- Mi jefe me ha ofrecido un adelanto para pagar los boletos. Incluso los va a gestionar él
mismo, con su agente de viajes.
- Esa es una gran noticia, aunque me parece algo espléndido de su parte.
- Es que es muy buena gente...
- Ten precaución, no me gusta mucho su actitud. ¿Cuál es su interés?.
- Tendré cuidado, lo prometo.
- No te confíes. La ingenuidad, en este caso, va a jugar en tu contra.
- Tienes razón, pero no es lógico rechazar su oferta. Es perfecto. Puedo viajar y conservar
el puesto de trabajo, al mismo tiempo.
- Yo también te tengo una noticia. Hablé con Cristiano.
- ¿Y eso qué quiere decir, mamá?. Dime, de una vez.
- Que vas a viajar hija.
Corro por toda la casa. Grito de la alegría. Hasta que aterrizo en los brazos de mi madre. La
beso, la abrazo y sigo corriendo y saltando. La emoción es incontenible. Ambas lloramos
ilusionadas.
-¡No lo puedo creer, mamá!. ¿Te das cuenta?.
- Me da mucho gusto, verte tan feliz.
De aquí, en adelante, tienes que concentrarte en los detalles. Viajarás sola y la organización
es vital. Debes ser muy precavida.
- Si, mami, lo que tú digas. Te hago caso, en todo, lo prometo.
- Vas a llegar a Roma, pasarás alrededor de 15 días o te quedas una semana allá y luego
vas a conocer Venecia. El tiempo se va rápido, en especial, cuando uno se divierte. Así que
planifica bien para que conozcas los lugares más importantes.
- Voy a llamar a Lila, su esposo es Italiano. Puede orientarme un poco.
- Ok, pero ya cuando tengas el pasaje y estés lista para viajar. No te adelantes. Ve al ritmo
de los acontecimientos. Obedece mi amor.
- Es cierto, voy a chequear mi pasaporte y a mirar qué ropa me puedo llevar.
- Vas en pleno verano, así que, elige atuendos frescos. Allá la temperatura es bárbara en
esta fecha.
Estoy en mi habitación, sacando la ropa del closet y colocándola sobre la cama. Pongo a un
lado la que más me gusta. Siempre elijo la vestimenta que me queda mejor.
Me entretengo, probándome algunos atuendos y los combino frente al espejo. Saco los
zapatos de sus cajas y calzo mis sandalias favoritas, con tacón transparente en forma de
cuña. Sus tiras en color gris ratón, con destellos brillantes, se cruzan sobre mis pies.
Descuelgo mi conjunto de pantalón y blazer de color vino tinto. Me encanta la reacción de
las personas cuando me ven con él. Siempre lo uso, agregando, debajo de la chaqueta, un
top blanco de tiros. Le queda perfecto.
Ordeno, dentro de la maleta, la ropa ya clasificada y la cierro. Coloco todo de nuevo en el
closet. No me gusta el desorden.
Ahora estoy en el estudio y enciendo la computadora, para seguir investigando.
Carmen, mi madre, entra y se me queda mirando. Viendo que busco información sobre
Venecia.
-¿Te gusta?. Dime.
- ¡Es un lugar hermoso, tan elegante!.
- Claro mami. Ya clasifiqué la ropa que voy a llevar. Quiero verme bella.
- Ve cómoda y, al mismo tiempo, bien arreglada.
- Incluiré algunos libros, de regreso tocan los exámenes.
- Yo dudo mucho que vayas a estudiar.
- ¿Tú crees?. En un rato, en las noches, tengo que hacerlo, el material es extenso.
- No te hagas expectativas. Allá verás. Disfruta tu experiencia.
- ¿Y qué le voy a decir a papá?.
- Le dirás la verdad, pienso yo. Vas de vacaciones y llegarás a la casa de una familia
amiga.
Yo tengo por norma no dar explicaciones. Y, si me animo, lo hago de la manera más directa
y sencilla. Sin mucha vuelta.
- Le diré cuando esté todo listo, incluyendo el boleto.
-¡Así se habla!. Y, deje de distraerme, señorita, que debo cocinar. Se hace tarde.
- No tengo hambre - respondo. Mientras, continúo buscando información, esta vez sobre
Roma.
Apunto los lugares más relevantes. Mi madre me dijo que los familiares de Cristiano viven
en la capital, pero no el sector. Comienzo a planificar para visitar cada día, por lo menos,
un sitio turístico. El resto del día estaré libre, iré a pasear y conoceré gente.
Carmen va a la cocina y yo me quedo triste. La veo algo desarreglada, con los ánimos
bajos, desde la traición que le hizo mi padre. Me gustaría que se dedicara más a mejorar su
aspecto físico, que optara por ejercitarse y se arreglara las uñas y el cabello. No se lo digo
para no hacerla sentir mal.
Cuando mi padre se fue de la casa, me afectó demasiado, éramos muy cercanos. Lo
admiraba y adoraba y él me consentía, complacía mis caprichos.
Mi madre calló por años los problemas entre ellos. No deseaba que yo sufriera por la
incertidumbre que acompaña una separación.
Él es un hombre muy elegante, viste traje y corbata, impecable. Usa zapatos en piel,
siempre relucientes. Tenía dos clósets en casa, ocupados con sus camisas, en todos los
colores y estilos. Al igual que trajes de lana y cachemir, en tonos claros y oscuros.
Me encantaba ayudar a papá, incluso, me gustaba hacer el nudo de su corbata. A veces, me
salía, otras no. Él me explicaba cómo arreglarlo y me dejaba intentar de nuevo. Para él era
un placer recibir mi cariño y atención.
El día que mi padre se fue de la casa, tras una discusión con mamá. Pensé que volvería,
pero eso no ocurrió. Me costó comprender que, de allí en adelante, viviríamos sin él.
En especial, por el motivo de la ruptura de la relación.
Nunca olvido ese día. Cuando sentí un dolor tan fuerte, como si me hubiesen arrancado el
corazón del pecho. Me quedó un ardor por dentro. Una tristeza tan grande, que las lágrimas
salían, sin control, de mis ojos. Nos sentimos traicionadas. Lo que hizo mi padre nos afectó
a las dos.
Abandona a la familia por los amoríos con otra mujer, recién llegada a su vida. No puedo
entender como un hombre responsable, un caballero tan guapo e inteligente, nos da la
espalda. Somos sus dos grandes amores y nos deja por una desconocida. En definitiva,
aprendí que, los hombres son débiles y capaces de perder todo por el instinto sexual animal
que los mueve. Sin medir las consecuencias de sus actos.
No solo cargo con mi dolor. Si no que finjo entereza para apoyar a mi pobre madre, que
está destrozada y llora sin cesar. En un estado depresivo perenne.
Decido ser fuerte. Me ocupo de apoyar y proteger a mi madre, que nunca me falla.
Mi padre, antes de irse, me prometió que las cosas no cambiarían en nada entre nosotros.
Lo que en la práctica no sucedió.
Cada día tenía menos tiempo que dedicarme. Cualquier excusa era buena para no buscarme
o dejar de pasar la mensualidad. Hasta que un día, ya harta de depender de él, comencé a
trabajar y a cubrir lo necesario. Mi madre se ocupa de tareas online, pero el ingreso no le da
para todo.
Poco a poco, me fui alejando de él. Hasta que las conversaciones se espaciaron tanto que
pasábamos días sin hablarnos.
Yo decidí no reclamarle más, desde un día que, de manera muy deportiva, me dijo que
cuando creciera lo entendería. La disculpa me pareció tan infantil, que su imagen se quebró
en pedazos. Delante de mis ojos, pasó de ser aquel hombre admirado y querido, a un ser
que se movía por instinto, sin capacidad de amar.
Mi madre se enteró de la infidelidad de mi padre, mucho antes que se lo informara su amiga
Carla. Lo supo porque le encontró marcas de labial en sus camisas, en más de una
oportunidad. Lo que no sabía era el nombre de la muchacha.
Como siempre ocurre en estos casos. Todas las amigas de mi mamá estaban enteradas de lo
que hacía, pero nadie se atrevía a decírselo. Hasta que, Carla, harta de los descaros de él.
Quien se paseaba, sin decoro, con su amante por toda la urbanización. Decidió hablar.
Pienso que el apoyo que me da mi madre para este viaje, tiene mucho que ver con lo
sucedido. Ella se sacrificó por mantener una relación que se le fue de las manos. Por la
incapacidad de su marido de valorar lo que es importante y permanente, la familia. Ahora,
mi madre me da la confianza para extender mis alas y volar. De vivir y buscar alcanzar mis
sueños. Sin depender de nadie más, solo de mi misma. Considero que está acertada, puedo
garantizarme un futuro. Contar con otra persona es como colgar de un precipicio. Te caes
en cualquier momento.
A pesar de los meses transcurridos, lloro, al recordar aquello. Voy al baño a lavarme el
rostro y soplar mi nariz.
Deseo construir un futuro y, más que nada, solidez económica para mi familia. Todo es
pasajero y la estabilidad depende, en gran medida, del bienestar financiero. Que si bien, no
otorga la felicidad. Permite llevar la vida tranquila que merecemos. Sin angustias ni sofocos
por deudas o falta de dinero para los gastos básicos.
No tengo, por el momento, ningún romance en puerta. Aunque sí, el deseo de enamorarme
algún día.
Carmen se encuentra en sus faenas...
- ¿Mamita, qué estás preparando, te ayudo?.
- Si gustas puedes picar aliños. Estoy cocinando empanadas de pescado con salsa tártara.
- ¡Qué rico...!. Si, te ayudo...
- Entonces, corta la cebolla bien finita para que no se sienta tan fuerte al paladar.
- Me encanta cocinar contigo, lo que preparas te queda superrico.
- Gracias mi amor, lo dices porque me quieres.
- No es cierto, en la escuela mis amigos se peleaban por probar lo que me enviabas en la
lonchera. Decían que mi mamá era chef...
- Tan bellos, digamos que le pongo un poco de amor y mucha atención a lo que cocino,
eso sí.
- ¿Qué pescado es?.
- Es mantarraya, la sancocho con tiempo, la guiso y la tengo congelada, lista para comer.
Trabajo un solo día, eso me ayuda un montón. Es parecido al sabor del cazón. Aunque esta
me agrada más, su gusto es menos fuerte.
- Con ese guiso se puede hacer un pastel de chucho.
- Viste cómo has aprendido... La cocina es imaginación y valentía. Para realizar platos
nuevos, solo debes atreverte a experimentar con los ingredientes. Saber combinarlos.
- Es cierto, en la familia todas somos buenas. Siempre recuerdo lo sabroso que cocinaba
la abuelita.
- Si, tu abuela era una excelente cocinera. Le encantaba preparar todo tipo de platos.
Hasta sus vegetales eran especiales.
- Lo recuerdo, en una oportunidad le comenté que no me apetecía la ensalada de
zanahoria con repollo rallado. Y me dijo, "no te gusta porque no has probado la mía". En lo
que comí un poco, me encantó... Hasta le pedí más...
- Cada quien con su sazón. Su toque especial. Por eso, la misma receta tiene un sabor
diferente dependiendo de quién la prepare.
- Si algún día tengo hijos, los voy a enseñar a cocinar desde pequeños. Que se
acostumbren a comer bien. Sano y nutritivo.
Culminamos el plato y nos sentamos a cenar. La salsa le da un toque especial, realza el
sabor del pescado. Combina con el crocante de la empanada frita.
Terminamos de comer, lavo los platos y limpio la cocina, mientras mi madre barre. Luego,
nos sentamos a compartir un programa en la televisión. Nos encantan las series del gourmet
sobre la cocina del mundo. Los ingredientes que usan y las recetas.
Disfrutamos de un rato tranquilo, hasta que llegó la hora de irse a dormir. Nos dimos un
beso afectuoso y seguimos a las habitaciones a descansar.
Extiendo el mat, hago ejercicios de estiramiento y medito. Mi estado de relajación es tal
que me quedo dormida, me sumerjo en un sueño profundo.