Contrato de amor en Venecia
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Capítulo 3 3

Desperté más temprano que de costumbre. Quise sorprender a mamá con un desayuno

americano, antes de irme al trabajo.

Debía salir más temprano para pasar por control de estudios en la universidad. Y así

conversar con la secretaria sobre la programación de exámenes. Curso educación a

distancia, el material lo publicaban en la web. De modo que, asistir en persona, es parte de

las relaciones que cultivo con el personal de la uni. De esa manera, me entero de los

pormenores.

Pienso que la interacción que resulta del contacto físico no puede ser sustituida por otro

método, ni siquiera el encuentro en video.

Qué gusto ver la cara de Carmen cuando bajó y encontró el desayuno servido.

- Buenos días, mami. ¿Te agrada?.

- ¡Feliz día, hija!. ¿Acaso me he quedado dormida?. ¿Qué hora es?.

- No, para nada. Soy yo que he madrugado. Tengo que pasar por la universidad antes de ir

a la oficina.

- ¿Y eso?. ¿Ya inician los exámenes?.

- No, ni siquiera han publicado el cronograma. Es por ello que me voy a llegar en persona.

Así saludo y me entero cuál es la planificación.

- Muy bien. Siempre tan organizada.

- Gracias mami.

- Vamos a comer que se enfría...

- Te quedó delicioso... En especial estos panes, suaves y esponjosos.

- Ya los hago al ojo, sin receta.

- Heredaste el talento culinario de la familia, no me canso de decírtelo.

- Gracias mami.

En la tarde voy a la academia, tengo baile hoy. Llegaré en la noche. ¿Necesitas alguna otra

cosa?.

- Sí, pasa comprando queso y vegetales.

- Bien, si recuerdas algo más me escribes.

- Me lavo y salgo. No me gusta llegar tarde.

Nos despedimos y fui por mi auto al estacionamiento. En estos días me encuentro muy

motivada. Con muchas ganas de que todo resulte como deseo.

El día está fresco, después de la lluvia de la noche anterior. Las calles humedecidas me

invitan a conducir despacio. En unos minutos, atravieso la ciudad hasta la sede de la

institución. Saludo e ingresó al recinto.

Llego con una espléndida sonrisa, que contagia a los presentes. Tomo asiento y espero a ser

atendida.

La encargada me recibe poco tiempo después.

- Buenos días, linda. ¿Qué te trae por acá?. Dime. ¡Ojalá que todos los estudiantes

llegaran así, con una sonrisa!.

- ¿Se me nota?. Es que estoy feliz. ¿Cómo has estado?.

- ¡Bien, linda!. Cargada de trabajo, igual que siempre.

- Seguro sacas todo pronto. Vine porque quiero saber cuándo publican el calendario de

pruebas. Tengo que viajar.

- ¡Qué buena noticia!. ¿Para dónde vas?

- Voy a conocer Italia.

- Te felicito, es un país hermoso. Y la gastronomía... una delicia.

- Sí, no sé cómo voy a hacer, mantener mi peso ante tantas tentaciones será un reto.

- Lo importante es que disfrutes. Lo demás es secundario.

Con relación a los exámenes, están aún reunidos en espera de definir las fechas. Pienso que

para esta semana debemos tener listo todo.

- ¿Me puedes mandar un mensaje?. Necesito saber qué libros llevar para estudiar allá.

- ¡En Italia, lo dudo...!

- Sí, ya me lo han dicho, ja, ja, ja.

- Ese es un viaje que quizás hagas una sola vez en la vida. Mi consejo es que te olvides de

llevar libros, pero igual te avisaré cuando sepa las fechas de cada materia.

- Eres genial, te lo agradezco. Un gusto verte. Me voy, tengo que trabajar. Nos

hablamos...

- Chao linda, suerte en tu viaje.

- Gracias.

Salí muy animada de la reunión y me fui a la oficina, ubicada a quince minutos en carro.

Al llegar saludé a mis compañeros. Dispuse todo e inicié la jornada. Encendí los equipos y

saqué la agenda. Acostumbraba leer lo que tenía pendiente para el día.

Comencé ordenando e identificando las carpetas en el archivo. Quiero ingresar los

documentos de los inmuebles recién adquiridos por la empresa. Es una de las pocas tareas

manuales que hago. El resto es todo en el sistema computarizado.

Estoy entretenida, cortando las etiquetas, cuando recibo una llamada por la línea interna. Mi

jefe me pide que vaya a su oficina.

Dejo a un lado, lo comenzado y salí atravesando el patio interior hasta el pasillo que sigue

después de la fuente. A mano derecha, el privado del señor Felipe. Justo al lado de la

biblioteca.

- ¡Toc, toc!.

- ¿Quién?.

- Soy yo, Alessandra.

- Pasa no más.

- Buenos días. ¿Cómo está usted?.

- Bien, ¿Y tú?. Te he mandado a llamar por lo siguiente. El señor de la agencia me carga

loco. Ya tengo que darle la fecha para que emita los boletos de tu viaje.

Mi rostro se iluminó. Sin poder contener la alegría, sonreí y le dije. Tomando el calendario

del escritorio.

- Disculpe. ¿Me permite?.

- Claro, ve las fechas para llamarlo de una vez.

- Me gustaría viajar esta semana que entra, entre el 10 y el 15 de junio. Así paso mi

cumpleaños allá.

- ¡Ja, ja, ja!. Bravo, muy bien pensado.

El señor Felipe llamó a la agencia y le comunicó al operador la fecha del viaje, con retorno

15 días después.

- Gracias, señor Felipe. No sé cómo agradecerle todo lo que ha hecho por mí.

- No es nada. Tú no más disfruta y me cuentas. ¿Tienes maleta?.

- Sí, tengo una pequeña, pero me hace falta otra.

- A ver, no empaques mucho equipaje porque luego te va a estorbar. Y allá seguro que

compras algo. Lleva la maleta que tienes y, a lo sumo, un bolso de mano con lo más

esencial. Hazme caso que yo odio andar con mucho equipaje. Es más tedioso a la hora de

moverse.

- Así lo haré. Usted tiene más experiencia que yo.

- No te creas, cuando viajas mucho te fastidia. Es como todo, al principio te deslumbras.

Ya luego rezas por quedarte en casa tranquilo.

- Así es. Tiene usted razón. Entonces, si no me necesita, me retiro. Estoy incorporando al

archivo unos documentos.

- Anda tranquila. Yo tengo que hacer unas cuantas llamadas. Apenas me manden el boleto

electrónico, te aviso. Lo imprimes y sacas copia. ¿Revisaste el pasaporte?. Pendiente con

eso.

- Eso fue lo primero que guardé en mi equipaje. Está vigente, se vence en 3 meses.

- Entonces debes ir a renovarlo. Así no te permiten viajar.

            
            

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