus médicos. Le sonreí.
-Nos vemos -la saludé y ella asintió.
-¿No te quedas a comer?
Su madre se dió vuelta. Había ignorado su presencia, digamos que no nos llevábamos muy bien. Era madre de mi hermana, pero no la mía. Se había juntado con mi padre tiempo después de que mi madre muriera, yo era bastante niño todavía. No es que eso me molestara, sino que ella no era de mi agrado y lo sabía.
-No
Me di media vuelta saliendo de ahí sin esperar que dijera algo más, porque estaba seguro que lo haría. Subí a mi auto, compraría algo para comer por ahí. Como siempre.
Me detuve en un pequeño bar y pedí un wrap de carne para llevar. Me senté a esperar mi pedido, al lado de una ventana. No estaba muy lejos de su casa, pensé. Podría darme una vuelta. Aunque sabía que la mayoría de los fines de semana estaba con su amiga. Y Damián con su novia.
Busqué el celular en mi bolsillo cuando lo sentí vibrar. Abrí los mensajes de Saúl, eran artículos y fotos. Charly Morrison, era el mismo hombre del mercado, con varios delitos cometidos y paseos por la cárcel. Casi toda su información personal estaba ahí, abrí uno de los links.
"Charly Morrison bajo prisión domiciliaria por intento de abuso.
En la tarde de éste martes 13, luego del pedido de su abogada Grace Strait y tras la retira de denuncia de su novia Amanda Soler, el conocido delincuente Charly Morrison recibió prisión domiciliaria hasta que pague la multa de quinientos dólares..."
Con que habrían amenazado a esa chica para retirar la denuncia.
-Señor, su pedido está listo -dijo la chica que me había atendido un momento antes.
Guardé el teléfono y me levanté a pagarle. Tomé mi comida y volví al auto. Luego de entrar, lo abrí un poco y le di una buena mordida. Tenía mucha hambre de repente, y no había desayunado nada en la mañana. Comencé a conducir.
¿Quién era Grace Strait para ser tan buena abogada? Aparte de que la justicia más bien es dinero y buenas influencias. Sin antes pensarlo, ya estaba detenido en la esquina antes de su casa. Había un auto célica fuera de ella. Como suponía, era el de su amiga. Volví a dar un bocado a mi wrap, viendo como la chica salía de su casa sonriéndole a su amiga y entraba al auto. Era bonita.
Sacudí la cabeza, haciendo a un lado ese pensamiento y las seguí. No tenía idea de a donde iban pero por un lado no solo estaba curioso de sus movimientos, sino que aún seguía algo preocupado por lo que había ocurrido más temprano. Ella, al parecer no tenía ningún problema con eso. Si, era muy segura. Me gustaba eso.
Se detuvieron en el cine. Estas chicas venían bastante seguido al cine. Me detuve en el estacionamiento una vez que ellas entraron. Volví a escribirle a Saúl.
"¿Quién es Grace Strait?"
Respondió a los pocos minutos con su imagen e información. Me sorprendí un poco al leer que estaba casada con George Tyree, el padre de Damián y Sara. Nunca solía vérselo a él acompañado en público, debía ser una relación secreta. Apagué el teléfono y encendí la radio.
"Un nuevo tiroteo se desata en el mercado de la ciudad a plena luz del día..."
...-