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Román
Lunes y nuevamente a la rutina. El primer día de la semana siempre es de oficina y papeleos por la mañana, y por la tarde hacemos rondas de vigilancia por el vecindario con Saúl. Ser policía no es algo que elegí por gusto, sino más bien por necesidad. De venganza. Mi padre era policía y fué asesinado hace unos cuatro años. Nunca se descubrió el porqué o quién había sido, la policía simplemente dejó de investigar. Lo caratularon como un sui.cidio luego de no encontrar culpables. Por eso decidí hacerlo yo mismo. Necesitaba respuestas, necesitaba cerrar esa parte de mi vida para poder seguir. Mi padre lo era todo para mi y me fué arrebatado sin más.
-Voy por café -dice Saúl saliendo de su escritorio- ¿Quieres uno?
Asentí simplemente y él desapareció de la oficina. Hasta ahora lo único que había podido descubrir era que George Tyree, padre de Damián y Sara, era un posible sospechoso. ¿Porqué? Porque según Alicia, madre de mi hermana Olivia, era el único enemigo que mi padre tenía. Pero porqué eran enemigos, nadie lo sabe. Si Grace conoce a Morrison, entonces George también. Y podía ser la persona contratada para matar a mi padre, para que el ministro no ensuciara su carrera política. ¿Y que tal si George o Grace son quienes contrataron a Morrison para atrapar a Sara en el mercado? No sería una casualidad. ¿Pero porqué?
Cuando Alicia me comentó sobre George, pensé que la mejor forma de venganza era meterme con sus hijos. Hacerles algo a ellos para que su padre supiera lo que era sufrir una pérdida. Pero conforme pasaron los días me fui dando cuenta que entre ellos no existe relación alguna. No sé si existió en algún momento, o que es lo que pasa realmente en esa familia. La madre de los chicos murió en un accidente hace como medio año quizás, y aunque a veces suela apenarme saberlo, no logro sentir lástima realmente por el simple echo de que el odio y rencor que llevo dentro mío es mucho más grande que eso.
-Miller -el comisario me saca de mis pensamientos- Te buscan.
-¿Quién? Que pase.
Miró hacia su izquierda e hizo una señal de asentimiento. Me sorprendió ver entrar a Damián a la oficina, salí de mi silla de inmediato. El comisario se fué dejándonos a solas. Lo miré esperando que hablara primero.
-Sara me contó lo del sábado -dijo él entonces.
-Salgamos -ordené.
Nadie en la policía sabían que yo había estado en lo ocurrido en el mercado el sábado, de saberlo tendría que también dar testimonio del hecho y no quería hacerlo. No quería verme involucrado en nada. Ambos salimos en silencio hasta la vereda. Crucé miradas con Saúl, quien volvía con nuestros cafés en sus manos. Me frunció su ceño curioso, pero lo ignoré.
-No confío en ti -habló Damián primero.
-No pretendo que lo hagas -encogí mis hombros sin importancia.
Coloqué ambas manos en la cintura de mi pantalón de uniforme. Sabia que no venia a agradecer en absoluto.
-Si te quieres descargar con alguien, puedes hacerlo conmigo. Mi hermana no tiene porqué pagar tus broncas.
-No necesito golpearte para estar a mano.
Me analizó en silencio unos segundos, tal vez pensando. Pasó una mano por su cabello rubio, dió media vuelta, caminó dos pasos y luego volvió hacia a mí mas impaciente. No era para nada parecido con su hermana. Hurgó el bolsillo de su jean y sacó algo, lo miró y me lo dió. Era una fotografía. En ella, una mujer sentada en un sillón con un bebé sobre sus piernas y un hombre a su lado, ambos sonriendo. Era mi padre. Me sorprendí un poco. Un poco mucho.
-La foto la tomé yo cuando era niño -comentó- Nuestros padres eran amigos. Sé muy bien quién era tu padre Miller y te aseguro que de saber lo que estás haciendo solo estaría molesto con su hijo.
-No hables de mi padre -espeté, comenzaba a enojarme esta situación- No lo conoces.
-Más de lo que crees -aseguró retándome con su mirada.
-No me interesa -le devolví la fotografía, pero no la recibió.
-Quédatela y mírala cada vez que quieras hacerle algo a mi hermana -dijo y entonces se fué.
Me quedé ahí parado, viendo como se subía a su auto y se iba. Volví a mirar la imagen un momento, entonces esa era su madre, y la bebé era Sara, y mi padre se veía tan bien como lo recordaba. Tuve ganas de romperla, pero simplemente la guardé en el bolsillo de mi pantalón y volví a mi odioso trabajo.
...
Después de un par de vueltas con mi compañero y unas cuantas multas por exceso de velocidad, por fin estaba liberado. Busqué a mi hermana de la escuela y la llevé a casa, por lo general nos turnábamos con su madre para recogerla. Cuando comenzamos a hacerlo fué algo difícil debido a su autismo, no le gustaba que estuviéramos cambiando. Entonces el médico le dijo a Alicia que lo hiciéramos una semana entera uno y la siguiente semana el otro. Esta semana me tocaba a mi. Así comenzó a aceptarlo, o por lo menos ya no tiene sus ataques de ansiedad al momento de retirarla.
Desde que falleció nuestro padre, ella prácticamente no habla, ni con sus maestros, compañeros, ni con nosotros. Los médicos dijeron que es por propia elección, porque ella escucha y se expresa perfectamente bien para una niña de su edad. Tiene mutismo selectivo. Han sido contadas las veces que hemos escuchado su voz en la casa el último tiempo. Simplemente le gusta estar en su habitación dibujando, en eso si que es muy buena. Grande fué mi sorpresa cuando la escuché responderle a Sara el día anterior sin siquiera conocerla. Hasta sentí un poco de celos por ese logro tan genuino de su parte. Yo me había esforzado muchas veces, durante mucho tiempo, por intentar una conversación y lo único que recibía eran respuestas con la cabeza y las manos.
-Llegamos -le anuncié.
Entramos a la casa en silencio y se fué directo a su habitación. Yo en cambio, caminé hacia la cocina. Allí estaba Alicia revisando papeles sobre la mesa, alzó la vista sobre sus anteojos en cuanto me vió parado al frente suyo.
-¿Olivia?
–Subió –respondí.
–¿Te dijeron algo en la escuela?
-No.
Asintió y volvió a centrarse en su papeles del trabajo. Dudaba demasiado, pero estaba seguro que ella era la única persona más cercana que tenía para decirme sobre la existencia de la madre de esos chicos en la vida de mi padre. Saqué la foto de mi pantalón y la puse sobre sus hojas.
-¿Conoces a esta mujer?
Ella se sacó los anteojos y tomó la foto. Luego volvió a mirarme.
-Teresa, una amiga de tu padre -dijo restándole importancia.
-¿Qué tan amigos? -quise saber.
-Buenos amigos -agregó- Supe que murió en un accidente hace poco la pobre.
-Eso dicen.
Le quité la imagen, subí a tomar un ducha y luego tirarme sobre mi cama. Miré la fotografía un buen rato, pensando porqué yo no recordaba a esa mujer en nuestra vida. ¿Quién fué Teresa en la vida de mi padre? Yo conocía a casi todos sus allegados y ella definitivamente no estaba en mi memoria. De repente, mirando a madre e hija, sentí la necesidad de hablar con Damián. Quizá lo que debía hacer era amigarme con el enemigo para obtener un intercambio de información. Agarré la computadora y localicé su número de celular. Lo llamé.
"¿Quién es?"
"Tenemos que hablar".
"No quiero saber nada de ti Miller".
"Como quieras, en Kissimie a las veintiuna. Sabrás si es importante o no".
Colgué la llamada, estaba seguro de que iría. Imprimí unas imágenes, me puse una chaqueta negra, tomé las llaves del auto y salí, solo faltaban quince minutos para la hora pactada. Kissimie es un pub, de estructura cuadrada, que queda en el centro de la ciudad. Uno de los más viejos. Los días de semana por lo general es tranquilo, pero en fines de semana la gente suele hacer cola para entrar. Tiene una gran barra circular, con una amplia variedad de tragos y cervezas, buen ambiente y buena música. En su lado izquierdo, cerca de un ventanal colocaron una mesa de billar que siempre estaba ocupada, y todo lo demás son mesas. Muy rara vez hay algún que otro disturbio, casi siempre por gente pasada de copas. Pedí un trago cuando estuve allí sentado en la barra. Damián fue puntual.
-Bueno -dijo en cuanto estuvo a mi lado, sin ánimo de socializar.
Saqué las fotos que había traído para mostrarle y él las tomó. Eran tres, miró cada una con detenimiento. En una estaba Morrison, en la otra Grace Strait, y la última su padre con Grace.
-Tu hermana era la presa del mercado el sábado.
-¿Como estas tan seguro?
-Morrison trabaja para la esposa de tu padre y ella lo mantiene fuera de la policía. Él iba por Sara ese día, lo vi.
-¿La esposa? -arrugó su frente y miró hacia adelante, el barman armaba unos tragos- Entonces mi padre lo está intentando de nuevo -dijo más para si mismo.
-¿Qué cosa?
-Él ya secuestró a Sara una vez cuando éramos niños. Y ahora que mi madre no está...
Lo miré, Damián parecía conectar cosas en su mente. El chico aparentaba saber más de lo que decía.
-¿Porqué quiere a tu hermana? -consulté intrigado.
-No estoy seguro -respondió sin querer decirme.
-Bueno, al parecer tenemos el mismo problema.
Tomé mi trago y saqué dinero de mi billetera para pagar. Lo coloqué debajo del vaso. Damián permaneció en silencio.
-No dejes de seguirla -dijo entonces y me sorprendí de su petición.
-No soy niñera.
-No, pero te acercará a lo que quieres saber.
Simplemente se levantó y se fué sin más. Me dejó ahí, pensando. No es que había estado siguiendo a su hermana por gusto. Y ahora, estaba indeciso porque había pensado dejar de hacerlo al saber que no había relación alguna con su padre. Pero ¿y si él tenía razón? ¿Si seguirla realmente implicaba acercarme a George? Si mantenerla segura significaba descubrir respuestas, entonces lo haría. Lo iba a hacer.
...-