Contrato de amor en Venecia
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Capítulo 4 4

Una de las cosas más difíciles de disimular es la alegría. Y eso es lo que siento.

Procuro mantener la compostura. ¿Cómo hacerlo?. Cuando mi vida entra en esa secuencia

de sucesos agradables. Es allí donde recomiendan estar callados, para que nada cambie.

Que todo se mantenga como va, es mi deseo.

Sigo en mis labores en el archivo, procuro concentrarme. Aunque es inevitable que deje

escapar una sonrisa, de vez en cuando.

Llega la hora del almuerzo y ni hambre siento. Me voy a un pequeño centro comercial

cercano a comprar algo ligero. Me decido por un shawarma mixto. Que, aunque no es muy

dietético, me encanta. Esa es mi fórmula de vida. Si no tengo ganas de comer. Al menos me

doy un gusto con algo que sea delicioso.

Regreso a la oficina y hago la lista de lo que tengo pendiente: renovar el pasaporte, comprar

el bolso de mano, sacar las copias del boleto electrónico y comprar una tarjeta para

llamadas internacionales.

Sí, ya pensaba en que al llegar al aeropuerto en Roma debía comunicarme con mis

anfitriones.

Veo el reloj y me queda media hora libre aún. Entonces, me pongo a mirar vídeos sobre

Roma y Venecia en mi móvil. Me llama mucho la atención el arte y la arquitectura de los

edificios. Me parece todo muy hermoso. Hasta se imaginó dando un paseo en Góndola,

aunque sea solo una vez.

Supongo que no me alcanzará el tiempo para visitar todas las iglesias y museos. Asimilar

tanta información será imposible. Me decidiré por los más importantes.

Lo que me llama la atención, es conocer la vida de las personas allá. Relacionarme con los

lugareños y aprender de la cultura popular. Eso no se puede leer en los libros, se vive.

Estando ensimismada en mis pensamientos, no me percaté que alguien había entrado a la

sede.

- Hola, feliz tarde.

Me sobresalté y sonreí, es el contador de la empresa.

- ¿Cómo está?. No lo vi venir.

- Bien gracias, es que me ha abierto la puerta el jefe. Acabo de llegar del aeropuerto.

- Bienvenido. Qué gusto que nos visite.

- Si, ya sabes, vengo por trabajo, pero me desocupo y voy a hacer unas compras. No

puedo volver sin algo que darle a mi mujer.

- Cierto, bienvenidos los detalles.

- ¿Qué le podré llevar?. A uno se le nubla la mente cuando se trata de ustedes. Los

hombres somos tan básicos, con una camisa o un perfume estamos felices. No quiero que

me arrugue la cara, si no le gusta lo que le compre.

-Ja, ja, ja. ¿No la creo capaz?.

No has visto nada. A veces pienso que lo hace por molestar.

- Si me permite que le oriente. Le puedo sugerir algunas opciones.

- No solo lo apruebo, sino que te doy mi tarjeta y me sacas del apuro. Por favor, yo me

tengo que reunir con Felipe y eso es para largo.

- No es molestia. Igual yo voy a buscar unas cosas que necesito. A las mujeres nos

encanta comprar, es una terapia.

Me entregó su tarjeta de crédito y se fue a la reunión. Me quedé imaginando qué podía

elegir para la señora.

Entré a Instagram a revisar las opciones de regalos. Vi tantas cosas lindas que no sabía qué

elegir. Lo más seguro es que me decida por una cartera. Eso nunca está de más en el

armario y a todas las mujeres nos encanta presumir un bolso nuevo.

Es la hora de retornar a mis labores. El archivo está listo. Ahora redacto los comunicados

pendientes al personal.

Lo que más me agrada de mi trabajo en la empresa es que me dan libertad para tomar

algunas decisiones y me permiten crecer en el ámbito profesional. No son egoístas en ese

aspecto. Pagan los gastos de las formaciones, diplomados y un porcentaje de la matrícula de

la universidad. Es un estímulo para que el personal se prepare.

Redacto las comunicaciones y las paso a mi jefe, queda pendiente la revisión y firma.

Salgo de la oficina, al culminar la jornada. Voy directo a la escuela de baile. Una de mis

pasiones.

Me encanta la danza, consigo expresarme a través de este arte. Una vez que llego a la

academia me dirijo rápido a los vestidores con mi bolso y me cambio de ropa. Me detengo

frente al espejo, me encanta el atuendo. Usando un body, medias y leggings me siento toda

una bailarina profesional.

Recojo mi cabello en un moño alto y me dirijo al salón. Allí están mis compañeros

aguardando al profesor.

La clase inicia a las 6 de la tarde y faltan solo minutos. Empiezo a hacer estiramiento para

calentar los músculos. Algunos grupitos conversan, otros, como yo, preferimos estar en

silencio.

Me miro, mientras estiro los músculos. Veo el reflejo de mis ojos en el espejo. Mi rostro se

ve distinto. Un brillo resulta de las emociones que brotan desde lo más profundo de mi

corazón.

La música comienza a sonar, señal que el maestro está por ingresar al salón.

- Bienvenidos. ¿Cómo amanecen?. Hoy vamos a ensayar una coreografía que

presentaremos en el teatro a fin de año. Así que, a prestar atención.

La he dividido en tres bloques. Atentos, cada uno es diferente.

Los tiempos los voy a ir indicando. Ahora, los golpes fuertes son en uno y cinco, no lo

olviden.

Empecemos, con pierna y brazo contrario, uno, dos, tres, cuatro. Repito, la pierna la

llevamos hacia adelante en diagonal, alternando el peso del cuerpo y regresando al punto de

partida.

Los brazos van haciendo un círculo hacia atrás. Uno, dos, tres, cuatro...

Me encuentro disfrutando al máximo de la clase. Me inspiro, concentrada en la música,

repitiendo cada movimiento, una y otra vez.

Pasados cuarenta y cinco minutos culmina la práctica. Termino empapada de sudor. Sudo

mucho, me muevo usando todo mi cuerpo, al ritmo de la música. Sé bailar salsa, merengue,

urbano y un poco de samba.

En una ocasión acompañé en tarima a mi maestro, en un montaje de reguetón. Le pongo

sentimiento y carácter a la interpretación. Amo este arte, me permite expresarme al ritmo de

la música. Bailar requiere tanta concentración que es como resetear la mente. No cabe otro

pensamiento, en ese momento. Por eso me encanta.

- Nos vemos pasado mañana y recuerden practicar en casa - dijo el maestro.

Me despido de todos, muy satisfecha con la clase.

            
            

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